domingo, 18 de septiembre de 2011

SIN CARETA



Yo creo que si asomara la cabeza por la televisión uno, concejal de cualquier cosa sin importancia, ya saben; educación, cultura, fiestas...y dijera este hombre con corbata o mujer con pamela:

Pues miren ustedes la temporada de playas, o la fiestas patronales, o lo que sea, de este año que recién acabamos, ha sido una verdadera mierda. Se lo digo yo, que lo he organizado con mi equipo y nos hemos montado una pachanga que no sé cómo no estamos todos detenidos

Yo creo que sentiría la sufrida población , tras declaraciones de esta jaez, una corriente fresca de simpatía por ese individuo/a.

También pienso que si saliese por fin el presidente del gobierno y se arremangara la chaqueta como los jugadores de póquer y en una alocución al parlamento y vía televisión al pueblo soberano, confesara:

Veremos a ver, ¿Ustedes de verdad se creen que yo mando algo todavía sobre los asuntos económicos? ¿Quién creen ustedes que me va a pagar a mí la pedazo de campaña de cartelitos y vídeos horteras que estamos preparando para las próximas elecciones? ¿La legión de paniguados, disciplinados y abúlicos militantes que andan por las provincias del partido buscando un carguito, un despacho, un sueldo, una roja alfombra que pisotear cada mañana? No, cojones, no; a mí me va a pagar mi verbena electoral uno de esos bancos, también llamados “mercados” que dominan el mundo.”

Pienso yo que en vez de la fatiga tan grande que nos produce el presidente del gobierno con sus tonterías y sus farsas democráticas, si saliera diciendo estas cosas podríamos de una vez echar la grandísima pota que llevamos guardando en nuestro maltrecho estómago durante estos últimos años. Y tras la vomitera no se arregla nada pero tenemos al menos localizado el asco.

También me gusta pensar en un locutor que mientras recita la noticia de que en los enfrentamientos con la policía se produjeron treinta heridos, veinte de ellos policías con contusiones de diversa consideración, parase el locutor su letanía de aburrimiento y le diera hacia atrás al vídeo de la noticia, como en la moviola del fútbol, y viéramos toda la audiencia con la boca abierta cómo iban ataviados esos policías, qué escudos, qué porras, qué físicos imponentes de guerrilleros del futuro gastaban esos policías.

Y que después nos asomara la cámara chivata a la primera línea de la manifestación y ahí, tuviésemos el primer plano de un canijo con rastas chillando muy fuerte, de una bellísima muchacha con piercing en la nariz diciendo casi todo el tiempo “hijos de puta” y , bueno, más o menos así todos; algún viejo luchador con su foulard palestino, otro medio hippie con pinta de haberse hartado de follar durante su juventud, denunciando la violencia. No sé, esa gente que le echa arrestos, coge la pancarta y pelea por los derechos de todos, que al final es una pelea por la vida.

Me gustaría, insisto, que a estas alturas el locutor le dijera a su audiencia;

¿y estos perro flautas han conseguido que de los treinta heridos, veinte de ellos sean policías? ¡Camaradas: la revolución es viable, posible y necesaria! Si hemos sido capaces de infringir esta derrota (veinte a diez) a la dotación de antidisturbios pertrechados de escudos, armas, gases y porras, con las misérrimas fuerzas de las que dispusimos; una piedra, una pancarta, un ejemplar encuadernado del Capital, ¡Ah, famélica legión; en cuanto tengamos un fusil de asalto ocupamos el palacio de la Moncloa, hacemos una carioca con el presidente y nos meamos de risa pintando la fachada de la Zarzuela con la tricolor!”.

Estaría muy bien. Quitarle las máscaras, las infinitas capas de maquillaje con las que se adorna la información.

Hacer un rotundo corte de mangas a este sistema que se desangra pero sólo por abajo, declarar a Botín persona non grata en ciudades, pueblos y pedanías, mofarse continuamente de la metáfora obscena de su apellido.
Espetarle a los democrátas de toda la vida que los de Bildu fueron democráticamente votados por las personas de ese territorio y que habrá que aceptar democráticamente el veredicto de las urnas, sobre todo cuando no hay bombas por medio. Que también hubieron muchas personas que les votaron a ellos y no pensamos que esas personas hayan perdido completamente la cabeza, o que votaron a Sandokan, el tigre de Marbella, en la Córdoba lejana y sola.

