domingo, 29 de junio de 2008

DON QUIJOTE

Esta mañana he recordado perfectamente lo que acababa de soñar. Claro, sería uno de esos estadios del letargo que se llaman Rem, que son siglas guiris para definir un “Rapid Eye Movement” ( movimiento rápido del ojo) y que le hacen a uno pensar que todo ser humano, en su intimidad, incluso en su intimidad más inconsciente, podría protagonizar una película de terror.

Bueno pues lo que acababa de soñar era, ya lo suelto, que Raúl Alfonsín, primer mandatario digamos democrático de la República Argentina, me mandaba un telegrama donde se podía leer:

“Las Malvinas. Stop. Provocan emociones. Stop”.

Esta tontería formidable, que si le pasa a mi ordenador le inoculo de inmediato un antivirus, le ha pasado a esa metáfora de la informática que es mi cerebro. Es verdad que son muchas las mañanas que despierto con una frase así de estúpida. Deformación intelectual a la que me abocan las lecturas compulsivas de esos alemanes tan sabios que pululan por la filosofía contemporánea o de esos alquimistas de la palabra que lejos de todo folclore hablan exclusivamente de las ignotas potencias del alma.

Así no hay forma de levantarse por la mañana como una persona normal. Se mira uno al espejo y le viene otra ráfaga:

“Buceé en tu líquido amniótico”.

Será esta profusión de frases, de casi epitafios, fruto de las lecturas nocturnas. Lecturas que luego, como una cena opulenta, se indigestan en nuestro cerebro y se ponen a bailar un rigodón desesperado y en lugar de vomitar, como cuando uno cena demasiado, lo que se hace es proferir al vacío gilipolleces.

Si el delicado equilibrio que nombra la cordura se fuese pervirtiendo bajo la influencia de los libros, si no tuviésemos trabajo, mujer, hijos, hipotecas que pagar y dedicáramos el día al análisis de esta actividad mental irracional y refleja;

¿Quién nos garantiza que un buen día no cogeríamos nuestro ciclomotor o automóvil y saldríamos alegórica lanza en mano a enfrentarnos con los molinos, que serían gigantes o a buscar a esa Dulcinea que todo caballero guarda en el más lírico rincón de su corazón?

jueves, 12 de junio de 2008

A LA MIERDA!

Lo tengo todo un poco abandonado: La parte esta mía del arte y el ensayo. Nos produce cierto temor esta indolencia, como si fuésemos a perder la práctica, el oficio, la gracia.
Vemos abismarse las poquísimas certezas económicas y sociales que nos iban quedando, sufrimos las consecuencias del timo monumental con el que nuestro abúlico presidente consiguió los votos de una población que quería ser feliz, que anhelaba esa mirada positiva que con la sonrisa meliflua, nos vendían desde las tribunas sociatas.
Ahora miran hacia otro lado, silban disimulando como ya hizo en los ochenta esta misma ralea que cumplió a la perfección su destino social- demócrata de mamporreros de la derecha y de los poderes fácticos, que ya, como la Santísima Trinidad, convergen todos en uno: El dinero.
Cuando las personas a las que se les ha vendido el caramelo del bienestar, una piñata envenenada en la que como chiquillos en un cumpleaños dramático, todos participamos y compramos nuestros dúplex, nuestros automóviles y nuestras parcelitas de recreo, cuando esa “Mirada positiva” nos poetizó las cosas más cotidianas y podíamos entregarnos a las domésticas utopías; podíamos ser vagamente solidarios con los inmigrantes, ahora ya somos enemigos otra vez, podíamos hacer grandes planes para estructurar el estado, ahora somos otra vez desconfiados y centralistas porque tememos que en el pastel de la financiación nos vuelvan a timar.
Cuando los gobernantes se quitan la máscara de su inoperancia y, otra vez como niñatos malcriados, afirman que todo lo que pasa es por culpa del vecino, y por culpa de ese vecino que es el mundo en general, vemos que hay gente que se va a la calle en las fábricas, en las obras, en los talleres. La mirada positiva nos parece un asqueroso sarcasmo, un cinismo cruel de los que jamás pierden sus trabajos, de los que tienen apellidos que llevan siglos gobernando un país, de esta aristocracia de altos funcionarios, de secretarios de estado adscritos a ministerios inútiles que le solucionan la papeleta y el jornal a una banda de inútiles que, a pesar de su probada ineficacia, han conseguido ir medrando a base de perreo, inmoralidad y avaricia.
He vuelto a recuperar, por más que me pese, la repugnancia profunda que durante años sentí por los políticos profesionales y de la que me redimió ese buenismo oportunista de ZP.
He vuelto a sentirme tan estafado como cuando el otro encantador de serpientes nos la metió a todos doblada con lo de la OTAN .
Ahora ya puedo volver a decirles con todas las letras que se vayan a la mierda, sabiendo que no serán ellos los que concurran a esa bacanal nauseabunda de la porquería. Sabiendo que seremos otra vez nosotros, los pobres, los que nos veamos inmersos hasta las trancas en esa asquerosa diarrea. ¡Puaj!

