lunes, 29 de octubre de 2007

EXCREMENTOS

Hay muchas formas de ser un mierda en esta vida, hay un catálogo extensísimo de miserables formas de comportamiento. Una de las más asquerosas formas de serlo, es ser un mierda fascista, racista, cobarde y bajuno. Y no redundo en nada, simplemente enumero algunos de los atributos con los que se puede ir nombrando al mierda más grande de la semana. Hablo, por si alguien se despista, de ese ejemplar apenas evolucionado de primate, que acosó, insultó, agredió y finalmente pateó, a una menor ecuatoriana en el metro de Barcelona.

El mierda del metro de Barcelona dice que se le había ido, al chiquillo, la olla. No determina en su repugnante declaración cuándo se le fue. Pero intuimos que comenzó hace ya algún tiempo a tenor de su edad.

Probablemente esa sangrienta borrachera en la que está inmerso, le viene de haber asimilado, como un cerdo en su pocilga asimila la bazofia con que es alimentado, algunos, unos pocos, de esos mensajes que como flechas sin destino van recorriendo los medios de comunicación, las abruptas declaraciones de jueces y fiscales, con su oposición terminada, pero con su formación ética claramente lastrada por prejuicios endémicos, no sé si de la profesión o de la posición, de la clase social.

Esas flechas, esos proyectiles ideológicos que se van lanzando, en los que se hace hincapié en considerar a los inmigrantes, los mismos que el señor juez tiene contratados en su casa como empleadas de hogar, los mismos que sirven a los fiscales su merecido aperitivo al mediodía, cuando hacen esos recesos angustiosos para los reos, de esos mismos inmigrantes se va diciendo por ahí, alegremente, que componen un altísimo porcentaje de la población reclusa de nuestro país. Como si no fuera normal que la población reclusa de todos los países del mundo y en todas las épocas de la historia, esté compuesta por los más pobres y más desamparados de la sociedad.

El mierda de la semana ha estado escuchando toda esta porquería desde hace años, eso no lo hace inocente, porque todos escuchamos esta porquería y la mayoría no nos animamos a formar parte de la gran diarrea xenófoba, en la que él, el mierda, ha querido militar.

Pero como decíamos, y perdonen el tono escatológico que me está saliendo, el mierda de la semana tiene otro componente además del puramente racista. Se trata de ese nihilismo barriobajero y peligroso con el que se mueven muchos jóvenes de su edad, que se han empapado hasta la médula de su blanco libro de los derechos, pero carecen del coraje suficiente para asimilar también sus deberes.

En el fondo, el mierda y todos sus asquerosos coetáneos, son una banda de cobardes que atacan al más débil, que acuchillan al más justo, o que emboscan al más estudioso o trabajador para someterlo a la burla, a la agresión o al escarnio.

Son una piara hedionda, a los que principios como la honestidad, la justicia, la nobleza o la dignidad de las personas, apenas les entran en sus cabezas rapadas ( y no me refiero aquí al peinado, sino al rapado de ideas de sus cabezas) .

El mierda ha visto cómo los más mierdas de su comunidad han ido medrando, contratando por ejemplo a negros en el Maresme con sueldos de esclavo europeizado.

O cómo ganan respeto y dinero, y además se pasean por alfombras rojas de ayuntamientos almerienses de derechas, quienes tienen de manera ilegal y sin contrato, a los ecuatorianos y a los marroquíes, en los invernaderos de Almería, a los que de vez en cuando, una jauría de boñigas andantes como él, les visitan en sus chabolas y les prenden fuego, para que sepan quién manda aquí y cómo.

Escuchar las declaraciones del mierda, imaginar a este patán con una escopeta, o un fusil, campeando a sus anchas por una ciudad tomada, nos evoca imágenes escalofriantes de lo que está sucediendo, ahora mismo, en montones de sitios del mundo, en los que un mierda como éste, bajo las órdenes de otros estiércoles más depurados en su odio, van repartiendo su excremental legado de fanatismo y odio.

