sábado, 28 de julio de 2012

DEMAGOGIA


Legislan o mejor;  conspiran para ir llevándose el botín. Eso ya lo sabemos (por fin). Hizo falta empobrecer a la población, reprimirla, encarcelarla, darle dos hostias.

 Lo de la ideología les importa poco  y  pese a lo que pueda creerse, siempre están con la inmensa mayoría siendo ellos la élite. Sabemos que las mayorías las crean ellos, las forman, adocenan y adoctrinan. Hoy son comisarios políticos de gran importancia en el comité central y mañana serán consejeros de administración,  de gran importancia también,  en la sociedad anónima.

La mayoría (tan respetada y tan promocionada por esta aristocracia) es la masa. Y la masa es  la plebe y así, tras dos o tres coñacs de centenaria reserva,  terminará la plebe siendo “la chusma” que es lo que desde el primer momento quisieron decir pero les daba un poco de apuro.

 Les da lo mismo qué monsergas pueda la mayoría (la chusma) haberse creído y de dónde venga la chusma (la mayoría) siempre que esté dispuesta a consumir sus productos, a repetir sus consignas, a apaciguarse con sus envenados y adictivos caramelos.

 Saben ulular todos los cantos de sirena que en el mundo han sido y se aplican con fervor a su ejercicio. Son los que niegan con carpetovetónicos aspavientos de señorito,  la mísera propina a un camarero y apoquinan seguidamente un dineral por las caricias de una puta  o por las pulsaciones fálicas de un chapero de lujo. Los que miran por delante y por detrás el céntimo que ha de pagarse al empleado y despilfarran alegremente en el deportivo del niño superpijo y caraculo.

A estos pensamientos se les llama “demagogia” . Observa uno que cuanto más razonable y más justo es el razonamiento más demagógico es, por ejemplo: “Deberían ustedes señores millonarios renunciar a las indemnizaciones obscenas que reciben cuando dejan una de esas grandes empresas” . Esto es demagogia. Y de la gorda.  O esto: Son los que recortan prestaciones sociales y se van de los bancos indemnizados con millones de euros, como ese hombre con la perilla coqueta; Rodrigo Rato (y qué buen rato lleva pasando desde que naciera) O  los que dicen representar a la justicia y piden más de doscientos mil euros por haber dimitido, como diciéndonos a todos que nos traguemos ese fenomenal corte de mangas que nos dedica ese juez de probada fe católica y de un pecaminoso amor por sí mismo y por sus prebendas. Todo, todo esto es demagógico y hasta de mal gusto.

En realidad el sofisma es tan sencillo…que unos cuantos vivirán siempre muy bien a costa de los demás. La justicia social quizá estuviera en una suerte de campeonato de penalidades.

Si no es posible que todo el mundo viva de puta madre, porque parece que eso no es posible, debiéramos decir a los candidatos a la gran vida:

 Veamos, Alfredito Pérez , según tu árbol genealógico lleváis tres o cuatro generaciones comiendo bien, con grandes casas y modernísimos vehículos. Habéis viajado, conocido cultura y ocio, habéis tú y toda tu casta, sido bastante felices, así que este tribunal de melancólicos ha decidido que ya está bien, que ahora le toca a otro”.

Y tras un concurso oposición, tendríamos que elegir a un gran pringado, a uno de esos que pudiera acreditar que ya su abuelo tuvo que soportar la injusticia de un señorito a caballo, a uno de esos cuyos padres comieron gato imaginando una liebre, o conocieron cárcel, exilio, y emigración. Pues a ese hombre le tocaría, como en la bonoloto, el bote de la vida.

Lo malo será que el afortunado tendrá poder y dinero y comprará al tribunal de melancólicos, los melancólicos ya no querrán hacer otra cosa en la vida que juzgar a los ciudadanos. El afortunado- antes gran pringado- pensará que él ha hecho muchísimo  por la comunidad y que no es muy justo que digamos que tenga que dejar de ser líder, afortunado y rumbero de la aristocracia. Los melancólicos, el tribunal, empezarán  a barruntar la idea de cambiar esas leyes que ellos mismos promocionaron porque a fuerza de ambrosías y fanfarrias, cada vez son menos melancólicos y más hijos de puta.

