viernes, 18 de febrero de 2011

EL FUTURO NO ES LO QUE ERA


El futuro ya no es lo que era. El futuro sucedía siempre en urbes civilizadísimas, con edificios encapsulados en burbujas de aire, porque en el exterior era el aire irrespirable.

El futuro lo habitaban seres humanos, más bien rubios y estilizados, vestidos como astronautas sin escafandra y los acompañaban robots metalizados y brillantes que ejercían las labores más penosas del mundo venidero, incluso había robots domésticos que sustituyeron a los perros y a los gatos que fueron de los primeros en espicharla cuando lo de la bomba.

En el futuro que iba a ser, los coches se elevaban tímidamente sobre un asfalto alicatado de colores vivos y la gravedad era un cachondeo del pasado mientras un enjambre de avionetas utilitarias surcaba el cielo de los bulevares.

Todo el mundo comía pastillas de colores como en las puertas de las discotecas del presente y la gente se llamaba Héctor o Afrodita, como los griegos.

Se follaba en ese futuro sin ejercicio físico apenas, mirándose fijamente a los ojos o a las respectivas entrepiernas de los amantes, que eso no quedaba muy claro en los devaneos de los visionarios.

Las viviendas eran electrodomésticos gigantes con pantallas hasta en el retrete y con asépticas alcobas donde se descansaba entubado a un simulador de sueños y hasta con un Freud de hojalata de cabecera, para aquellos que no hubieran, pese a los quiméricos adelantos, desterrado de su subconsciente las perrerías de Edipo.

En los garitos servían las copas bichos de otras galaxias, que como en el presente los sudamericanos, habían emigrado al planeta tierra para nutrir los puestos de trabajo de la hostelería. Todos los mejunjes que se bebían en el futuro que iba a ser, tenían cantidad de burbujas, en una suerte de paroxismo de la coca cola .

Los pobres del futuro eran trogloditas que no pudieron, por alguna razón misteriosa que nunca nos fue explicada, librarse del holocausto vírico o nuclear, una especie de jipis que vivían fuera de la burbuja, se emporraban, follaban intercambiando fluidos y salivas y eran sospechosos de portar mil enfermedades, todas ellas radiactivas y muy contagiosas.

En el futuro que iba a ser, dios era una pantalla de diseño Orwelliano que ni era bueno ni nada, simplemente se dedicaba a censurar nuestras faltas, como el Jehová implacable del antiguo testamento.

Nada de eso ha sido el futuro al final. La bolita de la tierra sigue soportando la injusticia, el hambre, la infamia, el terror.
En el plano doméstico hemos cambiado el dial de las radios, primero por las televisiones y luego por internet y nos creemos la hostia por eso.

Se pone uno pantalones idénticos a los que se ponía nuestro padre , Raphael sigue vivo y coleando y cantando en la televisión pública con ese vozarrón que tiene, seguimos comiendo ajo campero y papas aliñás en las tabernas mientras bebemos el vino alegre o triste que dan las cepas en la viña, los jóvenes se enamoran y desenamoran y siguen creyendo que todas las canciones de amor hablan de ellos, los pobres las pasan putas y los ricos se van de putas, el sistema de los ricos puteros sigue ahogando a la famélica legión que apenas cogió unos kilos, con aquel caramelo envenenado de la social democracia, fue de nuevo sometida la famélica legión a un régimen de terror laboral y de exclusión social.

la bomba al final no explotó, explotaron, eso sí, millones de bombitas que como un reguero de mierda y de muerte fue dejando el mundo hecho un asco, con países en la edad media y países en la edad pija, con todos los adelantos su disposición.

Cuánta razón tenían aquellos jóvenes mohicanos londinenses con sus guitarras desafinadas y su distorsión al límite, cuando a finales de los setenta gritaban a los cuatro vientos “No future”. O por lo menos, como cantaban los Clash; “No hay futuro, pero por favor con nata”. 


viernes, 11 de febrero de 2011

LOS PADRES DE MI AMIGO

Los vecinos de la manzana colindante a la Casa Marqués de Arizón llevan sufriendo desde hace más de veinte años un verdadero calvario a causa del polémico proyecto de rehabilitación de esta magnífica casa de cargadores a Indias y del correspondiente convenio que la empresa firmó con el Ayuntamiento entonces presidido por el alcalde socialista Manuel Vital Gordillo.