Contrasta con las declaraciones de la chica, mesuradas a pesar de lo terrorífico de la agresión, educadas, con un lenguaje mucho más extenso del que el mierda ha tenido en su vida, ¿vale neng?.

¿Y sobre esa persona se considera el mierda superior?.

Desde luego es que estos fachas ya dan bastante más que asco.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Manipulación y caverna

Sentarse en una terraza, pedir nuestra copa al camarero. Observar cómo la mañana se va llenando de angustias y de prisas, cómo van los ciudadanos acudiendo a sus obligaciones.
El gesto compungido del joven que acude disfrazado de pintor, de albañil, de empleado de banca, a rendir su tributo a los días. Ese; que parece que todavía sueña con otros amaneceres, con otras latitudes en las que desarrollar el tiempo de su vida. El quiosquero ordena la prensa en sus estantes, las personas van cogiendo su cacho de opinión impresa, su pedacito de información, seguramente sesgada, seguramente condicionada por tantos intereses empresariales, económicos y hasta geopolíticos que la improbable objetividad, da para la primera sonrisa de la jornada.
En estos días, en estos tiempos, la caverna y toda la patulea que en ella habita, saca pecho, revisa impunemente la historia reciente, hace una burla cuartelera a la esperanza y basa todo su discurso en sancionar moralmente a todo aquel que piense o que pensara en su día, que se debía pelear por un mundo mejor.
Ellos, que tuvieron esa moral de mesa camilla, de misa de doce y perversas limpiezas ideológicas durante cuarenta años. Ellos que tienen una vergüenza nunca confesada por cómo gestionaron sus mayores la victoria de una guerra civil, que claro que fue infame y criminal por ambas partes, pero cuya venganza para nada cristiana, la sufrieron los perdedores como ya se ha dicho, durante más de cuatro décadas.
En su porquería intelectual, van por ahí vendiéndonos la similitud entre individuos excepcionales como el Che Guevara, con cualquiera de sus caudillos militares.
Pero no se trata de glosar al mito, ya lo hacen sus apologistas y hasta sus detractores, se trata de que con ese razonamiento anacrónico que atiende exclusivamente a valores inmediatos e ignoran la dramática realidad en la que tuvieron que desarrollar sus vidas los pobres, los rotitos y sus defensores en aquellos años en los que mandaba más en Santiago de Chile la Fruits Company, que cualquiera de los senadores, que cualquiera de los milicos con toda su arrogancia y su vileza asesina, se trata, decíamos, de equiparar la honrada lucha de los trabajadores de este país, por ejemplo, por defenderse de la voracidad del empresariado protegido por las leyes fundamentales del movimiento, con los nazis alemanes, los fascistas italianos o los nacional católicos españoles.
Ciertamente esos trabajadores se llamaron a sí mismos comunistas; ¿Cómo iban a llamarse? ¿Democristianos? Para ser democristiano había que tener buenos trajes y probablemente un coto privado de caza al que invitar a alguno de los jerifaltes y matarifes de la época.
No, quienes lucharon por la libertad en nuestro país, tenían que llamarse comunistas, socialistas, sencillamente porque todos esos demoloqueseteocurra, no tenían la más mínima intención de hacerlo, no la tenían porque como en un acto de sinceridad que le honra, a pesar de lo repugnante que sea la realidad que constata, ellos vivían el franquismo con una serena placidez, en palabras de Jaime Mayor Oreja, destacado dirigente del Partido Popular, al que se le ve el plumero ya tanto, que da hasta un poco de fatiga ese plumero infecto.
Poco nos importa ya, a estas alturas, que al cristito guerrillero que mataron en Bolivia lo cubran de mierda, que perviertan su recuerdo. Su gesto y su gesta han transcendido y de Manila a Manhattan, todo aquel muchacho que sienta en su pecho, como el joven del que hablábamos al principio acudiendo a su trabajo, esa hermosa generosidad que anhela mejorar el mundo, se colocará metafóricamente, la mítica boina del Che en su cabeza llena de pájaros.
Así lo hicieron, antes y después del Che, aquellos otros héroes perseguidos, torturados en las comisarías, depurados en sus trabajos, aquellos que se llamaron comunistas y socialistas, y que en la vorágine de un tiempo convulso se podían disfrazar hasta de maoístas o de troskistas utópicos, cualquiera sabe.
Lo que sí sabemos es que ninguno de sus hijos o nietos sienten vergüenza de ellos, ni de su legado, ni de la herencia cívica, moral y democrática que les dejaron. Ellos, los cavernícolas sí tienen sus pudores sobre dónde estaba papá en los cincuenta, en los sesenta o en los felices setenta. De ahí la desmemoria histórica que quieren, como un virus, inocularnos a todos.
Decía una pintada en Santiago de Chile, antes de Allende: “Con Frei, los niños pobres tendrán zapatos”. Y abajo pusieron: “Con Allende no habrá niños pobres”. Esa sigue siendo la lucha, el objetivo

