sábado, 26 de marzo de 2011

HERMANOS



Para Javier Gallardo.



Dos hombres no se abrazan si han vivido
la vida entera juntos, las pendencias
con que fue sancionando cada día
nuestro tiempo fatal, nuestra tristeza.
La casa destruida, la pobreza, los sueños
incumplidos.

Dos hombres no se abrazan pero pueden
poner la mano hermana sobre el hombro
encogido del que amaga un llanto de hijo
que viene conteniéndose ya mucho.

Dos hombres no se abrazan al caer
por fin del pedestal tan digno
sobre el que se fraguaron sus personas.

Uno es más débil y sabe
que todo está perdido
el otro ,que lo ha perdido todo, nada ansía.

Hoy bendigo tu gesto, hermano mío,
tu derrumbe tan hermoso en la taberna,
tu secreto que sé y que será nuestro
como nuestra fue siempre esa desdicha
de sabernos tan huérfanos y hermanos.

Te has tapado los ojos con mis gafas
que no nos vea nadie llorar, sigue la lucha,
hemos perdido la guerra y las batallas
y sabemos que al fin no habrá justicia,
pero siguen la lucha y las derrotas
y de lejos te abrazo en la pelea. 

 

jueves, 24 de marzo de 2011

SEXUS




Un día, hace muchísimo tiempo, nos abroncaron porque estábamos tocándonos los genitales. No podíamos saber qué había cambiado en el mundo, si hasta entonces nuestra desnudez provocaba comentarios de alegría, se nos exhibía tranquilamente en casa de cualquiera y la mayoría de los parientes y amigos terminaban festejándonos esos huevos o ese “toto” tan bonitos, según el género.

En realidad, ya andábamos sospechando que algo no iba bien el día que nuestros papás empezaron a poner cara de asco tras nuestras amorosas deposiciones. Mamá cambió la ternura de aquella primera fase anal de nuestra sexualidad, cuando nos escamondaba el culo y nos refrescaba las ingles con maravillosos polvos de talco , por un “Otra vez te has cagao, niño” Y a partir de ahí todo fueron reproches a las cándidas travesuras de nuestras entrepiernas.

Tampoco, cuando ya teníamos algunos añitos cumplidos, nos avisó nadie de que una parte del mundo conocido no llevaba nada colgando. Que éramos distintos y que una ingobernable curiosidad nos embargaba cuando nos quedábamos en bolas delante de la otra parte de la humanidad, nosotros con nuestros colgajos, como hemos dicho, ellas con ese misterio fascinante.

Ya había mordido alguna de las dos partes de la humanidad la manzana prohibida, ya nuestras desnudeces empezaron a ser clandestinas y teníamos tanta vergüenza que la serpiente del pecado llegó y se quedó para arrastrarse eternamente por nuestras vidas.

Siempre fuimos sexuales, nunca vivimos ajenos a la naturaleza por más que la asquerosa serpiente se fuera vistiendo de monja, de cura, de padre, de madre, de pudor o de represión.

Cuando empezó a salirnos pelo por todas partes, cuando empezó a crecernos todo y aquel pis curioso se transformó en una especie de pegajosa saliva que acudía cada noche a la cita pajillera de nuestra adolescencia, otro ejército de serpientes vino a flagelarnos ; ciego te vas a quedar, qué haces en el baño niñato, como te coja tocándote te corto la mano.

Así era nuestra educación sexual; miedos, falacias, pornografía y embustes de los amigos más mayores que trataban de describirnos, torpemente, cómo era aquello de follar.

Hasta que por fin, entre tanta confusión y tanta porquería reprimida, un día nos entregamos a los besos y se nos quedaron los labios escocidos, naufragamos por los poéticos senderos de la caricia, nos revolcamos lascivamente como no se revuelca, como no retoza ningún bicho, como sólo se revuelcan los seres humanos.

Dijimos palabras mágicas; dijimos amor y dijimos te quiero. Dijimos pezón y dijimos boca y dijimos coño, polla, nalgas, sigue, bésame, aprieta, abrázame. Por fin entre tanta confusión descubrimos que nuestra oreja, ¡ por dios santo, nuestra oreja! Era también zona erógena cuando
se nos besaba, que había otros cinco sentidos por descubrir aunque fueran los mismos y el tacto era una fiesta y el gusto, y el olor de la piel sudorosa, y la vista del cuerpo desnudo recién amado y el oído colmado de jadeos y susurros.
Por fin entre tanta confusión descubrimos con el poeta que sí, que todo era confuso, menos su vientre.

viernes, 11 de marzo de 2011

EL CARNAVAL

En mi pueblo, como en el tuyo, llega la hora de la parranda. Se prepara el desembarco de cachondos y cachondas por las barriadas, pagos y avenidas.


Vestiditos de volantes para ellas, atavíos de tienda de ropa del barrio bajo para ellos. Otras veces, ellos descamisados como obreros de mentira y ellas con pantalones de amas de casa y camisas estampadas como si vinieran del Mercadona.

Con estos avíos, cuatro o cinco consignas y una ciega fe en la propaganda, vienen los unos a decirnos que les votemos para seguir cuatro años más desfondando la poltrona y los otros que no, que es a ellos a los que hemos de votar; porque valen mucho y van a guapear el pueblo de arriba a abajo y no se van a llevar ni un céntimo de euro para sus casas o para sus negocios.

Veremos a alguno de los repeinados portadores de la soberanía popular, subirse a una farola para arreglar una bombilla y saludar desde arriba como los niños cuando dicen a sus tiernos papás “mira lo que hago”.

Los veremos con casco de albañil y un palustre poniendo las primeras piedras en decenas de proyectos que luego irán cogiendo telarañas, los veremos encadenarse junto a lo más granado de la progresía local a lo que haga falta; un ateneo, un edificio histórico, un lupanar en crisis porque ya no van a parar allí los respetables caballeros tras firmar sus chanchullos y sus timos en la notaría o en la caja de ahorros.

Los veremos repartir panfletos por los mercados y acercarse a las mamás para izar a los tiernos infantes como si fuesen un trofeo, los veremos aplaudirse a sí mismos en los mítines, con micrófonos inalámbricos en la boca como los cantantes modernos.

Los veremos visitar los barrios chungos, confraternizar con los humildes, palmear las tristes espaldas de los parados, señalar los socavones de las aceras y exclamar al unísono entre el corrillo de infelices que esto no puede ser o que aquello de allí hay que arreglarlo del tirón.

Mientras , los sufridos chiquillos y chiquillas de la prensa local les hacen miles de fotos, graban estupendos documentos videográficos que nadie verá jamás entero y siguen las andanzas de esta patulea que se dedica a perturbar la paz de los ciudadanos como una pandilla de macarras populistas.

En mi pueblo, como en todos los demás, llega la hora de la adulación vergonzosa y vergonzante, de las tonterías y las ínfulas con las que la casta de aspirantes a despachos, prebendas y concejalías se parte el culo de risa en las sedes de los partidos políticos con representación municipal.

La piñata demagógica está a disposición del vasallaje, otrora también llamado pueblo soberano. La obscena orgía de alianzas y tránsfugas ya se va perpetrando en los rincones oscuros de las cafeterías, la mascarada está servida para eso que ellos llaman elecciones y a veces, en un alarde de cursilería, “Fiesta de la democracia y de la libertad”. ¡Qué más se puede pedir!