Desde que las liturgias religiosas fueron suplantadas por las liturgias del corte inglés y de la factoría Disney, nuestras ciudades se transforman en estos días en un gran centro comercial al que no le falta ni la música de fondo, que con esos niños cantores glosando en sus coplas la venida al mundo del Mesías puede sacar de quicio al más templado de los ciudadanos.
Hay mucha gente que detesta la orgía de celebraciones con que amenaza el calendario: . “La Navidad” , con toda su melancolía y su macedonia de empalagos y topicazos, con su vomitona consumista que enajena como una epidemia a casi toda la población.
¿Por qué entonces participamos de la farsa y guardamos las fiestas con más o menos entusiasmo? . Porque la Navidad es una constatación del fracaso o del éxito con que hemos ido caminando por el año.
Si nos fueron bien los negocios, serán dichosas nuestras salidas al mundo de las cajitas de colores y los lazos de papel acharolado. Los hijos lucirán, pues son nuestra imagen y semejanza, nuestro triunfo profesional por las aceras de la urbanización disparando como reporteros de guerra con sus cámaras digitales a todo lo que se mueva o encerrados en la penumbra de sus dormitorios manejando con habilidad de expertos los equipos informáticos.
Nuestros padres recibirán el éxito infame de ventas en las librerías “La verdad sobre la guerra civil contada por Ricardo de la Cierva” “Franco no era tan malo” o “Los dos mil ochocientos mejores ripios en lengua castellana” y nuestras madres camisones y batas que reciben con beatífica sonrisa otro año más.
Si nos ha ido como el culo durante el año. Si somos trabajadores con un horizonte laboral con más incógnitas que una legislatura de Zapatero, si somos parados de larga duración con el subsidio agonizante y las chapuzas perseguidas y fiscalizadas, la Navidad será otra sibilina forma con la que el sistema nos da por el culo y rubrica nuestra condición desgraciada y pobre.
Son estas fiestas, una constatación también, de las tristezas que el año nos ha ido deparando. Si en la familia – esa entelequia que conservamos temerosos de la soledad y el desarraigo- se han producido desgracias, defunciones o cismas, nos reuniremos en torno a la engalanada mesa acompañados de nuestra pena, nuestro rencor o nuestra desolación.
Ninguno de los comensales querrá estar junto a los otros, para todos será un compromiso que se asume con una mueca de resignación. La unidad familiar anfitriona, estará abrumada por los excesos gastronómicos y por el épico fregado que les espera tras la comilona.
Los sobrinos estarán pendientes de los regalos del tío rico y le reirán los chistes y le palmearán ensimismados en la corrupción del aguinaldo el inevitable fandango navideño.
El canto del pobre, del tío pobre, ya se sabe que está prohibido hasta en la más mísera tabernucha.
En definitiva, las fechas tan señaladas que se acercan son como todo en la vida; la adolescencia, el matrimonio, la paternidad o la jubilación. Se tendrá noche de paz si la cartera está llena o tiene, la cartera, capacidad de endeudamiento, se disfrutará de la noche de amor si las cartas que llegan de los bancos no son flagrantes amenazas de desahucio y se disfrutará de la estrella navideña y el árbol si Sevillana Endesa no nos corta el suministro, tras múltiples, y cada vez más obscenas advertencias, por falta de pago.
Hay mucha gente que detesta la orgía de celebraciones con que amenaza el calendario: . “La Navidad” , con toda su melancolía y su macedonia de empalagos y topicazos, con su vomitona consumista que enajena como una epidemia a casi toda la población.
¿Por qué entonces participamos de la farsa y guardamos las fiestas con más o menos entusiasmo? . Porque la Navidad es una constatación del fracaso o del éxito con que hemos ido caminando por el año.
Si nos fueron bien los negocios, serán dichosas nuestras salidas al mundo de las cajitas de colores y los lazos de papel acharolado. Los hijos lucirán, pues son nuestra imagen y semejanza, nuestro triunfo profesional por las aceras de la urbanización disparando como reporteros de guerra con sus cámaras digitales a todo lo que se mueva o encerrados en la penumbra de sus dormitorios manejando con habilidad de expertos los equipos informáticos.
Nuestros padres recibirán el éxito infame de ventas en las librerías “La verdad sobre la guerra civil contada por Ricardo de la Cierva” “Franco no era tan malo” o “Los dos mil ochocientos mejores ripios en lengua castellana” y nuestras madres camisones y batas que reciben con beatífica sonrisa otro año más.
Si nos ha ido como el culo durante el año. Si somos trabajadores con un horizonte laboral con más incógnitas que una legislatura de Zapatero, si somos parados de larga duración con el subsidio agonizante y las chapuzas perseguidas y fiscalizadas, la Navidad será otra sibilina forma con la que el sistema nos da por el culo y rubrica nuestra condición desgraciada y pobre.