Tras muchos años confiando en que la Justicia y el Ayuntamiento paralizarían este despropósito creo que ha llegado la hora de expresar el malestar y el gran perjuicio que se les va a causar a estos vecinos. La opinión pública debería movilizarse ahora, como lo hizo en casos anteriores con el asunto de la demolición de viviendas irregulares y recordarles a los políticos gobernantes del equipo de Gobierno actual que hace casi cuatro años se encadenaron en torno a la casa (rodeando TAMBIÉN la vivienda de estos vecinos, el negocio de hostelería y el taller que también sufrirán las consecuencias)
Esta operación fraudulenta va a causar unos daños irreparables a tres personas mayores (una de 83, impedido, y otras dos de 80 años) que llevan viviendo en SU CASA toda la vida y ahora, en su ocaso, quieren fastidiarlos desde el Ayuntamiento, pues ya está redactada la orden de desahucio”.

LOS PADRES DE MI AMIGO

Enseguida supe, en medio del sarao literario, que eran los padres de mi amigo; no tenían pinta de nada raro, no pretendían engañar a la edad con atildados gestos de artista o con extravagancias en su indumentaria, no miraban a nadie por encima del hombro, no se leía en sus miradas ese rencor larvado con que lo observan todo aquellos que se creen más listos que ninguno, con más derechos que nadie. Tenían esa pulcritud y esa limpieza en el vestir que tenían mis abuelos, con sus olores a jabón, a crema de afeitar y a vieja decencia.

Tenían esa modestia proletaria que no precisa de banderas, esa sensatez pero también ese orgullo de los años trabajados, de los esfuerzos, de las dificultades económicas y por fin ese sosiego del tiempo superado. Y esa noche andaban por allí, vestidos de domingo, porque su hijo presentaba un libro.

Daban ganas de llevarse de allí al padre de mi amigo y tomarse con él unos cuantos vasos y charlar durante un buen rato de la vida, alejarse de tanto figurante, de tanto genio incomprendido, de tanto maestro de cuerpo presente y de tanto impostado referente cultural de la provincia.

Casi no conozco a los padres de mi amigo. Envidio bastante a mi amigo por razones que ahora no vienen al caso, pero envidio sobre todo cuando mi amigo me cuenta que una de sus costumbres durante años, era visitar a su padre al mediodía y tomarse con él una copa de vino. Esa placidez, ese respeto con el que ambos se trataban me sigue conmoviendo.

Todo esto ocurría alrededor de una casa, la casa del padre, en la que las personas que tienen raíces siempre encuentran un sitio al que volver por pródigas que hayan sido las vicisitudes de la vida. A uno le parece que esos valores deberían ser intocables, que echar, desahuciar vilmente a unos ancianos del hogar en el que han vivido siempre, en el que han visto crecer y formarse como mujeres y hombres a su prole, es de una crueldad obscena y quien ejerce ese poder contra ellos es el malo de la novela, el impío funcionario Dickensiano, el político inmoral que rubrica desde su mediocridad las infamias de su efímero poder.

Ahora, entre otros daños colaterales, los padres de mi amigo pueden ser, probablemente serán, expulsados de su territorio natural en atención a una operación económica cuando menos sospechosa. Ahora, seguramente, los padres de mi amigo no entenderán por qué los mismos que se encadenaban alrededor de su vivienda, llegan con tan malas, con tan tristes noticias. No entenderán qué ha cambiado desde las sonrisas electorales cuando los mismos que hoy especulan, incoan expedientes, resuelven y decretan, armaron tanto escándalo con sus pitos y sus parrandas de manifestantes de izquierdas.

El “vuelva usted mañana” de nuestro Larra es una queja, una reclamación de atención y eficacia frente al aparato burocrático de cualquier estado, que se denuncia, se comenta en la tertulia y se convierte al final en tema de conversación democrática en la sobremesa.

En Kafka, en “El castillo” no estamos frente a una queja; nos hallamos frente al vacío de la crueldad y el absurdo de las burocracias. Cuando se dice burocracia piensa uno siempre en la ineficacia, pero casi nunca en la crueldad, ya vamos teniendo el dudoso gusto de conocerla. Estoy seguro que los padres de mi amigo no entienden nada de lo que les está pasando porque ellos no son así, no trabajaron honestamente toda su vida para que las cosas fueran así, no cumplieron con sus deberes ciudadanos ni pagaron sus impuestos para que las cosas fueran así. No comprenden nada de todo esto porque todo esto es, además de asqueroso, incomprensible.

viernes, 4 de febrero de 2011

NADA ES LO QUE PARECE

Un mareo muy grande, una fatiguita…un vértigo de desconfianza y sospecha; analfabetos funcionales adoctrinando al pueblo, representantes de los trabajadores que no han trabajado en su vida, adalides de la cultura leyendo a Isabel Allende, socialistas obreros y españoles acostándose con banqueros y quedando preñados de neoliberalismo.