Además, el gran pringado ayer, hoy Gerifalte Dignísimo, sentirá que la lotería que un día le tocó no fue cosa del azar, que fue fruto de sus excelencia y su tesón y el tribunal de melancólicos, los que inventaron esa lotería, argumentará que de lotería nada, que el que llega es porque vale un potosí y que defender lo contario empieza a ser bastante…¿cómo era eso? ¿demagógico? 

sábado, 21 de julio de 2012

MODA Y EDAD





Teníamos que regalarnos algo de ropa. Una expresión muy utilizada es “Voy a comprarle a mi marido algo de ropa porque está en cueros” Las mujeres dicen esas cosas sin maldad, sabiendo que el nivel de perversión erótica de sus contertulias será parecido,  si no igual,  al suyo y no se fabricarán las amigas imágenes calenturientas con los colgajos del marido.

Lo digo porque un hombre le dice a otro eso mismo: “Voy a comprarle un vestido a mi mujer porque está en cueros” Y el amigo ya estará (si la esposa del rumboso está de buen ver) imaginando a la mujer de ese amigo en pelotas, por el piso; fregando los cacharros en la cocina con sólo un delantal sobre las tetas, como las estrellas del porno. Advierto  que estos análisis los hace uno desde la intuición y que no tenemos ni una prueba de que el mundo funcione así. Si fuésemos petulantes llamaríamos a esto “Teoría del comportamiento”.  Si fuésemos sinceros lo dejaríamos en  “Sospechas”.

A lo de la ropa voy  cuando ya se han ido deshilachando hasta llegar al harapo los pantalones vaqueros y las camisetas se llenan de misteriosos agujeritos, como para refrescarnos antes de desaparecer por obsolescencia.

 La ropa que tengo que ponerme para trabajar me horroriza, yo iría de cualquier forma; en bermudas o con una camiseta de los Stones, la de la lengua por ejemplo, para así enseñársela (la lengua) a los hijos de puta y a los perros y a los estafadores, pero ella me dice que tengo que ir en condiciones y yo entiendo que tengo que ir aceptando esas condiciones; esas también, las del atuendo.

Hace años había tiendas pequeñitas en las que un dependiente te atendía personalmente, conocía tu talla, te decía: “Gallardoski; ¿Otra camisa con flores como las de Rafael Alberti? Que ya tienes tres iguales, hombre”. Y te recomendaba un niqui de rayas para que lo estrenases el jueves santo.

Ahora vamos todos a los llamados centros comerciales y nadie nos dice nada y una música asquerosa suena en los probadores. Como no sé donde están los límites, me metí en una tienda para cadetes y juveniles, me di cuenta enseguida por las combinaciones cromáticas de las prendas y por las audaces tallas de las camisas. La XXL que es la talla que iba buscando apenas se exponía y cuando estaba se trataba de una XXL de coña, para culturistas o para sílfides. Pero un prurito de dignidad (o de estupidez) me poseyó y me dije que tampoco estaba uno tan mayor, que si Alberti se puso esas festivas camisas hawaianas hasta su muerte, podríamos nosotros encontrar algo que nos sentara medio bien.

En el pasillo donde estaban ubicados una decena de esos probadores había un grupo de tres muchachas con una masa informe de trapos para ir viendo cómo les quedaba cada uno de ellos.
Les  hubiera dicho en atención a la donosura de sus cuerpos que no les hacía ninguna falta esa comprobación empírica, que a esas edades todo lo que posaran sobre sus esbelteces iba a sentarles de puta madre. La mitad de las cosas bonitas que se pueden decir en la vida nos las callamos y así el mundo nunca será diferente.

Se metían las tres en uno de los probadores y allí se asesoraban las unas a las otras, sin pudores frente a la desnudez compartida. Eso tampoco lo hacemos los hombres, por lo menos los hombres heterosexuales; meternos con dos amigos a ver cómo nos sientan unos calzones. Yo creo que es un prejuicio fálico el que nos impide la naturalidad, como si nos diera vergüenza que nos la vieran en estado de reposo absoluto, porque a lo mejor hay una competición brumosa de centímetros en el inconsciente colectivo de la parte macho de la manada.

