jueves, 12 de agosto de 2010

Pensamientos míos

Y es que escribir sigue siendo hoy viento fugitivo y publicar, columna arrinconada, que clamaría Blas de Otero. Uno se especializará al fin en una suerte de teoría literaria que no va a interesar a nadie, en una introspección que terminará siendo, como todas las miradas hacia dentro, desasosegante y dañina.

Se preguntará uno qué extraño mecanismo nos lleva nuevamente a convocar a las palabras que a veces salen aguerridas, bien pertrechadas de argumentos, como si pudieran, pobrecitas las palabras, nombrar el mundo, sus miserias y grandezas.

Y otras salen como si anduvieran masticándose a sí mismas, pervertida su verdad por las argucias del estilo, del oficio o de la gracia que uno más o menos haya podido ir puliendo con la práctica y el tiempo.

Empiezo a tener ganas de apartarme de manera definitiva del ridículo juego de extravagancias y vanidades que rodea el arte y sus especímenes. por minoritario, provinciano, paleto y cejijunto que pueda ser ese arte.

Huir de las molestas y modestísimas polémicas que a veces suscita una opinión, decir a todo el mundo cuando lo cuestionen a uno: “Qué razón lleva usted, jamás volveré a hablar así o a decir esto o lo otro”.

Prometerle a los que no soportan que vaya uno, a su edad, disfrazado de rockerillo cantautor, poeta de pueblo, carapapa medio pijo, medio hippi tonto el haba, empresario cagalástima, rojillo de pacotilla, guitarrista esclerótico, sabinita de barriada, pringao del barrio alto, borracho de taberna, revolucionario de botellón, vanidoso, Narciso, yoísta enfermizo y ……………(ponga usted aquí, que tiene mucho arte, lo que se le vaya ocurriendo).

Prometerle a todos- íbamos diciendo- como en la supurante canción del año catapún “No lo volveré a hacer más, no lo volveré a hacer más”………………. (ponga usted aquí, que tiene una gracia que no se puede aguantar, una miaja de su parte y tarareé la mítica copla “El Jardín prohibido”).

Porque al final, de toda esta pereza que siento ante el murmullo y la cochambre del patio de vecinos, me vengo a quedar con los buenos, con los amigos que llegan siempre, con los que me he criado y me siguen criando y enseñando cada día. Todo lo demás han sido aledaños, anécdotas o farsas.

Ya hemos vivido unas pocas noches hermosas de verano, hemos tenido alrededor amigos y salud. Muy poco dinero, eso sí, pero muchas ganas de estar juntos y de reconfortarnos los unos a los otros, de reír, de soñar, de cantar canciones y de olvidar unas horas el duro chantaje de la crisis, sus puñaladas traperas.

Hemos perseverado en nuestro deseo de ser felices y me he sentido en algún momento, tras asistir al diario prodigio del crepúsculo, de la mano de mi compañera y con cinco euros en el bolsillo, dichoso como un budista emporrao mirando una cabra.

He ejercido, algunas noches, de sibarita de los sentidos y me he puesto a leer en voz alta : “Todo se me ha vuelto insoportable menos la vida” y , con lo tonto que es uno, parece por momentos entenderlo todo, asumir la levedad de estos tiempos. La gloria nocturna de ser grande no siendo nada. La majestad sombría del esplendor desconocido, que más o menos diría Fernando Pessoa.

Yo he vivido estas noches y la voy cantando por ahí. Los días son a veces como un susurro y a veces como una onomatopeya de tebeo de posguerra. Un día somos el héroe y otros el caricato.

Ponga usted, que sabe mucho más que uno, a qué día corresponde esta perorata.

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