Casi todo el mundo, al menos por esta
parte del planeta, se ha echado un cantecito alguna vez, en alguna
reunión de amigos o de familiares, en las romerías o las verbenas.
Un cantecito que suele estar auspiciado por la ingesta de mucho
alcohol y otras sustancias. Casi todo el mundo canta fatal, pero eso
no importa porque echarse el cante ya es una gracia y una animación
y tras el inevitable fandango de Huelva, la concurrencia jalea al
espontáneo con divertidos olés y la fiesta es así más bonita y
más entrañable.
También es muy socorrido que mientras
se palmean bulerías, se levante como poseída por los demonios de
lo Jondo una señora que hasta ese momento estaba tranquila y
parecía una persona normal, y se ponga a menearse en plan zíngara,
levantándose un poquito las faldas y diciendo a los palmeros que
venga, que no paren, y aceleran los palmeros el ritmo percusivo del
palmeo y observan como hipnotizados la sensualidad un poco salvaje de
la señora que parece haberse vuelto loca.
Hay veces en las que el marido de la
señora -que ya está completamente ida, en trance lolailo- se
incorpora él también y con los dos brazos a medio levantar, rodea a
su señora esposa sin tocarla, como un banderillero en la plaza.
Las
reuniones así, están compuestas casi siempre por gente muy
campechana, que algunas veces cantan un estribillo que dice que eso
de ser buena gente no se compra con dinero. Luego, en la vida diaria,
lejos de la fanfarria y de los efluvios rocieros, esta gente casi
todo lo han comprado con dinero; amistades, prestigio social, amantes
y aduladores. Muchas veces es sucio, otras negro ese dinero, como los
blues.
A lo que íbamos es que como cantaba
Albert Pla; este es un pueblo de estrellas, este es un pueblo de
stars. Así que lo mismo le endilgamos a la peña una copla
que un buen día, nos levantamos estupendos y nos decimos; Hoy me voy
a escribir unas cuantas poesías. O mejor; unos textos que sean prosa
poética, como Platero y yo, que es un libro que leí de chiquillo y
me gustó mucho.
La ignorancia es muy atrevida y claro,
el poeta espontáneo lee, pongamos;
“mi corazón espera
también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera”
Se
rasca un poco la cabeza en aptitud simiesca evolucionada y piensa;
“Joder, qué bonito, pero esto lo hago yo con la punta...” Y se pone a ello. De lo que sale no
vamos a hablar. Por ahora.
Hace más o menos un año, traté de
hacer un estudio sociológico sobre el paisanaje al que llamé “El
Barrameazo” . Esto no fue muy comprendido por las personas, pero no
me resisto a recuperar uno de los puntos de aquel concienzudo
trabajo:
PUNTO 3.-El langostino del trasmallo
ha pasado de crustáceo a divinidad panteísta y como tal se le
venera, su liturgia conlleva comerlo con los dedos, como los beduinos
en el desierto los arroces , y chuparle la cabeza al bicho con
ostentosos sonidos de succión del tipo que utilizan las actrices
pornográficas cuando chupan el langostino del machote.
El langostino hay que comerlo
siempre acompañado de media botella de Manzanilla, eso es así; por
ley. Y ya si hablamos de la manzanilla, ese oro líquido como dijo el
cursi, se encienden todas las alarmas del Barrameazo porque habrá
otros vinos pero señores; sea porque dios en uno de sus caprichos o
el pastorcito divino en su bondad sin límites así lo quiso, la
manzanilla sólo puede darse en Sanlúcar de Barrameda, el hombre
habrá llegado a la luna, los lebrijanos pueden haberlo intentado,
pero si no es de Sanlúcar, no es manzanilla por culpa del
microclima, la albariza, la humedad y no se sabe cuántos argumentos
esotéricos y pseudo científicos más. Cuando los sanluqueños/as
están en tierra extraña, lo dice el himno, recuerdan su maravilla y
más que nada por “ser honra de España”, siempre beben
manzanilla.
