Yo creo que ninguno de mis
amigos se levantan por la mañana pensando si van a echar el día en una realidad
nacional, en una nación de naciones o en un califato independiente.
A lo mejor por eso son mis
amigos, porque son personas que se desperezan pensando: “joder vaya día que me espera” o
“tengo que renovar el carné de
paro, o “dios mío tengo que pagar el
recibo de la luz que me la cortan” e
incluso: “a ver si hoy consigo que Purita
me dedique una de sus hermosas y avemaríapurísimas sonrisas”.
O se despiertan, algunos
amigos míos, con una poesía en la cabeza, o con una musiquilla para
rocanrolear luego con los colegas en el local de ensayo, e incluso con una
erección impersonal y salvaje que se festeja como una bendición del alba.
Cuando yo era más joven,
siempre que no entendía algo, no sé; la crueldad, el fascismo, los cuadros de
Tapies…me consolaba pensando que con el tiempo iría acumulando
conocimiento y certezas. ¡Por los
cojones! . Cada día estoy peor. Por no saber, no sé si tengo yo realidad
nacional o no la tengo. Y de lo de los cuadros de Tapies ni te cuento.
Porque ¿dónde se termina mi
realidad nacional? ¿En que frontera empieza por ejemplo la realidad nacional de
un extremeño? ¿Se parece mi realidad nacional más a la de uno de Jaén o a la de
uno de Almería? ¿Somos Antonio Tapies y yo compatriotas?
Yo creo, por ejemplo que tengo una realidad, digamos
internacional, muy semejante a la de un
habanero, por acento y por sabor, y que
me parezco más a un habanero que a un salmantino. En el baile no, en el baile
me parezco más al salmantino que al cubano.
Pero vamos; que puestos a minimizar tendría que hacer
constar aquí que mi realidad nacional, siendo del Palomar, barrio marginal y
obrero que nutrió de yonkis durante los sombríos años ochenta (aquí sí que
había una movida, pero una movida de la hostia puta) a las delegaciones de servicios sociales de
varios pueblos a la redonda, no tiene nada que ver con la realidad nacional de
uno de la Urbanización
los Colonos, que infectó de pijos ni se sabe cuántos palcos y cuántas fiestas
privadas con tarjeta y con piscina (ponían en las tarjetas: se recomienda traer
ropa de baño, ergo piscina había, y ya
lo habían soltado, como las inmobiliarias) .
Tengo, cómo no, una identidad
y está bien (o regular, no sé) tenerla. Unas costumbres, un paisaje, un idioma
y un acento pero debo ser una mierda de patriota (valga la redundancia) porque
me voy a echar unos días al Algarve y me entran unas formidables ganas de ser
portugués, gallego si en Pontevedra, catalán si en Barna o pacense en Badajoz.
Me parece que no puedo creer en esta patraña. Tampoco.
Fotografía: El autor ataviado con el típico traje regional de su aldea.
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