sábado, 14 de julio de 2012

LINGUÍSTICA


POLICÍA: Conjunto de personas y medios a las órdenes de las autoridades políticas, que se encarga de vigilar el mantenimiento del orden público, la seguridad de los ciudadanos y el cumplimiento de las leyes.

(Subrayado mío)

Hay palabras que contienen en su representación gráfica todo su significado y que no podían estar mejor escritas, se me ocurre por ejemplo “clítoris”. Cada sílaba le viene bien a esta palabra, su acentuación, sus etimológicas reminiscencias griegas. Milagros de la lengua. Y ahora uno lee lo que acaba de escribir y piensa; clítoris, griego, milagros de la lengua…hasta la palabra sílaba la hubiésemos querido perturbar y transformarla en saliva. ¡Qué fácil es el erotismo e incluso la pornografía a ciertas edades!

Hay, sin embargo, otras palabras a las que les falta contundencia gráfica. Por ejemplo “asma” que yo creo que habría que escribirla con hache: “Hasma” escrita así hasta nos da un poco de asfixia al pronunciarla, como si nos compungiera el pecho esa hache, tan inspirada.

El lenguaje se conjura con los hechos y no nos resistimos a estas alturas a convocar el poema enorme de Borges:

“Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo”

El nombre es arquetipo de la cosa, así en las letras de “reformas estructurales” a fuerza de lingüísticas perversiones, sabemos ya lo que se esconde; qué infamias, qué páramos desolados para la parte chunga del mundo.

 Y  vamos asumiendo la retahíla obscena y adivinamos que en las letras de “Fuerzas de seguridad del estado” se incuba un huevo podrido y pestoso de odio a una clase social. Las fuerzas de seguridad del estado tarde o temprano van a pegarnos a todos los pobres. Eso se sabe y  es muy triste saberlo.

 Saber que cuando roben la pensión a los abuelos, estos chicarrones vestidos de represores futuristas con sus escudos, sus rodilleras, sus coderas, sus porras, sus escopetas lanzadoras de pelotas de goma, es muy triste decíamos, saber que nuestros abuelos van a ser golpeados por esta gente. Que serán arrastrados por dos o tres de estos valientes, que sangrará la cabeza del viejecito y será portada de algún vomitivo diario de la mañana, con un pie de foto donde podrá leerse “Setenta heridos en las manifestaciones de pensionistas, jubilados y dependientes severos, treinta de los heridos han sido policías”. ¡Con dos cojones! ¡Viva la prensa libre!

Sabemos que “Otoño caliente” no es el nombre de una película tirando a guarrilla. Sabemos que será casi un peregrinar para  acudir a la plaza, corear las consignas, escudriñar los panfletos y cuando “La autoridad competente” -que sabemos también qué significa y qué les compete-  decida que ya está bien, podremos asistir a la carrera de nuestro hijo mientras es perseguido por dos o tres antidisturbios, como macarras con carné que van cumpliendo con grandísimo celo su repugnante deber.

Llegará el día en que el policía anti disturbios esté muy cansado, haya sufrido múltiples lesiones en sus enfrentamientos con sus conciudadanos, ya se  sabe; luxaciones en el codo de aporrear cabezas con rastas o melenas, tobillos torcidos de correr tras jovencitas espantadas para abofetearlas impunemente, dolores de espalda de levantar en volandas a viejos heridos y lanzarlos al furgón policial como a un saco.

Llegará el día en que muy cansado, muy triste y algo mayor ya para ir por ahí, golfeando por las ciudades, haga balance y caiga en la cuenta de que en su vida digamos “profesional”, su flamígera porra ha catado la carne conmovida de jóvenes estudiantes, comunistas con banderas,  animadores socio culturales del movimiento 15-M, feministas en lucha, sindicalistas en huelga, comerciantes, nacionalistas radicales, rockeros ajumados, canis pastilleros, trabajadores humillados, familias desahuciadas,  parados desolados, mineros, mujeres de mineros, padres de mineros,  hijos de mineros…

Caerá en la cuenta, en fin, de que su porra ha estado durante años al servicio de un poder al que no ha querido mirar a la cara, no fuera  a ser que se les cayera la cara de vergüenza a ambos; al que manda y a su lacayo.

Si como el griego afirma en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa; ¿Qué nombre le ponemos a esa vida que ha llevado el policía?


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