Como estaba muy cerca del trío de voluptuosas hadas,  podía escuchar su conversación, su tertulia. Yo me estaba peleando con un jersey al que habían hecho la abertura del cuello con un cortaúñas y, si bien la cabeza había entrado con relativa facilidad, me estaba siendo harto complicado sacarla (la cabeza) de aquella suerte de camisa de fuerza de diseño. Además en los probadores hay un montón de espejos, perspectivas de uno mismo que jamás hemos tenido, los espejos reciben  una luz excesiva y tóxica que hace que nos descubramos alrededor del lóbulo de nuestras orejas unos pelitos tipo púbicos, tiesos, medio rizados… no son muchos, pero son, como los golpes de la vida que lamentaba Cesar Vallejo.

Las muchachas hablaban de sus novios o de sus ligues con una espontaneidad que a mí, que he crecido en los últimos estertores del nacional catolicismo, me maravillaba. Para ellas el sexo es una especie de gimnasia sueca muy placentera y cuando se acuestan con los muchachos no se tiran media vida recordando un polvo.

Yo seguía allí en el probador, como los mirones pero sin mirar, escuchándolas tan libres, tan carentes de prejuicios. Me ponía de perfil y aguantaba la respiración casi hasta el infarto para esconder la panza o me subía los cuellos de una camisa de colorines, como los chulos y hacía mojigangas pretendidamente seductoras frente a mi reflejo. ¡Un número, vamos!

Pero me pudo la vergüenza y salí del probador antes que ellas. Al final con compré nada y dejé los trapos tirador por allí, en un mostrador de cualquier forma.

Todos los muchachos y las muchachas que pululaban por la tienda esa ya tenían cosas metidas en bolsas de colores. Algunos hacían cola en la caja y parecían muy alegres por poder gastarse unos euros y , sobre todo, por haber comprobado en los probadores cómo se les pegaba al tórax la prenda deportiva.  Yo creo que ya no tengo ni tórax, que lo he perdido, como la esperanza.

Por fin, mientras manoseaba una chaqueta vaquera y escuchaba como si fuese la voz de dios, la de mi mujer diciéndome “Niño que eso a ti ya no te pega” una muchacha vestida con el uniforme de la tienda me preguntó: “¿No se lleva usted nada, caballero? ”. No me lo dijo amablemente, me lo dijo como si estuviera ya harta de verme dando vueltas por la tienda, o quizá las muchachas del probador le hubiesen dicho algo; que estaba espiando, que era un guarro o un cotilla.

¿No se lleva usted nada, caballero? Me repitió la dependienta deseando llamar al segurata. Le contesté: Sí, una mala impresión

sábado, 14 de julio de 2012

LINGUÍSTICA


POLICÍA: Conjunto de personas y medios a las órdenes de las autoridades políticas, que se encarga de vigilar el mantenimiento del orden público, la seguridad de los ciudadanos y el cumplimiento de las leyes.

(Subrayado mío)

Hay palabras que contienen en su representación gráfica todo su significado y que no podían estar mejor escritas, se me ocurre por ejemplo “clítoris”. Cada sílaba le viene bien a esta palabra, su acentuación, sus etimológicas reminiscencias griegas. Milagros de la lengua. Y ahora uno lee lo que acaba de escribir y piensa; clítoris, griego, milagros de la lengua…hasta la palabra sílaba la hubiésemos querido perturbar y transformarla en saliva. ¡Qué fácil es el erotismo e incluso la pornografía a ciertas edades!

Hay, sin embargo, otras palabras a las que les falta contundencia gráfica. Por ejemplo “asma” que yo creo que habría que escribirla con hache: “Hasma” escrita así hasta nos da un poco de asfixia al pronunciarla, como si nos compungiera el pecho esa hache, tan inspirada.

El lenguaje se conjura con los hechos y no nos resistimos a estas alturas a convocar el poema enorme de Borges:

“Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo”

El nombre es arquetipo de la cosa, así en las letras de “reformas estructurales” a fuerza de lingüísticas perversiones, sabemos ya lo que se esconde; qué infamias, qué páramos desolados para la parte chunga del mundo.

 Y  vamos asumiendo la retahíla obscena y adivinamos que en las letras de “Fuerzas de seguridad del estado” se incuba un huevo podrido y pestoso de odio a una clase social. Las fuerzas de seguridad del estado tarde o temprano van a pegarnos a todos los pobres. Eso se sabe y  es muy triste saberlo.