Decirle al mundo que el capricho, los intereses y la ambición de los EEUU han provocado ya más de un millón de muertos en Irak, el setenta y muchos por ciento civiles, haciendo buena aquella espantosa máxima que decía que para no morir en una guerra, lo mejor es ser militar.

Decirle a los voceros de la infamia que la parejita que se compró un piso que jamás podría pagar o que tardaría varias vidas en pagar no es la culpable de la crisis financiera. Que la esperanza es lo último que se perdió, ya está completamente perdida, sí, pero hubo un momento absurdo en el que todos pensamos que podríamos vivir bastante bien de nuestro jornal, algunos incluso pensaron que este era el mejor de los mundos posibles y se mofaban de otras experiencias políticas que buceaban en la liberación del hombre, o en el hombre nuevo, por más que el hombre nuevo se nos vistiera de anciano con uniforme verde olivo.

Una doméstica inversión de los valores informativos, un campo de minas sobre la información en el que nos estallara en la mismísima jeta la razón de los bombardeos en Libia, del silencio en Siria. Las imágenes de nuestro mundo chachi musicado por Shakira y sus caderas, pervertidas por instantáneas del dolor del desahuciado, de las colas en las casas de caridad, de las familias que en la era de los grandes adelantos tecnológicos pasan las noches alrededor de una vela porque les han cortado la luz, se bañan en los servicios de las estaciones de autobuses porque les han cortado el agua o se suicidan algunos de sus miembros porque les han ido robando la dignidad, la ilusión, la alegría.

Sacar en las portadas de los periódicos cada día la declaración de pena, de rabia, el grito rebelde de quienes no aceptan este sapo terrible que hemos de comernos cada día. Condenar al ostracismo y a la indiferencia el glamour y la aristocrática suficiencia de las celebridades, cantantes, escritores, opinólogos de mierda y demás ralea que ciega y ensordece el grito de guerra de los que ya no pueden más.

Dejar en ridículo siempre al que presume de coche, de casa, de fuerza, del tamaño de su falo, de su corazón de oro. Mandar callar por decencia intelectual al que se viene a culpar de los males de Europa al negro, al moro o al chino. Permitir que en esas mesas asquerosas por donde se vierten las bilis de la opinión fascistoide, tengan el mismo tiempo para perorar el obrero frente al abogado, el chino frente al mercachifle , el negro con su historia frente al obrero racista con la suya.

Ya lo decía Mussolini; el mundo no será fascista, pero estará fascistizado. Sólo falta que una parte de los pobres decida ir a por la otra parte de los pobres a los que se ha comprado con sueldos fijos, uniformes, porras, pistolas y togas.




sábado, 3 de septiembre de 2011

ARTISTAS INVITADOS


Si cayéramos mañana, en la batalla, víctimas del infarto de miocardio, del cáncer, de la depresión o del suicidio, vendrían a glosarnos y a rendirnos homenaje muchos de los que hoy afilan sus navajitas cada vez que nos ven pasar por delante suyo.
La muerte o la completa desgracia desactivan cuitas y rencores y pasa uno enseguida a formar parte de los mejores, los que siempre se van. Muerto el perro se acabó la rabia, dice el refrán, lo que no queda tan claro es si la rabia periclitada es sólo la del finado o se apacigua, con la muerte del perro, también la rabia de los que quieren ser enemigos.

Me da que sí, que acaso eso de morirse consigue que prescriban los odios, las envidias, los rencores que se hayan podido ir suscitando. Hasta el buen dios, no vio otra solución para la perfidia del mundo, que la muerte de su hijo, es decir la suya propia según la esquizofrénica poesía lírica de la trinidad. Por eso tranquiliza tanto a sus defensores la pena de muerte, que a nadie resucita ni nada soluciona, pero hace que el vengativo descanse por fin de su sed de venganza, que medio olvide de una vez la afrenta o el delito. Debe ser muy duro vivir odiando o envidiando, de ahí ese rictus como de estreñimiento severo con que muchas personas se manejan.

