jueves, 20 de septiembre de 2007

SIN ATRIBUTOS

En “El hombre sin atributos” de Musil, ya nos vamos encontrando con algunas de las constantes en las que se fueron asentando la modernidad, las vanguardias y las crisis de identidad más o menos cíclicas que van sufriendo las sociedades avanzadas técnica y científicamente. Eso que, para entendernos, llamaremos occidente.

Ulrich, el protagonista de la novela, tiene la audacia y también la desfachatez de preguntarse a sí mismo qué o quién es, para qué esa vida que lleva y, sobre todo, una vez formuladas estas preguntas: ¿Qué hacer con ella, con la propia vida?.

Esas preguntas se las ha ido haciendo el hombre (y la mujer, claro) desde que bajó del árbol, aprendió a utilizar y a preservar el fuego y fundó la cueva, origen del sedentarismo, que era más que nada poseer un sitio donde follar tranquilos, guarecerse del frío y de la lluvia y pintar garabatos simbólicos en las paredes.

Al principio, nuestro abuelo medio mono, se formulaba una pregunta de esas; retóricas, de las que nunca tendrán respuesta, viendo el atardecer sentado en un risco, sintiendo el fulgor del crepúsculo como si fuera éste el fin del mundo cada día, con toda su belleza brutal y con todo su misterio.

Es posible que en los primeros tiempos nuestro abuelo medio mono, concluyera que cada vez que llegaba la noche la vida ya se iba a acabar, y por eso era nómada y apenas amaba nada y todo era provisional y prescindible. Y por eso cada mañana nuestro abuelo medio mono, se levantaba tan perplejo, y chillaba, acaso celebrando la resurrección cotidiana, matinal. Pero nuestro abuelo, que no era completamente gilipollas, por eso dicen que nos parecemos tanto a él, fue dándose cuenta de que el mundo no terminaba cada jornada, de que- contra lo que pudiera afirmar un Sid Vicius orangután que por allí pululase- sí había futuro.

Y ahí la jodimos, ahí llegaron las preguntas sin respuesta. A partir de ahí todo se convierte en perdurable menos uno, menos el individuo.

Nuestra casa – o nuestra cueva- seguirá existiendo cuando nosotros nos vayamos, seguirán existiendo nuestros hijos, nuestras viudas serán más o menos alegres, seguirá poniéndose el sol y seguirán los mares y los bichos ululando, gruñendo o mugiendo por las verdes colinas. Todo lo enfoca ya nuestro abuelo mono en atención a esa eternidad irrisoria, necesita escribir y un lenguaje para que trascienda el presente, para dejar constancia de nuestra existencia, porque en el mismo momento en el que nuestro abuelo asumió la solidez del mundo, entendió también la fragilidad de la vida, su insufrible caducidad.

A estas alturas, el abuelito, tuvo que buscarse elementos ajenos al palo, a la roca y a la carne, para vivir su vida, al principio era levemente panteísta pero eso tampoco es que lo tranquilizase mucho y echó mano de extraterrestres, santos y brujos.

De esa tradición pasamos al racionalismo y a sus contradicciones. Para que al final, llegue uno que ha descifrado más o menos su código genético y nos señala una serie de certidumbres desoladoras por lo que tienen de exactas, y sabemos que por mucho que hagamos seremos calvos, o moriremos de un ataque al corazón o de un cáncer.
Eso manda mucho al carajo toda la fanfarrona proclama aquella de nuestro viejo dios hebreo, poético e iracundo, de que estábamos hechos a su imagen y semejanza y de que teníamos libre albedrío.

Robert Musil, Camus, Nietzsche y algún otro aguafiestas, se dieron cuenta de la estafa e impunemente lo escribieron. Nos quedamos así, como el personaje de la novela de Musil, sin atributos, o más correctamente; sin cualidades. Eso es el hombre moderno; un dramático esfuerzo por sobrevivir sin esperanza y sin fe. Territorio abonado para los fanatismos idelológicos o para los nihilismos catetos y cafres.

Ahora; que basta mirar al lado chungo del mundo; ese que tiene esperanza y fe, además de huríes, para comprobar que tampoco les va demasiado bien en el baile. Así que, vaya fiesta.

4 comentarios:

Tomás Rodríguez dijo...

Sobre Robert Musil sólo puedo escribir que es uno de los indispensables. Escalar su "desatribución" cogido de la mano de Ulrich es una experiencia inolvidable.

Anónimo dijo...

Me gusta más el gallardoski menos intelectualoide. ¿Quién coño es robert Musil?. Eso es lo malo que tienen los intelectuales de pacotilla, hablan como si cualquiera conociera a ese tio. Regresa al Punk, hombre.

Anónimo dijo...

Todo el mundo sabe rober alcazar y pedrin , que rober musil fue el que invento la zambomba, la vida no seria nada sin el. ay, ay ay. rober alcazar, y a pedrin tambien decirle que ay aya ay

Anónimo dijo...

seguro que no conoceis al Musil ese, pero a que la foto es del hermano gutarrista del gallardoski?