* Nota: Este texto, con algunas variaciones, salió publicado también en Sanlúcar Información, lo digo no vaya a salir algún listo hablando de autocopia o intertextualidad, que diría la Ana Rosa esa.

lunes, 22 de octubre de 2007

ARTISTEO




Hace algún tiempo quedé con un amigo para almorzar. Como el amigo es un hombre conocido, un artista vamos, me dispuse a reservar mesa en un sitio caro o caro para mí que los precios como el tiempo ya se sabe que son muy relativos.

Conté mis aproximadamente setenta euros, que resulto el montante total que quedaba de la partida familiar para dispendios y excesos mensuales y me dije: bueno que se hinche de langostinos mi amigo artista famoso, yo fingiré que como soy de la zona estoy hasta los huevos de esos bichos feos y con bigotes.

Los pobres cuando vamos a los restaurantes marineros siempre tenemos la opción del socorrido “arroz en paella” o la otrora celebrada “brocheta de rape”, plato que ya, como digo, sólo disfrutan los pobres y los horteras. Lo que no es óbice para que hagamos nuestros cálculos mentales y sepamos cuánto cuestan las cosas, se quiere decir que uno es de los que, en la carta, lee más la parte de la izquierda que la de la derecha. Tiene uno una fidelidad a sus principios progresistas que resulta casi enfermiza.

El caso es que telefoneé al restaurante y pedí con resolución que me reservaran una mesa para ese día, a una hora prudente. El caballero que se hizo cargo de mi recado me informó muy amablemente que lo sentía mucho pero que no quedaban mesas. Lo siento, señor, repitió y yo di las gracias y dije nada hombre, no se aflija, otra vez será. Mi amigo artista puso cara de contrariedad cuando le comuniqué el inconveniente porque además él quería ir a ese y no a otro restaurante.

Ahí empecé mi estrategia desmitificadora del langostino: ¡Anda hombre! ¡Si los bichos esos feos con bigotes los ponen en todos los restaurantes igual!. Si han tenido ustedes alguna vez un amigo artista, sabrán como yo, que la mayoría de ellos suelen ser caprichosillos. Tiene que ser cosa de la tensión creativa, como todo lo dan ahí, necesitan cariño y atenciones del mundo entero. No digo yo que los artistas y los artistazos sean malas personas; ahí está Bono, el líder de U2, que no para de hacer cosas muy venerables por la humanidad. Pero me pongo en el pellejo del currela que tiene que buscar un viernes por la noche antes del concierto por toda la ciudad las setenta y tres toallas con rayas verticales que al Santo Tereso de Calcuta se le ha antojado tener en su camerino.

A este hombre, al currela, el Bono ya no le convence nada porque cada vez que le vea hablando con un jefazo de estado o de gobierno, se va a acordar de la noche tan mala que pasó por culpa de las toallas y por culpa de su reverendo arte. Mi amigo artista, sin llegar ni a la infinita bondad de Bono ni a la magnitud de las manías de éste, tiene también sus neuras y como iba diciendo, no se le metía en la cabeza que una nimiedad como la falta de espacio torciera sus planes.

