miércoles, 10 de octubre de 2007

TEOLOGÍAS


Doy un trago a mi copa y digo:

“La vida es una mierda, vale. O a lo mejor es una tómbola como cantaban los horteritas hace décadas.

Algunos entre la rifa de la existencia y lo otro, la porquería del vivir, vamos acumulando además de años; amigos, afectos, amores y desamores. La miramos, a la vida, y nos decimos que – como la televisión espantosa de Andalucía- es la nuestra.

Cambiar nuestra trayectoria por cualquier otra, por afortunada que ésta fuera, sería como morir un poco.”

Miro alrededor del garito, esperando que el dueño del mismo no me haya oído, pues perdería mi crédito enseguida, y continúo:

“Por eso casi todo el mundo afirma ufanamente que repetiría su propia vida, quitando eso sí, algunos achaques, algunas cagadas y supliendo la espontaneidad del presente por la corrección de la experiencia. Con todo, lo peor de la vida es precisamente carecer de ella, o teniéndola, abismarla por los territorios del cansancio y la náusea.

Otros, desistieron de la aventura de existir y pacen su tiempo entre la abulia, el desencanto o la acumulación de objetos caros que den sentido al desastre.

Así y todo, insisto: es la vida lo único que tenemos y si somos de los afortunados cuya esperanza de vida, no se termina sobre los cuarenta y pocos años, como dolorosa y naturalmente ocurre en la mayor parte del mundo, vamos a tener tiempo para la fe, para el agnosticismo, para casarnos y divorciarnos, para ser abuelos y hasta bisabuelos, para ver crecer la esperanza y evaporarse la alegría.

Cierto que siendo tan longevos la mayor parte de lo que nos ocurre es pura decadencia. Se desbarata estrepitosamente nuestro cuerpo, la pasión sexual la sustituimos por un chaka chaka ceremonial y rutinario los sábados por la noche, en esa lasitud amorosa con la que los matrimonios viven el disparate de la fidelidad y del hastío, acudiendo los más optimistas a la fantasía lasciva o al cine equis los más prosaicos. “

A esta altura de mi discursillo, el amigo me interroga:

¿Y de verdad tú puedes pensar seriamente en la muerte y sentirla sólo como una disolución de la materia? ¿Puedes imaginar esa nada eterna y terrible sin perder la razón? .

Le pego otro trago al vaso de vino y miro fijamente a mi colega. Ahora interrogo yo:

¿Y de verdad tú, puedes pensar seriamente en el más allá ese, tras ver un cuerpo muerto, su conversión en materia inanimada?

¿Cada uno de los cachos de ser humano repartido por las esquinas de una ciudad bombardeada, casi siempre en nombre de dios, será, según tú, en un futuro inasible, carne resurrecta?
¿O acaso es que no aceptas para ti ese destino de cal y fosfatos, esa melancolía espantosa de saberte finito, de saberte en el abismo del tiempo, poco más que una circunstancia zoológica?.

El amigo, es un hombre tolerante y con buen humor que no defiende sus convicciones desde la agresión sino desde la seducción poética. Él sabe manejar bien las palabras, pero yo tampoco soy manco.

Enseguida me confiesa que está avergonzado de la jerarquía de su religión católica, como tanta gente de izquierdas está profundamente avergonzada de su jerarquía política. Tiene mucho interés en separar su fe de la institución, porque por ahí ya le han dado muchas veces…la balbuceante trayectoria moral de aquella que alguna vez llamaron “Iglesia de los pobres” y que en consonancia con la tradición grecolatina, pronto fue iglesia de los príncipes.

Aún así me lleva, como para drogarme de misticismo, a que visitemos una iglesia, a que respire, dice, esa paz que desprenden las figuras y los altares. Pero, aparte del silencio bendito que se disfruta y de una temperatura muy agradable, cosas todas terrenales, no me inspiran paz los santos que desde la pared me miran desde su limbo de escayola o de madera.

Porque todas las caras hablan de sufrimiento y pena, de una existencia en la que la esperanza única se basa en el fin. No nos convenceremos, aunque ya sé que de hacerlo yo ganaría la eternidad y él simplemente el desasosiego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

puta melancolia. snifffff, snifffffffff.