viernes, 4 de febrero de 2011

NADA ES LO QUE PARECE

Un mareo muy grande, una fatiguita…un vértigo de desconfianza y sospecha; analfabetos funcionales adoctrinando al pueblo, representantes de los trabajadores que no han trabajado en su vida, adalides de la cultura leyendo a Isabel Allende, socialistas obreros y españoles acostándose con banqueros y quedando preñados de neoliberalismo.


Jornaleros pagando el parto de los montes, policías armados hasta los dientes heridos por estudiantes que tiran piedras, poetas líricos haciendo cábalas sobre las composiciones de los jurados literarios, rockeros defensores de todos los excesos guapeándose en los gimnasios.

Líderes de la izquierda revolucionaria abroncando a la señora de la limpieza, demócratas de toda la vida chuleando en las audiencias borbónicas, filósofos mayúsculos que poseen la verdad sobre todo y la sueltan entre eructos ideológicos y biliosas demagogias taberneras.

Ministros del interior chivateándose de redadas a presuntos delincuentes, narcotraficantes subvencionando patrullas callejeras y marchas contra la droga, jerarcas petrolíferos metidos a ecologistas, portavoces del partido popular defendiendo los derechos de los parados.

Yo he visto a un señor pequeñito y raquítico, un espécimen patrio cuyos padres debieron padecer los años del hambre y que fue criado en medio de las carencias y las miserias con que la España de Franco celebró su victoria sobre la otra mitad del país, comentar alegremente en su tertulia de amigos que lo que está bastante claro es que los negros son seres inferiores, porque él lo ha leído en un libro, porque él además ya lo intuía y porque se lo ha dicho su primo.

Todo esto lo decía el gnomo levantando el dedito y atusándose el bigote mientras en la mesa de al lado, un africano trataba de vender su triste mercancía a una familia que tomaba su aperitivo, y mirando la envergadura del africano, negro como la noche, la musculatura del mismo e intuyendo lo que seguramente guarda, bendito sea dios, en su entrepierna, no pudo uno reprimir la risa ante la diatriba del españolito.

Afirmé hace décadas en alguna poesía misteriosamente inédita, conocer algún atribulado padre que golpeaba a sus hijos en la cabeza con ilustrados tomos de pedagogía, hemos oído a maromos declararse en contra de todo tipo de machismo mientras sus parejas les ponían la mesa, el cubatita y los frutos secos para que no perdiera, el liberado y comprometido muchacho, el hilo de su argumentación.

Durante las noches de farra, nos han acompañado amigos que decían sin asomo de pudor “Yo soy la persona más modesta del mundo” organizando con su frase una nueva variación de la famosa parábola del mentiroso, aquella en la que el ciudadano de Creta consigna “Todos los cretenses mienten sin excepción” transformando así, al ser él mismo un ciudadano de Creta, su propia aseveración en mentira, luego, los ciudadanos de Creta no tenían porqué ser todos unos mentirosos...o sí.

Nada es lo que parece, más ejemplos; siempre he creído que mis andares estaban bien, que eran casi señoriales, incluso garbosos cuando la ocasión lo requiso. ¡Ah!, esos andares de macarra flirteando con las muchachas con los ombligos fuera.

Así maliciábamos ser, pese a que ya algunas personas se lo habían comunicado a uno más o menos jocosamente; caminas como una marioneta lacia, moviendo la cabeza mucho, de un hemisferio a otro. Hasta que un amigo, en una humorada algo cruel, nos enseñó un vídeo en el que se nos veía alegremente andando, no hemos sido conscientes de la pinta de majarón que tenemos cuando vamos por la vida.

También nos han grabado, la crueldad de los camarógrafos aficionados no conoce límites, bailando. Bailando digamos que al son de una música, seguramente al son de una música interior que nada tenía que ver con el compás que llevaba el resto del ballet en atención a lo desgarbado de nuestro movimiento. Cautivado por el ritmo se pensaba uno alegre y desinhibido como las caderas de Elvis y lo que ofrecíamos, tristemente, al respetable era una estampa en movimiento del monstruo de Frankestein.

Se pretende demostrar con estas dolorosas constataciones tan personales, que nada es lo que parece, que la imagen que tenemos de nosotros mismos puede en cualquier momento ser demolida por la tozudez de los hechos, así como la imagen que teníamos del mundo puede ser, a fuerza de propaganda y pensamiento único, no ya un cambalache como se cantó del siglo XX, sino un caos de simulación, estafa y mentira.

Cuando he visto estos días ese abrazo, más grande y más chulo que el de Vergara, entre el presidente del gobierno, los líderes de los sindicatos mayoritarios y los gerifaltes de los empresarios, he fantaseado con la idea de cómo se verán a sí mismos, seguro que bien, seguro que favorecidos por la razón y por la historia. No me extraña, yo también pensaba hasta hace nada que tenía una melena de puta madre y no paran de asomar como archipiélagos pequeñas claridades por mi cabeza otrora tan poblada. Alguien tendrá que decirles a todos ellos lo feos que son y lo feo que es lo que están haciendo con todos nosotros.

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