Jornaleros pagando el parto de los montes, policías armados hasta los dientes heridos por estudiantes que tiran piedras, poetas líricos haciendo cábalas sobre las composiciones de los jurados literarios, rockeros defensores de todos los excesos guapeándose en los gimnasios.

Líderes de la izquierda revolucionaria abroncando a la señora de la limpieza, demócratas de toda la vida chuleando en las audiencias borbónicas, filósofos mayúsculos que poseen la verdad sobre todo y la sueltan entre eructos ideológicos y biliosas demagogias taberneras.

Ministros del interior chivateándose de redadas a presuntos delincuentes, narcotraficantes subvencionando patrullas callejeras y marchas contra la droga, jerarcas petrolíferos metidos a ecologistas, portavoces del partido popular defendiendo los derechos de los parados.

Yo he visto a un señor pequeñito y raquítico, un espécimen patrio cuyos padres debieron padecer los años del hambre y que fue criado en medio de las carencias y las miserias con que la España de Franco celebró su victoria sobre la otra mitad del país, comentar alegremente en su tertulia de amigos que lo que está bastante claro es que los negros son seres inferiores, porque él lo ha leído en un libro, porque él además ya lo intuía y porque se lo ha dicho su primo.

Todo esto lo decía el gnomo levantando el dedito y atusándose el bigote mientras en la mesa de al lado, un africano trataba de vender su triste mercancía a una familia que tomaba su aperitivo, y mirando la envergadura del africano, negro como la noche, la musculatura del mismo e intuyendo lo que seguramente guarda, bendito sea dios, en su entrepierna, no pudo uno reprimir la risa ante la diatriba del españolito.

Afirmé hace décadas en alguna poesía misteriosamente inédita, conocer algún atribulado padre que golpeaba a sus hijos en la cabeza con ilustrados tomos de pedagogía, hemos oído a maromos declararse en contra de todo tipo de machismo mientras sus parejas les ponían la mesa, el cubatita y los frutos secos para que no perdiera, el liberado y comprometido muchacho, el hilo de su argumentación.

Durante las noches de farra, nos han acompañado amigos que decían sin asomo de pudor “Yo soy la persona más modesta del mundo” organizando con su frase una nueva variación de la famosa parábola del mentiroso, aquella en la que el ciudadano de Creta consigna “Todos los cretenses mienten sin excepción” transformando así, al ser él mismo un ciudadano de Creta, su propia aseveración en mentira, luego, los ciudadanos de Creta no tenían porqué ser todos unos mentirosos...o sí.

Nada es lo que parece, más ejemplos; siempre he creído que mis andares estaban bien, que eran casi señoriales, incluso garbosos cuando la ocasión lo requiso. ¡Ah!, esos andares de macarra flirteando con las muchachas con los ombligos fuera.

Así maliciábamos ser, pese a que ya algunas personas se lo habían comunicado a uno más o menos jocosamente; caminas como una marioneta lacia, moviendo la cabeza mucho, de un hemisferio a otro. Hasta que un amigo, en una humorada algo cruel, nos enseñó un vídeo en el que se nos veía alegremente andando, no hemos sido conscientes de la pinta de majarón que tenemos cuando vamos por la vida.

También nos han grabado, la crueldad de los camarógrafos aficionados no conoce límites, bailando. Bailando digamos que al son de una música, seguramente al son de una música interior que nada tenía que ver con el compás que llevaba el resto del ballet en atención a lo desgarbado de nuestro movimiento. Cautivado por el ritmo se pensaba uno alegre y desinhibido como las caderas de Elvis y lo que ofrecíamos, tristemente, al respetable era una estampa en movimiento del monstruo de Frankestein.

Se pretende demostrar con estas dolorosas constataciones tan personales, que nada es lo que parece, que la imagen que tenemos de nosotros mismos puede en cualquier momento ser demolida por la tozudez de los hechos, así como la imagen que teníamos del mundo puede ser, a fuerza de propaganda y pensamiento único, no ya un cambalache como se cantó del siglo XX, sino un caos de simulación, estafa y mentira.

Cuando he visto estos días ese abrazo, más grande y más chulo que el de Vergara, entre el presidente del gobierno, los líderes de los sindicatos mayoritarios y los gerifaltes de los empresarios, he fantaseado con la idea de cómo se verán a sí mismos, seguro que bien, seguro que favorecidos por la razón y por la historia. No me extraña, yo también pensaba hasta hace nada que tenía una melena de puta madre y no paran de asomar como archipiélagos pequeñas claridades por mi cabeza otrora tan poblada. Alguien tendrá que decirles a todos ellos lo feos que son y lo feo que es lo que están haciendo con todos nosotros.