jueves, 9 de abril de 2009

SEMANA SANTA

No me molesta.

No me molesta esta exhuberancia de la fiesta con vergüenza de la fiesta, no me molesta este sacro paganismo que hará las delicias de hosteleros en los duros tiempos que viven las personas normales, que son las que viven y sufren la zozobra del mundo, de la política, de los ejércitos, de las policías, de los errores ultra financieros, las misérrimas alegrías de cuando el dinero estaba y que ahora, misteriosamente, se ha volatizado como el espíritu santo tras su mítica inseminación artificial, allá por el año cero de nuestra era.

No me molesta el rostro compungido de la anciana que ve vida, y hasta vida eterna, en los muertos ojos de la figura torturada que carga con su cruz por la ciudad, no me molesta la melancólica música que tocan las bandas de tambores y cornetas, su raquítica armonía, su sobriedad siciliana entre tanto exceso de latigazos, pústulas, oros, claveles y rosas.

No me molesta esta luz maravillosa del atardecer en el castillo de Santiago, mientras empiezan a encenderse como en un aquelarre medieval los cirios de los penitentes, anónimos, encapuchados, devotos de una fe en la que se funden felizmente la guasa carnavalera de hace unos meses con el rigor delirante de una religión que considera que es la vida un valle de lágrimas.

Muchos de mis amigos lanzan pestes, como si anduvieran los pobres endemoniados, frente a esta celebración trágica de la primavera. Mi beligerancia no va por ahí, me inquietan las arrogancias de los jerifaltes católicos, me inquieta que quienes tendrían, como su dios, que comprenderlo todo, apenas sean capaces de perdonarle al vecino su pequeña fechoría.

Me molestan los fachas, pero me molestan con cirio y sin él, y si me apuran me molestan menos con el cirio en la mano, quizá porque mientras que anden pendientes de los abalorios de su virgen magnífica no estarán barruntando cómo poner coto a la libertad de los demás.

Y lo que menos me molesta de toda esta escenografía popular de la Semana Santa, son esas personas que hacen estación de penitencia porque piden algo, agradecen algo o desean algo. En sus rostros adivino ese sendero humano, demasiado humano, que va de la esperanza a la pena sin fondo, lorquiana, con que el pueblo andaluz vive su tribulación y su enfermedad.

¿Cómo puede molestar a un poeta toda esta metáfora surrealista? Mi me molestan ni tengo el menor interés en molestarlos a ellos porque además, avezado trasnochador y bebedor que es uno, sé cómo se diluyen esos conatos de fanatismo cuando las mujeres
( y seguramente los hombres) se visten de domingo, se ponen guapas y empiezan a enseñar las carnes que durante el invierno anduvieron ateridas y ocultas.

El azahar, el incienso, los perfumes de las mujeres…el hedonismo campeará por sus anchas en cuanto llegue la madrugada y no hay nada cómo la noción del pecado para convocar a los demonios que habitan en nuestras entrepiernas. Yo creo que eso lo sabe hasta dios, que en paz descanse.
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domingo, 5 de abril de 2009

LIBRO DE RECLAMACIONES

Hemos creado, seguramente entre todos, castas que se sienten con derecho a todo y esta certeza lleva a una infantilización de las personas que van por el mundo enseñando los morros y exigiendo con aspavientos de atildados caballeretes y señoreadas señoras, el libro de reclamaciones al guía que los pasea en camello por el desierto.

Envalentonados por conocer más o menos de oídas las excelencias garantistas de nuestro sistema, siempre arrojan su ira contra los más débiles, a los que no pueden dejar de considerar vagos, maleantes o tarados.

Esgrimen su “Yo pago mis impuestos” en cuanto tienen ocasión – habrá que ver qué impuestos pagan – y esta coartada moral les vale para atacar a sus enemigos naturales; los pobres.

Nunca se les ve ponerse iracundos con los accionistas mayoritarios, ni con los prestigiosos médicos de privadísimas consultas, ni con las grandes constructoras y sus jefes de negociado.

Para ellos tienen otros moditos, otras complicidades. Pero ¡ay! Del camarero con su contrato detritus que sirve el cóctel, si no es capaz de poner la puta aceituna en el lugar adecuado del mejunje. Será víctima de toda esa rabia, contenida entre sus brillantinas y permanentes.

Y el narcotraficante reconvertido en orondo hombre de negocios comprará con sus euros conciencias, vallas publicitarias y pancartas de partidos políticos, y será invitado al banquete aquel que Martí, llamaba de tiranos, mientras que el yonki que alimenta el timo de la prohibición con sus tribulaciones, sus mellas y sus pústulas de adicto, será perseguido por la policía total del desprecio.

Somos tan moralmente pobres que ya ni siquiera pedimos un trabajo digno sino un trabajo decente, para seguir siendo pobres pero honrados.

O putas que además pagan la cama. ¿Dónde habrán puesto el libro de reclamaciones de esta farsa?