martes, 8 de enero de 2008

NUEVA SINGLADURA


Comienza la nueva singladura. Ahora, a seguir viviendo, que no se puede andar todo el día de fiesta como si fuésemos poetas líricos de la generación del cincuenta, tan etílicos ellos y tan puteros.

Sigamos, pues, poniendo fechas. Primero que nada, el topicazo de los nuevos y buenos propósitos, estos que olvidaremos en cuanto la resaca del festejo nos devuelva a la melancolía del invierno y nos veamos tan ridículos con el chándal en el gimnasio.

O nos reconozcamos enmonados como yonkis, por haber cometido la imprudencia de dejar el tabaco unos días, sabiendo que volveremos a inspirar el humo impío y que no hemos sacado en limpio tras estos escasos días de abstinencia, otra cosa que angustia.

O nos sorprendamos lampando por una cervecita, por un bistec ensangrentado, por un grasiento potaje, nosotros que somos humanos, demasiado humanos, y no podemos enajenarnos de la perseverancia con que nuestros vicios nos han ido conformando, convirtiéndonos en lo que somos.

Segundo propósito: saber lo que somos.

Carne a veces excesiva, sexo y deseo domado por el barbecho de los sentimientos, por la vulgaridad de las costumbres, por el aburguesamiento vomitivo de las pasiones, sueños casi siempre malogrados, hombres y mujeres frágiles y expuestos a la enfermedad, a la asfixia, a las fluctuaciones de los mercados, a las extravagancias financieras de los bancos, que ahora prestan y mañana no, que hoy saludan y mañana embargan, a los delirios de los jerifaltes de la tribu, que hoy conceden y mañana coartan, que hoy nos hacen sentir libres y mañana nos meterán en la cárcel.

Que hoy firman la paz y mañana nos abocan a la guerra.

Somos, en definitiva, los extras de la historia universal y en este rodaje, apenas nos enfoca la cámara y cuando lo hace debemos tener ojo con que no sea para burlarse, para ver cómo morimos o para ver cómo matamos.

Deambulamos por el tiempo en una víspera constante hasta la jornada final que, no es por ponerme cabrón, pero es la muerte. Mientras tanto; vivimos.

Casi siempre anhelantes del viernes, del próximo puente, de las vacaciones de verano…eso los que estamos inmersos en el mundo laboral más o menos normal.

Luego hay otros mundos que están en éste, que no son de marcianos ni fantasmas, en esos mundos viven los que esperan ser convocados para cualquier porquería de trabajo en las colas del paro, los que esperan la llegada de la patera en las costas de África o los que esperan con mansedumbre el subsidio en las puertas de los bancos y las cajas de ahorro, los primeros de mes, temprano, muy temprano porque nunca se sabe; si se acaba el dinero, si nos lo han retirado, el subsidio, o si no nos van a pagar ese día porque alguien no ha hecho sus deberes.

Los subsidiados están poseídos por todos los terrores. Los asalariados menos. A veces hasta sacan pecho y se ponen estupendos, pensando que el país, el sindicato o el partido político, están con ellos y los protegen. Un poquito los protegen, sólo un poquito, porque en cuanto se pasen sacando el pecho, se producirá ese fenómeno post capitalista, llamado “deslocalización” y se llevarán los dueños del cortijo, el cortijo productivo a otros lugares en los que la clase trabajadora (eufemismo de la vieja clase obrera) no tengan tan desarrollados los pectorales reivindicativos.

El calendario se llena de acontecimientos y está muy bien que así sea, fiestas de guardar, bodas de amigos, divorcios, premios y brindis, asuetos y viajes.

Tendremos que alimentarlos, a los días, para que no se nos mustie la esperanza, para volver a hacer el ridículo con nuestras misérrimas aspiraciones sociales, económicas, políticas o amorosas.

Qué vamos a hacerle, como decía la milonga de Gardel “Hay que vivir, viejo, hay que vivir” sobre todo cuando sabemos que la vida, con todas sus grandezas y miserias, es lo único que tenemos. Y los ateos, ni te cuento. Sabemos que la vida es lo único que tendremos.

Que piensa uno que ya que estamos en tantas fantasías, podía uno haber seguido con esa; la de la ultratumba, por pasar por este valle de lágrimas más a gustito y con más esperanzas. Pero ya sabemos, con Camus, que la esperanza es lo último que se perdió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo tuve 1 mili mu xunga