No tenía ganas de ver el programa. Sé cómo las gasta esa caterva
de extremistas que dan alguna entidad a un gazpacho ideológico donde el tomate,
el color, lo pone un conservadurismo estomagante, en cuanto a costumbres,
sexualidad y moral, y el sabor ese extraño liberalismo- dizque de influencia
anglosajona- que se ciñe sólo a lo
económico, obviando otros respetos democráticos. Pero como en mi casa se hace
lo que yo obedezco, terminamos mirando y escuchando esa tertulia a la que habían
invitado a Diego Cañamero, del SAT.
Pusieron como aperitivo, tras un cara a cara entre el
banquero Mario Conde y el propio Cañamero, un reportaje- llamemos así a un panfleto
tendencioso y zafio- en el que se afirmaba que entre las hazañas del SAT estaba,
por ejemplo, la agresión a una cajera de supermercado,
hablaban literalmente de un asalto violento en el que una cajera resultó herida
(no añadieron de gravedad porque todavía no hace mucho de esta acción audaz del
sindicato, pero todo se andará, al tiempo) se relataba también que los
sindicalistas ocupaban las fincas para hacer paellas y para bañarse en las
piscinas de los terratenientes. Y así con todo.
Yo pensé; esto va a durar poco porque ahora el amigo
Cañamero va a levantarse con gran dignidad de la mesa, no sin antes denunciar la
encerrona de los cavernícolas ilustrados y lanzar, si puede, una enfática
diatriba contra la manipulación y por la lucha obrera.
Esperaba, de verdad, esa reacción que era la única que me
parecía normal y hasta decente. Pero, ay,
el poderoso canto de sirenas de los teatros y las vanidades que el foco despierta en las
personas, mantuvieron sentado al sindicalista. El amigo Cañamero no dijo ni una
palabra sobre el reportaje, a lo mejor no lo vio y en ese intermedio del
programa lo llevaron a tomarse una tapita, porque de haberlo visto, digo yo que
algo tendría que haber dicho.
Así que el debate continuó. Cañamero defendió su discurso
que se sabe bien, no sólo porque lo haya repetido en los tablaos de montones de
pueblos de Andalucía, sino porque creé sinceramente en lo que dice y no
necesita llenarlo de florituras literarias, pero uno estaba ya un poco mosca
con lo del reportaje y lo que terminó de ponerme nervioso fueron algunos
cariños que se hacían, ¡oh San Fidel de las sierras! , el jornalero y el
banquero Mario Conde.
Que diga yo esto, que
frente a algunos excesos verbales de amigos míos he sido el primero en
censurarlos, en defender urbanidad incluso en medio de la revuelta, puede
parecer sorprendente para quien me conozca. Pero es que me parece que a esos
sitios, o bien no vamos, o si vamos que sea para liarla. Sin otra violencia que
la del gesto, tampoco se va poner uno a tirarle tartas de merengue a la cara al presentador (que bueno, todo es
pensarlo detenidamente) o se va a bajar los pantalones para enseñar el trasero
como los punkis, pero siempre habrá cuando andemos en manos de estos demócratas
de toda la vida, oportunidad y espacio para eso, para un gesto. En el caso del
programa que nos ocupa, me parece a mí, que tenía que haber sido tras el
reportaje.
Porque lo que siguió después, las preguntas más o menos
capciosas a la que sometieron al jornalero y de las que, en general, salió
airoso, las supuestas coincidencias en lo obvio de la banda esa con los
argumentos del SAT, las parrafadas nauseabundas a pesar de la brillantina buenista
y cristiana, del señorito banquero, incluso los halagos envenenados que le
hacían unos y otros a Cañamero, nos dejaron muy tristes, porque sentía uno que estos tertulianos le
tenían ese respeto insalubre que se le tiene a lo exótico y que trataban al
camarada, que es lo más parecido a nosotros que sale en televisión , como al
buen salvaje.
1 comentario:
Muy bueno, como casi siempre compañero
Benito
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