domingo, 10 de mayo de 2009

POBRECITOS


Si supiera el conductor del deportivo descapotable cuánto me molesta el eructo de su motor que violenta la fuga de Bach que suena en mi casa, es posible que cesara su rugido insoportable, porque ando leyendo a Rimbaud, tan joven, tan certero y decadente. Acaso si supiera de mis noches, de mi música y de mis poetas, escondería avergonzado su envanecimiento en la riqueza esa tan estúpida con la que ha vestido la miseria o la excelencia de sus días que- y de eso estoy seguro- nada tendrá que ver con la vomitiva potencia de sus centímetro cúbicos de existencia motorizada, pobrecito.

Si supiera el que se cruza en pecho con un cocodrilo para ser, él, solito en medio de la calle, el emperador de los jerseys. Si supiera, digo, cuán ridículo nos parecen su talonario y su barriga, sus amigos notarios mustios como los muebles viejos de oficina, sus atribulados colegas constructores perorando en la sobremesa de Puti clubs, parcelas urbanizables y descapotables patéticos por los que pasear las señales y los símbolos que ellos llaman éxito. Pobrecito.

Si intuyera el lameculos literario el infinito desprecio con que ha sido tratado por los popes provincianos, cuando el mundo es una provincia infame.
Lo poco que han importado en los cenáculos certameneros sus endechas y lo mucho que pesaron sus panegíricos y sus peloteos. Si intuyera que su farsa hace que otros se descojonen a su costa y en los márgenes de su obra, cagaditas de mosca contemporánea que conformarán al fin una poesía completa editada por algún corrupto mínimo, a cambio de un plato de lentejas. Pobrecito.

Si supiera el destilador de bilis y cucarachas qué poco tiempo han ocupado en las noches de uno, coronadas de risas y de amigos que vienen y de amigos que se van, sus envidias y sus estrategias, sus bagatelas mediocres y sus fruslerías demagógicas.
Si supiera el que sospecha siempre, cómo resolvimos el crimen tan antiguo entre canciones y poemas, si supieran los enemigos lo bien que hemos estado sin dinero, lo bien que hemos follado con amor y con todas las perversiones divinas en la cabeza, lo bien que hemos sido abrazados por los que nos quieren y no nos juzgan. Pobrecitos.

No cambio a mis amigos por nada. Pobrecitos los que a fuerza de mezquindad y porquería se van quedando solos. Ganas me dan de abrazarlos yo también, muy fuerte, de acariciarles la cabeza llena de monstruitos y de decirles pobrecitos, pobrecitos, pobrecitos.

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