También, si mañana acabáramos para siempre nuestro deambular por este valle, nos quedarían muchas cosas que decir, muchas palabras de afecto que hemos ido dejando para después, para ese momento futuro de la vida en el que nos soñamos fuera de peligro y capaces de asir la paz.
Cuando esos pensamientos tenebrosos vienen al caletre es bueno llamar a alguien por teléfono rápidamente, quedar para tomarse una cerveza, fundar un colectivo de víctimas de la tristeza, abrazar a la mujer y a la hija que nos miran divertidas, como diciendo ya está este otra vez, qué querrá. Poner música de Mozart y dirigir la orquesta un rato, leerse de un tirón seis o siete poemas de Carlos Edmundo de Ory, comprarse alguna tontería de plástico en un chino, visitar a la madre, darle esa caricia tantas veces postergada, no sé; poner en orden los cariños para que no nos descubramos malversando el amor que nos han regalado, la amistad que nos ofrecen, la vida que nos dieron.

La suerte nos ha traído montoncitos de mierda que quisieran componer, así todos juntos, la gran sinfonía de hedor y diarrea, pero frente a esto, nos ha dado , como un regalo que nos hace suspirar y tirar hacia delante , algunos buenos amigos, muchos de ellos incompatibles entre sí y que, sin embargo, quieren estar con uno, echar el rato, hacernos favores cuando más lo necesitamos.

La nómina es lo suficientemente extensa como para llenar este folio virtual. No vamos a nombrarlos porque nos hemos ido basando en la discreción y el rigor formal para encontrarnos por las avenidas del mundo. A mí, como en la copla, me gusta tener un montón de amigos para así más fuerte poder cantar. Me gustan mis amigos guitarristas, bajistas, bateristas, poetas laureados y sin laurear, teatreros, politizados, jornaleros o aburguesados, versallescos o canallas. Cada uno tiene un nombre que puedo decir en voz alta y por el que puedo jugarme la cara en caso de que alguien venga a calumniarlos. 

 

Pero también hay una parte fea y grotesca a la que no deberíamos hacer ni caso. ¿Por qué los traemos aquí? ¿Estamos de verdad enfadados con alguien? ¿Acaso no comprendemos casi toda la maledicencia?

Hace ya algunos meses decidí administrar los comentarios que tiran (uso el verbo con toda la intención) algunos lectores al blog por donde me vierto (este verbo ha salido así, como un sarpullido y no me da la gana quitarlo) .

Sólo publico los comentarios laudatorio es una broma esto que hago conmigo mismo porque las alabanzas son muy escasas, raquíticas , pero cuando salta una, zas, la pillo al vuelo y la publico. Lo hago más que nada por irritar a los malvados que se ven condenados al ostracismo de mi brevísima península, que para eso es mía, hasta que me corten el internet.

Los espumarajos de un grupo o de un multiforme anónimo, qué sé yo, los mando directamente al cubo de la basura. En algún articulillo lo advertí, pero el crítico o los críticos fijos, no se dieron por aludidos o en realidad ni lo leen a uno, sólo le escupen, y ahí siguen, cada semana, con su biliosa cruzada , así que apenas empieza un servidor a leer su diatriba, le da a eliminar con el pulgar hacia abajo, como un Cesar en el circo romano, y me quedo tan pancho.

Escribir así, casi siempre en primera persona o perorando de lo que me pasa, es la única forma que tengo, que sé, de juntar palabras. Podría humillarme y decir que sé muy poco y que lo poco que sé me ha costado bastante aprenderlo. Leyendo mucho, quitándome de otros placeres más vanos como mirar la televisión o jugar al fútbol los viernes por la tarde. Fijándome en lo que saben los otros y absorbiendo lo que puedo de esos amigos míos, de sus tertulias, de su ejemplo, de sus militancias o de sus libros. Prestando mucha atención a los listos de la clase y pendiente de que se me pegue algo. Con todo esto he conseguido cierta prestancia, alguna capacidad de enhebrar la aguja de los argumentos y a veces, en los días buenos, hasta de los sentimientos.