 Saber que cuando roben la pensión a los abuelos, estos chicarrones vestidos de represores futuristas con sus escudos, sus rodilleras, sus coderas, sus porras, sus escopetas lanzadoras de pelotas de goma, es muy triste decíamos, saber que nuestros abuelos van a ser golpeados por esta gente. Que serán arrastrados por dos o tres de estos valientes, que sangrará la cabeza del viejecito y será portada de algún vomitivo diario de la mañana, con un pie de foto donde podrá leerse “Setenta heridos en las manifestaciones de pensionistas, jubilados y dependientes severos, treinta de los heridos han sido policías”. ¡Con dos cojones! ¡Viva la prensa libre!

Sabemos que “Otoño caliente” no es el nombre de una película tirando a guarrilla. Sabemos que será casi un peregrinar para  acudir a la plaza, corear las consignas, escudriñar los panfletos y cuando “La autoridad competente” -que sabemos también qué significa y qué les compete-  decida que ya está bien, podremos asistir a la carrera de nuestro hijo mientras es perseguido por dos o tres antidisturbios, como macarras con carné que van cumpliendo con grandísimo celo su repugnante deber.

Llegará el día en que el policía anti disturbios esté muy cansado, haya sufrido múltiples lesiones en sus enfrentamientos con sus conciudadanos, ya se  sabe; luxaciones en el codo de aporrear cabezas con rastas o melenas, tobillos torcidos de correr tras jovencitas espantadas para abofetearlas impunemente, dolores de espalda de levantar en volandas a viejos heridos y lanzarlos al furgón policial como a un saco.

Llegará el día en que muy cansado, muy triste y algo mayor ya para ir por ahí, golfeando por las ciudades, haga balance y caiga en la cuenta de que en su vida digamos “profesional”, su flamígera porra ha catado la carne conmovida de jóvenes estudiantes, comunistas con banderas,  animadores socio culturales del movimiento 15-M, feministas en lucha, sindicalistas en huelga, comerciantes, nacionalistas radicales, rockeros ajumados, canis pastilleros, trabajadores humillados, familias desahuciadas,  parados desolados, mineros, mujeres de mineros, padres de mineros,  hijos de mineros…

Caerá en la cuenta, en fin, de que su porra ha estado durante años al servicio de un poder al que no ha querido mirar a la cara, no fuera  a ser que se les cayera la cara de vergüenza a ambos; al que manda y a su lacayo.

Si como el griego afirma en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa; ¿Qué nombre le ponemos a esa vida que ha llevado el policía?


sábado, 7 de julio de 2012

GENIOS Y ADLÁTERES




En las ventas de carretera castizas que van quedando,  por las fotos, los carteles de toros  y los cachivaches que se exponen para la venta y para el asombro del viajero, podríamos tener las claves de la vida, del pensamiento político, de las preferencias futbolísticas y artísticas del dueño del negocio. Es como si dijeran los propietarios de esos boliches; “Aquí ando, todo el día tras esta barra y con este mandil, viendo cómo pasáis por aquí camino de otros destinos, así que como todo lo que soy está en mi garito,  os cuento un poco mi vida”. Eso ocurre en las que todavía no han sido fagocitadas por una multinacional y forman así parte de una cadena comercial que hace que todas las ventas sean iguales, lo que unido a la monotonía de las autopistas convierten el viaje en triste travesía.

En los expositores de estas genuinas tabernas cuelgan muchas veces llaveros horribles con la cabeza calva de Francisco Franco labrado de perfil como en los duros antiguos. La efigie del dictador nacional/católico está como aplastada, como si la bota de la historia hubiese hecho justicia poética.  Otras, el que mira, esta vez de frente, es el Ché Guevara, ole, hasta para los llaveros tiene uno sus debilidades.
 También tienen mucha afición las efigies del Camarón de la Isla y los escudos del Barcelona y del Real Madrid. Allí andan colgados los llaveros antagónicos, unidos por la mercadotecnia cañí.