Son estas fiestas, una constatación también, de las tristezas que el año nos ha ido deparando. Si en la familia – esa entelequia que conservamos temerosos de la soledad y el desarraigo- se han producido desgracias, defunciones o cismas, nos reuniremos en torno a la engalanada mesa acompañados de nuestra pena, nuestro rencor o nuestra desolación.
Ninguno de los comensales querrá estar junto a los otros, para todos será un compromiso que se asume con una mueca de resignación. La unidad familiar anfitriona, estará abrumada por los excesos gastronómicos y por el épico fregado que les espera tras la comilona.
Los sobrinos estarán pendientes de los regalos del tío rico y le reirán los chistes y le palmearán ensimismados en la corrupción del aguinaldo el inevitable fandango navideño.
El canto del pobre, del tío pobre, ya se sabe que está prohibido hasta en la más mísera tabernucha.
En definitiva, las fechas tan señaladas que se acercan son como todo en la vida; la adolescencia, el matrimonio, la paternidad o la jubilación. Se tendrá noche de paz si la cartera está llena o tiene, la cartera, capacidad de endeudamiento, se disfrutará de la noche de amor si las cartas que llegan de los bancos no son flagrantes amenazas de desahucio y se disfrutará de la estrella navideña y el árbol si Sevillana Endesa no nos corta el suministro, tras múltiples, y cada vez más obscenas advertencias, por falta de pago.
10 comentarios:
felices fiesta a todos meno a uno
Queremos mas de gallardosky
mas poemas, mas comentarios y mas artículos.
Por cierto: ¿cuándo actua la banda del malandar?
El pasado día 25 fue el día de Navidad, un día en el que los cristianos celebramos la Natividad o Nacimiento de Jesús, El Cristo, el Hijo de Dios para unos; y para casi todos, el que compartió, ayudó y se dejó ayudar de pobres y ricos, de religiosos y prostitutas, de fieles e infieles; el que dio valor a lo material y a lo espiritual, a la buena carne, al buen pescado y al buen vino, pero también al buen retiro espiritual y a la Buena Nueva, a la Palabra clara, concisa, dura o menos dura, en defensa de la Verdad, de la Justicia, de la Libertad, de la Paz sin ramplonería…; el que tuvo una infancia feliz; el que no nació pobre –como nos quieren hacer ver-, ya que nació rodeado de la mayor riqueza, el amor; pero, además, de ser ciertas las circunstancias que nos cuentan, tampoco era pobre materialmente hablando, puesto que en aquella época tener una burra no era poco, nacer en un portal era bastante habitual, disponer del calor de un buey y una mula no era poco para el momento; el que no podía echar de menos mayores comodidades, ni la escasez de ellas podían hacerle infeliz porque nadie es infeliz por no tener lo que no conoce que existe, ni siquiera se puede desear aquello de lo que se desconoce su existencia. Para los creyentes en Jesús, Él es el que dijo “Por sus obras los conoceréis”; el que nos mostró a los que lo queremos ver que Dios es Uno en Nosotros y que, como componentes del Todo del que formamos parte, si queremos ser felices, estamos obligados a amarnos unos a los otros tanto como a nosotros mismos (lo que no significa ser templados, sino usar el látigo, si procede), haciendo todo lo bueno que esté en nuestras manos y evitando todo lo malo, todo por el placer de Ser y no por recibir honores (que tu mano derecha no conozca las buenas obras que hace tu izquierda)… El que se encargó de dirigir en la tierra la obra de Dios, enseñándonos a cooperar con Él y a beneficiarnos de ella. Éste es Jesús, del que hoy celebramos su Nacimiento: la Navidad.
Pero el verdadero significado de la Navidad ha ido difuminándose en los últimos tiempos, hasta convertirse en un mal remedo de lo que decimos que significa. En España, la Navidad ya no es lo que era hace tan solo cuatro años, por decir una fecha. Muchos han intentado cargársela y así seguirán como parte de la persecución religiosa que estamos viviendo, como en los viejos tiempos; de momento, sigue siendo Navidad, pero menos.
Toda la parafernalia del “Pobrecito Jesús” no es más que una herramienta para despertar la compasión. ¡Qué bien lo saben a su favor los enemigos de Jesús! Eliminada la compasión, despertadas las ansias materiales y de consumismo, ha sido fácil eliminar el componente navideño que hacía que muchos sintieran atracción por el Niño. Son las consecuencias del error de un mensaje que está en función del “dinero”: tan malo es amar a alguien por sus posesiones como por su falta de ellas. Amar a Jesús, celebrar su Nacimiento, debería estar fuera de las circunstancias de riqueza del Ser que ahora recordamos. Pero no es así, y los creadores de propaganda naZionalSOCIALISTA lo saben muy bien: la sociedad está manipulada para que el que tiene menos odie al que tiene más –de ahí el odio de los progres comunistoides, también llamados socialistas, a los que consideran de derechas; en realidad, aunque es una creencia falsa, su odio está basado en que creen que los de derechas son más ricos-. Así, los propagandistas de la religión “Atea”, los socialistas en sus años de gobierno, llevaron a la sociedad a un consumismo feroz en la época navideña para que, desde la perspectiva de creyentes en la pobreza de Jesús, los creyentes aprendieran a “despreciarse” a sí mismos, para poco a poco ir cayendo en la trampa de rechazar al que era origen de “su auto-odio”, al propio Jesús.