Me pidió el número del restaurante y le dije: “Anda ya fulano, no te rayes colega, que ya he llamado yo” pero él insistió: “Joder, Gallardo, no seas plasta y déjame un momento el teléfono”. Mi amigo artista cuando nos vemos y tiene que hacer una llamada, siempre lo hace desde mi móvil y eso que él está forrado y lleva a veces hasta tres móviles encima que suenan bastantes veces y bastante bien. Pero sus móviles siempre están casi sin batería y como siempre está esperando una llamada “esencial” de algún ministro o de algún jerifalte de la Sociedad General de Autores Españoles no quiere quedarse incomunicado, el hombre.

“Hola buenos días”, dijo mi amigo desde mi móvil, “¿Está por ahí mengano? Dígale que soy fulano y que querría una mesa para dos para las 14.19 (esa precisión y esa prestancia han hecho de mi amigo artista la figura que hoy es). Espero unos segundos, dio un escueto “gracias, muy amable” (igualito que cuando actúa), me miró sin darme importancia ninguna y me dijo: “Ea, ya está todo arreglado”.

Yo toda mi vida he querido ser artista, no de esto de escribir en periódicos ni de inventarme poesías, sino artista de la canción, la danza o la halterofilia que son los verdaderos artistas, porque un día es una mesa en un restaurante y otro una extravagancia en una discoteca, el caso es que todo dios te trata como un príncipe sólo por hacer tu trabajo ( tu arte, vale) y está más bonito ser el príncipe que el sapo en el cuento largo de la vida.

miércoles, 17 de octubre de 2007

DON QUIJOTE

Esta mañana he recordado perfectamente lo que acababa de soñar.

Claro, sería uno de esos estadios del letargo que se llaman Rem, que son siglas guiris para definir un “Rapid Eye Movement” ( movimiento rápido del ojo) y que le hacen a uno pensar que todo ser humano, en su intimidad, incluso en su intimidad más inconsciente, podría protagonizar una película de terror.

Lo que acababa de soñar era que Raúl Alfonsín, antiguo mandatario de la República Argentina, me mandaba un telegrama donde se podía leer: “Las Malvinas. Stop. Provocan emociones. Stop”.

Esta tontería formidable, que si le pasa a mi ordenador le inoculo de inmediato un antivirus, le ha pasado a esa metáfora de la informática que es mi cerebro.

Es verdad que son muchas las mañanas que despierto con una frase así de estúpida. Deformación intelectual a la que me abocan las lecturas compulsivas de esos alemanes tan sabios que pululan por la filosofía contemporánea o de esos alquimistas de la palabra que lejos de todo folclore hablan exclusivamente de las ignotas potencias del alma.

Así no hay forma de levantarse por la mañana como una persona normal. Se mira uno al espejo y le viene otra ráfaga:

“Buceé en tu líquido amniótico”.

Será esta profusión de frases, de casi epitafios, fruto de las lecturas nocturnas. Lecturas que luego, como una cena opulenta, se indigestan en nuestro cerebro y se ponen a bailar un rigodón desesperado y en lugar de vomitar, como cuando uno cena demasiado, lo que se hace es proferir al vacío gilipolleces.

Si el delicado equilibrio que nombra la cordura se fuese pervirtiendo bajo la influencia de los libros, si no tuviésemos trabajo, mujer, hijos, hipotecas que pagar y dedicáramos el día al análisis de esta actividad mental irracional y refleja;

¿Quién nos garantiza que un buen día no cogeríamos nuestro ciclomotor o automóvil y saldríamos alegórica lanza en mano, a enfrentarnos con los molinos, que serían gigantes o a buscar a esa Dulcinea que todo caballero guarda en el más lírico rincón de su corazón?

jueves, 11 de octubre de 2007

POESÍA Y BANDERAS

Sorprende que el lenguaje poético haya irrumpido de esta manera en la política. Como en lo básico andan bastante de acuerdo el presidente y el aspirante a serlo, es decir; que no cuestionan el modelo económico del hemisferio, ni la nomenclatura política del país, ni siquiera el sistema electoral que da tanta fuerza a las minorías, porque a los ciudadanos, que parecemos tontos, prosaicos y amnésicos, no se nos olvida que los partidos a los que ambos representan se han ido aprovechando de esas minorías en cuanto les ha hecho falta para gobernar el cortijo. Decíamos que como gran parte de la bronca entre gobierno y oposición, se sustenta en chismes, panfletos y exageraciones o simplificaciones de los problemas, según toque, se están aferrando, gobierno y oposición, a la simbología, a lo onírico y a lo definitivamente surrealista, como poetas de vanguardia.