Toda esta disertación que antecede,
viene al caso, porque ha caído en mis manos un cuadernillo editado
por una asociación fiestera, que es a la vez; antología poética,
paroxismo cañí, recopilación de tópicos y enternecedora pelusilla
literaria.
Se llama el monumento “Enamórate” y está dedicado a
la Feria de la Manzanilla. Por allí aparecen Guzmán el Bueno, Paco
Ojeda, el Langostino, la luz de Sanlúcar, los fenicios y los
tartesios. También he buscado la historia esa de Isabel la Católica
que vio por vez primera el mar (¿o era el agua? ) cuando arribó a
esta noble villa, que no hay cateto que coja un micrófono y no lo
suelte.
El caso es que en esta revista, como
pomposamente llaman al invento, he leído que tenemos los sanluqueños
una “hospitalidad desmedida” , hombre, la hospitalidad
desmedida tendría alguien que explicárnosla, no sea que crean los
forasteros que vamos por ahí abrazando a sus esposas, o nuestras
flamencas persiguiendo el paquete de los mozos turistas. En
el mismo artículo/poema, leímos: “¡Ay, la Manzanilla! Ese
caldo oro viejo, de cualidad organoléptica única en el mundo”
. Y luego dijeron que era uno exagerado en sus irónicas loas al
Barrameazo.
En la revista, encontramos versos/
versículos populares , pero también enormes barroquismos levemente
surrealistas; “Te ofrece (se entiende que la feria) la
oportunidad, no solo (sic) de cultivar el cuerpo, sino
también (sic, otra vez) el espíritu.” Ahora a pensar
en eso un rato.
No faltan los apuntes de denuncia
social: “Una feria mediatizada por las imperiosas necesidades
económicas por las que atraviesan muchas familias”
Y piensa
uno, pues sí, aquí llevan razón estos poetas. Lo malo es que a
continuación afirman, de una manera casi marcial: “Pero es la
feria, nuestra feria, la feria de la Manzanilla de Sanlúcar de
Barrameda, ni más ni menos” Falta el ¡Coño!
Yo creo que la flor natural se la lleva
uno que va y escribe:
“En el interior de las casetas el sonido
se confunde con aromas de perfúmenes de bellas mujeres”
Y
piensa uno que todas las mujeres estarán esta feria bellísimas y
perfumadas, para que los poetas tañan sus liras y para que los
camareros feriantes no lleguen a casa muy tristes, oliendo a
pimientos fritos y a aceite quemado, sino a perfúmenes de bellas
mujeres, como si volviesen del puti club.
Pensaba que ya no se podía ser más
cursi ni más rancio, cuando leo (literal) :
“Mientras tanto las
penas y lágrimas por las miserias de una crisis económica, fruto
del egoísmo de los poderosos, quedarán junto a la orilla del Río
para salar la mar durante los días de Feria” .
Aquí ya tuve que dejarlo, mi médico
me ha dicho que evite estos vicios.
Pasé las páginas rápidamente,
no quería leerlas pero algunas frases/ versos/versículos se me
presentaban como en una pesadilla;
Nuestro vino, cultura que
explosiona en la feria (la bomba atómica) que la feria no
sean sólo unos días sino todo el año (ole, ole y olé) Los
Doñana, el Mangui, una luna que pasó corriendo, el capote de
nuestras gentes ( ¡Ay, Federico García; Llama a la Guardia
Civil!) el festival de música y la feria de Sanlúcar ¿La visito
Stanley Weiner? Y como colofón una foto del Stanley con un
cebollón del quince, bailando como los guiris unas bonitas
sevillanas, que supongo yo habrán tomado los hijos o nietos del
violinista como prueba para la querella.
En fin, que como decíamos al comienzo,
casi todo el mundo se ha echado un cantecito alguna vez, se ha
atrevido con un baile o se ha inventado unas poesías o unos textos
de conmovida prosa poética. A los dadaístas cachondos que han
perpetrado esta “revista” se les perdona todo porque se ve que la
han escrito con el corazón (la cabeza la han usado poco) , con la mejor voluntad y , evidentemente,
hartos de vino.
¡Salud y feliz feria, compare de mi
arma!
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