Me gustan mucho las ventas  que tienen presidiendo la barra, una foto de algún artista famoso cogiendo del hombro al dueño, como si fuesen amigotes de toda la vida. La foto está firmada, primorosamente enmarcada y es la joya de la corona decorativa del lugar.
El tabernero es en ocasiones hombre de gran fantasía y si le pregunta uno cómo fue que Sarita Montiel anduvo por aquel local digamos… tan modesto, puede servirnos el hombre  una historia magnífica a la vez que nos sirve esa ensalada enorme e insípida. Puede incluso permitirse familiaridades con la célebre clientela; Sara, desde ese día ya no dejó de pasar por aquí cada vez que iba camino del esteticista o del psiquiatra. Y le da el tabernero a esa foto anecdótica y firmada con prisa por la diva, rango de categoría.

Esa vanidad tonta de conocer gente de relumbrón no es exclusiva de los gerentes de venta de carretera, aunque les guste más una foto firmada que un llavero hortera.

Hemos visto a amigos a los que un día les dio la mano Paco de Lucía y ya, desde entonces, cuando hablan del guitarrista algecireño dicen; “Sí, porque Paco…” y tú, si no eres tonto, tienes que entender enseguida que se trata de ese Paco, del de Lucía.

Es como si la luz divina que desprenden los salvados, los triunfadores de este mundo les iluminara a ellos, como si por estar cerca del suertudo que compuso una copla de éxito, escribió un poema ye yé  o pintó un churrete en un lienzo y se forró, fueran a hacerse también ellos listos, guapos o millonarios.

Y también están los que viven de eso, los que ha tenido un padre cantante, un tío poeta fusilado,  o un primo que fue pintor de vanguardia y dejó en un garaje abandonado una ingente obra a medio terminar que poco a poco va saliendo al mercado.

Un ejemplo: el hermano de García Márquez se viste igual que García Márquez. Pantalón de lino blanco y guayabera, se busca las habichuelas dando conferencias sobre su hermano y soltado sandeces como: 
“A veces, preferiría no ser hermano de Gabo, para así poder hablar con libertad”. Y nos quedamos perplejos ante tamaña tontería porque;  ¿Quién demonios tendría interés en escuchar a este Jaime García Márquez si no fuese hermano del escritor colombiano?

También cuenta en una entrevista reciente que hace dos años que no ve al hermano, pero que este llama a su casa todos los días para hacerlo a él, a ese hermano al que no ve desde hace más de dos años, depositario de su memoria. Habrá que creerle. Porque seguramente dentro de poco sacará el hermano clon de García Márquez un libraco donde de buena cuenta de esas confidencias telefónicas y así, podrá seguir unos cuantos años más, cuando duerma Gabo el sueño de los justos,  disfrutando de la franquicia “García Márquez y hermanísimos S.L.” .

Es curioso que en sus memorias, bastante tediosas, García Márquez siempre se refiera a su hermano Jaime para subrayar su condición de seismesino y su debilidad.
“Jaime, que ya tenía diez años, había sido el que más tardó en apartarse del regazo materno por su condición de seismesino”

“La casa nueva y recién amueblada tenía un aire de fiesta y un hermano nuevo: Jaime, nacido en mayo bajo el buen signo de Géminis, y además seismesino”
“Mi madre sólo parecía pendiente de la salud de Jaime, el hijo menor, que no había logrado superar su condición de seismesino.”

No se sabe qué jode más al genio en sandalias peregrinas; que su hermano fuese así, seismesino o que su madre, tan importante en su vida desde ese viaje iniciático y absurdo para vender una casa vieja en Aracataca, lo cuidara más que a él.

Si yo tuviera un hermano como García Márquez, que para aludir a mí en sus memorias se limitara siempre a constatar, no sé, que uno se operó de fimosis y estuviera todo el tiempo:

Mi hermano J.A. que se operó de fimosis” o “Vi salir de un tren en aquella ciudad helada del norte de Europa a mi hermano J.A., que se operó de fimosis” o también: “Detuvieron en una redada en Buenos Aires a mi hermano J.A., que se operó de fimosis” pensaría con razón que mi hermano por mucho premio Nobel que tuviera en sus vitrinas estilo colonial, era más bien un cabronazo.

Los genios - lo digo porque yo he conocido en mi vida y sólo en mi pueblo a quince o veinte; de la música, de las letras, de los monigotes, de las chirigotas- no son de fiar. Cuando son incomprendidos porque serán capaces de la más grande villanía para que se les reconozca y cuando son reconocidos porque empiezan a mirar a la fauna humana como si tuviera que estar agradecida a su pedo lírico, a sus cien años de soledad o a su espantosa sinfonía atonal.