El paso siguiente sería, es, el rechazo a ese consumismo para aumentar así el auto-odio, ahora por ser tan malos, por consumir tanto, habiendo tantas necesidades. Apelando, en esta ocasión, a la conciencia casi colectiva: necesidades de grupos, lejanos a ser posible, pero desprecio por el mendigo de la esquina. Olvidamos las enseñanzas de Jesús, amante de las fiestas y las buenas celebraciones consumistas; pocos recuerdan (o no quieren recordar) que Jesús se esforzó en hacer el milagro del Vino en una fiesta, aunque hubiese muchos pasando hambre, pocos valoran el significado del aprecio de Jesús por el aparente derroche en perfumes... Él sí tenía claro que lo uno no impide lo otro, o que cada cosa tiene su momento y su tiempo; Él sí sabía que en este mundo los recursos son infinitos y que no es malo gastar de vez en cuando en lujos y celebraciones. Pero las mentes perversas que manipulan las nuestras se propusieron, una vez “despreciado” del primer plano el mensaje del Jesús pobre, eliminar de nuestras conciencias los festejos de celebración del Nacimiento de Jesús. Atacaron por la vía del rechazo al consumismo, hasta terminar en un aparente “desliz”, que no es tal, del Ministro de Economía, Solbes: en Navidad, coman conejo, que es más barato. Detrás del “desliz” está el “No hagas fiestas de celebración importantes para recordar el Nacimiento de Jesús, Él no se merece que tú lo celebres con lo exquisito, Él no vale más que un conejo”. Y, aunque Jesús, en una celebración, hiciera gala de sus poderes para propiciar el lujo del Vino (cosa que debería ser motivo de reflexión para los creyentes), pocos han visto en el mensaje del “conejo” una incitación a la degradación de la celebración de la Navidad (no veo a Solbes incitando a comer conejos –más baratos- en las bodas, tan de moda socialista, por ejemplo). El mensaje es claro: celebremos la Navidad, pero menos.
Ya no se palpa el sentimiento de que Dios sigue compartiendo el mundo con los hombres y viceversa, de que Jesús nos sigue acompañando e instruyendo, de que celebramos su Nacimiento. Para los incrédulos, para los amantes de la fe conocida como “ateísmo”, se trataba de eliminar este sentimiento, y, para ello fueron a la raíz, al propio sentimiento… No nos vencerán a los creyentes en Jesús, por más que sigan sumando intentos y que nos hayan hecho percibir que para la mayoría de ciudadanos la Navidad 2007 es Navidad, pero menos.
En resumen…
Se ha manipulado y tergiversado el significado de la “Navidad”, llevándolo hasta el desencanto, como pieza clave que es para conseguir el desprestigio de las religiones cristianas; en España, principalmente, de la religión católica (por ser una herramienta fundamental para frenar e impedir los deseos de felicidad, de manera que se implante la maldad a base de rencor, venganza, destrucción…), convirtiendo estas fechas en Navidad, pero menos.
FELIZ NAVIDAD
Mu bonito, pischa...harte un bló de ezos....fun fun fun. com
o argo ajín
Evidentemente, por sus palabras lo conoceréis. Sólo hay que escuchar los discursos de los obispos y de sus seguidores para caer en la cuenta de que sufren "el mal de la persecución". ¿Acaso se obliga a alguien a que se case con otro hombre o con otra mujer desde el laicismo?¿Acaso se obliga a profesar una religión o el propio laicismo desde el laicismo?¿Se tilda a alguien de desgraciado (en el sentido etimológico) por profesar alguna religión, como hacen los que sí la profesan sobre los descarriados y posesos del mal endémico?¿Acaso se considera a alguien enfermo por sus tendencias sexuales, como hacen los obispos?¿acaso se justifican conductas patológicas como el abuso a menores desde el laicismo?¿Acaso se persigue con el cobro de impuestos o con demasías fiscales o carcelarias a quienes van a misa o dicen ser religiosos o defienden alguna ideología ascética?
AMÉN
JJAJAJJAJAJJAJAJAJJJJAJA
ahí quedó eso, contestale gallardoski
si hay cojones
jajajaja
que barbaridad
Todo esto cuando en el mayor grupo de perseguidores de la Historia, el más vil y despiadado desde sus orígenes ha sido la Iglesia, que por eso es Santa. Aunque para perseguidores prefiero el de Cortázar.
Vota PP y financia la iglesia,je,je
que los reyes te traigan papel y boli pissa que no escribes na
bua
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