viernes, 11 de marzo de 2011

EL CARNAVAL

En mi pueblo, como en el tuyo, llega la hora de la parranda. Se prepara el desembarco de cachondos y cachondas por las barriadas, pagos y avenidas.


Vestiditos de volantes para ellas, atavíos de tienda de ropa del barrio bajo para ellos. Otras veces, ellos descamisados como obreros de mentira y ellas con pantalones de amas de casa y camisas estampadas como si vinieran del Mercadona.

Con estos avíos, cuatro o cinco consignas y una ciega fe en la propaganda, vienen los unos a decirnos que les votemos para seguir cuatro años más desfondando la poltrona y los otros que no, que es a ellos a los que hemos de votar; porque valen mucho y van a guapear el pueblo de arriba a abajo y no se van a llevar ni un céntimo de euro para sus casas o para sus negocios.

Veremos a alguno de los repeinados portadores de la soberanía popular, subirse a una farola para arreglar una bombilla y saludar desde arriba como los niños cuando dicen a sus tiernos papás “mira lo que hago”.

Los veremos con casco de albañil y un palustre poniendo las primeras piedras en decenas de proyectos que luego irán cogiendo telarañas, los veremos encadenarse junto a lo más granado de la progresía local a lo que haga falta; un ateneo, un edificio histórico, un lupanar en crisis porque ya no van a parar allí los respetables caballeros tras firmar sus chanchullos y sus timos en la notaría o en la caja de ahorros.

Los veremos repartir panfletos por los mercados y acercarse a las mamás para izar a los tiernos infantes como si fuesen un trofeo, los veremos aplaudirse a sí mismos en los mítines, con micrófonos inalámbricos en la boca como los cantantes modernos.

Los veremos visitar los barrios chungos, confraternizar con los humildes, palmear las tristes espaldas de los parados, señalar los socavones de las aceras y exclamar al unísono entre el corrillo de infelices que esto no puede ser o que aquello de allí hay que arreglarlo del tirón.

Mientras , los sufridos chiquillos y chiquillas de la prensa local les hacen miles de fotos, graban estupendos documentos videográficos que nadie verá jamás entero y siguen las andanzas de esta patulea que se dedica a perturbar la paz de los ciudadanos como una pandilla de macarras populistas.

En mi pueblo, como en todos los demás, llega la hora de la adulación vergonzosa y vergonzante, de las tonterías y las ínfulas con las que la casta de aspirantes a despachos, prebendas y concejalías se parte el culo de risa en las sedes de los partidos políticos con representación municipal.

La piñata demagógica está a disposición del vasallaje, otrora también llamado pueblo soberano. La obscena orgía de alianzas y tránsfugas ya se va perpetrando en los rincones oscuros de las cafeterías, la mascarada está servida para eso que ellos llaman elecciones y a veces, en un alarde de cursilería, “Fiesta de la democracia y de la libertad”. ¡Qué más se puede pedir!

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