El bagaje cultural de los políticos ha estado desde los primeros tiempos de nuestra democracia, en los despachos de los grandes mercados del ladrillo, de la energía, de las usuras financieras de cada época, o de las oportunidades que desde la masacre de Tian-anmen , se abrieron en el mercado chino y asiático.
No hay uno de nuestros gobernantes desde Felipe González a la fecha, que no haya pasado o mandado mensajeros a la China, a rendir pleitesía a los responsables de los asesinatos de aquella revuelta. Pero eso era antes, ahora que comienza ese gran teatro del mundo que nombran “carrera electoral”, afilan sus discursos metafísicos

No frecuentan en sus delirios líricos la poesía social, ni siquiera la poesía de la experiencia, por lo que estas puedan tener de tangibles, de inmediatas. No quieren una poesía de la calle, ni una poética cargada de futuro,como Celaya. Manosean, por el contrario, un misticismo de muertos desenterrados, de culpas jamás pagadas, de vergüenzas históricas de derechas, de crímenes ocultos de la izquierda. Y la guinda del pastel en el que se afanan, el paroxismo de esta delectación en lo simbólico, viene propiciado por el lenguaje críptico y tribal de las banderas, los himnos y las solemnidades de la palabra escrita.

Decía La Polla Records hace ya más de veinte años aquello de que “Las banderas son trapos de colores y las medallas son chapas de hojalata” y resulta que a uno, por mucho empeño que ponga, por más que intente entender las razones del otro, le sigue pareciendo esta sentencia cafre y punki, valga la redundancia, de la Polla Records, una verdad como un templo.

Sabe uno que es, como venimos diciendo, bastante poético eso de abrazarse con tanto afán a un símbolo, que a través de los colores que representa el cacho de trapo izado en el mástil, hay algunos a los que se les pone como un mástil de pasión varonil y patriotera.

Que hay banderas para todos los gustos y de todos los colores, la Ikurriña esa, que tanta sangre viene derramando y tanta porquería totalitaria y matona.

La tricolor aquella, tan romántica y antigua que produce en los que se la colocan en la solapa, una hinchazón republicana sin atisbo de crítica, como si hubieran sido aquellos años los mejores de la historia.

La verdiblanca, andaluza y olé, a medio camino entre la angustia de un pueblo humillado desde siempre y de un pueblo que peca, como dijera Borges de García Lorca, de ejercer de andaluces profesionales, con todo lo que ello significa.

Y por supuesto la Rojigualda, que es la que, por cojones, según los nacionalistas centrífugos, tiene que unirnos a todos, por mucho que nos separe, según los nacionalistas periféricos. Una bandera que muchos besamos con una salivilla mínima, como de asco, porque representaba a un país que queríamos, también poéticamente, cambiar. Porque además, aunque cuando uno tuvo que besarla, ya se le había caído el pollo imperial y fascista, tuvo que hacerlo por narices.
Porque era la que se ponían en los relojes los niñatos aquellos que te paraban en un callejón y te exigían gritar “arriba España” y otras sentencias poéticas por el estilo.

Volvemos, como siempre a la poesía, a esa barbarie poética de símbolos por los que se muere y se mata. Del fútbol a la milicia, del parlamento a la taberna. Lo que pasa es que bandera es igual a Nación, a patria, y yo me he afiliado este mes a la más poética de las ONG que se me ha ocurrido: “Nacionalistas sin Fronteras”.

miércoles, 10 de octubre de 2007

TEOLOGÍAS


Doy un trago a mi copa y digo:

“La vida es una mierda, vale. O a lo mejor es una tómbola como cantaban los horteritas hace décadas.