martes, 3 de junio de 2008

ARTICULISTA

El articulista de pueblo termina siendo como esos dibujantes de prensa a los que se les exige para cada día una viñeta alusiva a las urgencias de la actualidad.

El dibujante de prensa no es que no sepa dibujar mejor, es que la actualidad más perentoria no da más que para garabatos y monigotes, como los de algún pintamonas moderno pero sin la exquisitez del enmarcado o del museo de psicópatas que está siempre regentado por alguna damisela pija, otrora musa de la movida madrileña.

Lo mismo ocurre con el articulista de pueblo, seguro que escribe de puta madre, pero la actualidad no da más que para extravagancias.

Pero seamos sinceros: En verdad al articulista de pueblo nadie le pide nada, se quiere decir que él escribe de la actualidad o del paso de las estaciones meteorológicas porque le sale de los huevos (si es varón) , y no porque ande nadie exigiéndole temarios, argumentos o motivaciones.

El articulista de pueblo es muchas veces poeta lírico. Tampoco le pide nadie que vomite sus versos sobre la pantalla de su ordenador, pero el poeta pota cada vez que le viene, cada vez que se mete un poemario de otro genio entre pecho y espalda o cada vez que le pasa algo más o menos raro en su vida.

El poeta pota. Con esta gilipollez más de un genio hace una exposición de poemas visuales, extremos y radicales como un piercing en el glande.

El articulista de pueblo siente que le queda el consuelo de que el tiempo es inexorable y que exceptuando a Tina Turner, que hasta cuando tenía quince años aparentaba cuarenta y cinco, el tiempo pasa para todos igual.

Por eso el articulista moderno escribe ya casi de oficio, retrata como puede lo
que se encuentra por el mundo y a final de mes, mira ansioso como un adicto, si los putos empresarios de la comunicación le han ingresado los miserables cincuenta euros que más o menos vale su arte y olé.

En otras publicaciones en las que el articulista de pueblo colabora no le pagan ni una chica, pero recibe el cariño de lo que, engolado como un pavo real de las letras, el articulista moderno llama: Su público.

El público de los artistas modernos y de pueblo suele ser un círculo de amistades y familiares con mucha buena voluntad.

El artista de pueblo sabe casi todo de esta gente y no es raro que como la Santísima Trinidad, se le presente su público mientras escribe, garabatea o toca la bandurria, pero a los artistas de pueblo les gusta mucho decirse, entre ellos: “He oído por ahí que mi último tararí tarará está gustando mucho…y mantienen una incógnita patética, como si no supieran todos hasta el número de DNI del pavo/a que dijo eso.

Si uno pudiera se quitaría ya de artistazo de pueblo, de poetastro atontao o de cantante de boleros. Se dedicaría uno a mirar los atardeceres fumando una pipa, como Chanquete, o se quedaría uno buscando guarrerías por Internet o se pondría uno a escuchar absorto la música de Bach, mientras leemos al viejo Celine. Pero no puede uno abstraerse ya, porque, como las folclóricas y los toreros, se debe uno a su público.

Y nos remitimos al sesudo análisis que sobre nuestro público se hace en este fantástico texto.

Salud.