Esas son las armas que tengo. Pocas y con la pólvora regular, es cierto. Como cierto es que al malo de mi novela le producen arcadas esta celebración de uno mismo que descubre en cada artículo que me lee, que me pregunto yo para qué ese mal rato, esas ganas de cabrearse con un fantasma. No puedo, sin embargo, administrar los – así llamados- comentarios que se producen en otras páginas que tienen a bien sacar mis artículos a consideración pública (ay qué frase) .

Pese a la fama de Narciso de barriada que pueda tener, jamas releo algo que haya escrito una vez publicado, me da cosa mirarme en ese espejo que como los del callejón del gato, representan siempre deformidades del estilo, ideas que pensamos que estaban bien cuando las escribíamos y que expuestas en la plaza, nos dan como grima, como vergüenza porque creímos escribir en la intimidad de nuestra torre y se ve uno como cuando lo graban en un vídeo; mas gordo, más feo, más raro de lo que uno creía que era. Ya digo; una vez publicado algo, a otra cosa.

Alguien me advierte entonces de los – así llamados- comentarios que inspira mi escritura en la concurrencia. No se cree que no los he leído nunca e insiste. Da igual, le digo, no tiene importancia hombre. Será seguramente cosa de un genio con fatiga, o de un bromista. Seguro que es eso; un bromista y un cachondo que se parte el pecho con esas cosas. Pero el amigo es tozudo se ha empeñado, así que me manda una recopilación de algunos de ellos por correo electrónico que ha cogido de las páginas llamadas “Sanlúcar digital” y Sanlúcar t.v.. Esta es una selección de los que me ha enviado. Los publico tal cual, con sus peculiaridades ortográficas y léxicas, para que vean que, ya puestos, pueden venirse- sólo un rato, eh- por aquí a convulsionar como la niña del exorcista la tranquilidad de esta alcoba.

Luz: Patético.

Lector: Deja de escribir tonterías, inten tas dartela de filósofo de barrio, de Sabinero e incluso de Javier Krahe, pero lo único que te sale son boberías. Dedica este espacio a otras noticias y no pierdas más el tiempo.

Esperpéntico: dejese de escribir adulaciones y dediquese a entender lo que es el sindicalismo.

Guillermo de Melk :Se ovaciona usted a si mismo, lo siento Gallardoski, ese truco es muy viejo.

Eligio Gonzalez: pues de nada joven, ya lo dijo alguien, al que usted le tiene muchas simpatias y le hace continuas reverencias, ¡si a mi vecino no le gusta como yo vivo pues que se mude!. O dicho mejor en el lenguaje "barramedazo",si no le gusta mi tierra, vuelvase al, coño de su madre total, para lo que usted aporta.

Ciudadano : No se como un medio como este permite publicar semejantes chorradas, y más con los tiempos que corren, donde debieran primar las noticias de interés y dejarnos de estas pamplinas de el señor este, que se aburre y escribe aquí.

Sevillano :Bien Baboski, bien

Lucía :Babosito

justiciero: Ah, pero si el malaespina tiene hasta su pequeño corazoncito y ahora resulta que piensa como un padre a la antigua usanza. No, si al final este malaespina se va a convertir en un asqueroso conservador.

Smiley: Yo, con perdón, tengo la impresión que todos estos comentarios, los ha escrito el mismo articulista, lo siento Gallardoski, pero ese truco ya es muy viejo.

Marga : Estas viejo y baboso, Gallardo, das pena. Mirate en el espejo, esas canas, esa cara de falso progre que quiso ser poeta, ten valor hombre para estar solo y dejalo ya... Ponte a leer en tu casa, estas muy visto, ten la dignidad de apartarte a un lado y en cualquier caso, aplaudir, solamente, desde el anden la carrera...

Eligio Gonzalez: la verdád, el articulo, es para dejar a la confitería Pozo sin merengas.

¿Ustedes creen que esto está bonito? Decirle estas cosas a un hombre de mi edad, con lo sensible que estoy...¡ay, criaturas!