Algunos entre la rifa de la existencia y lo otro, la porquería del vivir, vamos acumulando además de años; amigos, afectos, amores y desamores. La miramos, a la vida, y nos decimos que – como la televisión espantosa de Andalucía- es la nuestra.

Cambiar nuestra trayectoria por cualquier otra, por afortunada que ésta fuera, sería como morir un poco.”

Miro alrededor del garito, esperando que el dueño del mismo no me haya oído, pues perdería mi crédito enseguida, y continúo:

“Por eso casi todo el mundo afirma ufanamente que repetiría su propia vida, quitando eso sí, algunos achaques, algunas cagadas y supliendo la espontaneidad del presente por la corrección de la experiencia. Con todo, lo peor de la vida es precisamente carecer de ella, o teniéndola, abismarla por los territorios del cansancio y la náusea.

Otros, desistieron de la aventura de existir y pacen su tiempo entre la abulia, el desencanto o la acumulación de objetos caros que den sentido al desastre.

Así y todo, insisto: es la vida lo único que tenemos y si somos de los afortunados cuya esperanza de vida, no se termina sobre los cuarenta y pocos años, como dolorosa y naturalmente ocurre en la mayor parte del mundo, vamos a tener tiempo para la fe, para el agnosticismo, para casarnos y divorciarnos, para ser abuelos y hasta bisabuelos, para ver crecer la esperanza y evaporarse la alegría.

Cierto que siendo tan longevos la mayor parte de lo que nos ocurre es pura decadencia. Se desbarata estrepitosamente nuestro cuerpo, la pasión sexual la sustituimos por un chaka chaka ceremonial y rutinario los sábados por la noche, en esa lasitud amorosa con la que los matrimonios viven el disparate de la fidelidad y del hastío, acudiendo los más optimistas a la fantasía lasciva o al cine equis los más prosaicos. “

A esta altura de mi discursillo, el amigo me interroga:

¿Y de verdad tú puedes pensar seriamente en la muerte y sentirla sólo como una disolución de la materia? ¿Puedes imaginar esa nada eterna y terrible sin perder la razón? .

Le pego otro trago al vaso de vino y miro fijamente a mi colega. Ahora interrogo yo:

¿Y de verdad tú, puedes pensar seriamente en el más allá ese, tras ver un cuerpo muerto, su conversión en materia inanimada?

¿Cada uno de los cachos de ser humano repartido por las esquinas de una ciudad bombardeada, casi siempre en nombre de dios, será, según tú, en un futuro inasible, carne resurrecta?
¿O acaso es que no aceptas para ti ese destino de cal y fosfatos, esa melancolía espantosa de saberte finito, de saberte en el abismo del tiempo, poco más que una circunstancia zoológica?.

El amigo, es un hombre tolerante y con buen humor que no defiende sus convicciones desde la agresión sino desde la seducción poética. Él sabe manejar bien las palabras, pero yo tampoco soy manco.

Enseguida me confiesa que está avergonzado de la jerarquía de su religión católica, como tanta gente de izquierdas está profundamente avergonzada de su jerarquía política. Tiene mucho interés en separar su fe de la institución, porque por ahí ya le han dado muchas veces…la balbuceante trayectoria moral de aquella que alguna vez llamaron “Iglesia de los pobres” y que en consonancia con la tradición grecolatina, pronto fue iglesia de los príncipes.

Aún así me lleva, como para drogarme de misticismo, a que visitemos una iglesia, a que respire, dice, esa paz que desprenden las figuras y los altares. Pero, aparte del silencio bendito que se disfruta y de una temperatura muy agradable, cosas todas terrenales, no me inspiran paz los santos que desde la pared me miran desde su limbo de escayola o de madera.

Porque todas las caras hablan de sufrimiento y pena, de una existencia en la que la esperanza única se basa en el fin. No nos convenceremos, aunque ya sé que de hacerlo yo ganaría la eternidad y él simplemente el desasosiego.