miércoles, 12 de diciembre de 2007

VIDA, MUERTE Y FOSFATOS


El ritual cristiano, al que uno por inercia y tradición no puede dejar de pertenecer, ofrece una liturgia para cada una de las etapas del individuo.

No podía faltar la ceremonia final, la del último adiós en la que el sacerdote consagra al cadáver en una suerte de sesión entre espiritual y social, a una fantástica reunión con antepasados, divinidades, ángeles y vírgenes. Nadie se cree nada, claro. Por eso los deudos con toda la razón (ay la razón) lloran la pérdida del ser querido. Ni siquiera el cura, que suele ser un hombre instruido, se traga ni una de sus poéticas preces. Todo se hace por consolar seguramente, por aliviar el dolor que nos produce ese desastre, ese caos del organismo que significa la muerte.

Porque es la muerte el hecho fundamental que da sentido a la vida, verdad de Perogrullo que a nadie se le escapa, pero que apenas queremos enfrentar con nuestro inconsciente día a día. Inventamos la poética religiosa y la farándula de ultratumba con dos objetivos esenciales; por una parte no tener que enfrentarnos a través de la lógica y la razón con una verdad tan absoluta como la disolución. La segunda porque el ser humano es una realidad biológica con sentido y voluntad de trascendencia.

Esa voluntad de trascendencia puede bifurcarse por los caminos del arte, la literatura, la música e incluso la historia y la política, lo malo es que no todos los habitantes del planeta tienen posibilidades, talento o genio para perdurar en la memoria, así que frente a esa melancolía de desaparecer, mejor la poesía, el rito y la farsa de carnes resucitadas y paraísos lejanos.

Un hombre vivo es una maravilla, una mujer, para mí, todavía más.

Un hombre vivo es una representación del mundo, de la evolución, de la esperanza (una mujer, insisto, todavía más) pero muerto, un hombre muerto es exactamente igual que un perro muerto, que un pato muerto, que un rinoceronte muerto. Carne, sangre, huesos inertes que ya nada significan como tal.

Reconozcamos que la obra, las acciones e incluso la descendencia, conformarán esa entelequia que nombramos su memoria. Pero el cuerpo inerte ya no es nada, polvo, cal y fosfatos.

Cuento todo esto porque regreso del entierro de un pariente lejano. No he sentido dolor ya por él, que no podrá ni recibirlo ni agradecerlo, se siente el dolor por los que quedan, por los que tendrán que acostumbrarse a vivir sin su presencia. Porque a pesar del discurso tenebroso del cura, de la luz cenital del templo que invita ciertamente a la reflexión y al recogimiento, la vida fluye maravillosa en cuanto miramos hacia fuera.

Uno se queda mirando el ataúd donde reside el cuerpo que se irá descomponiendo con naturalidad flagrante, uno observa el absurdo existencial y casi se le ponen a uno los pelos de punta constatando el esfuerzo por vivir cada día y la consecuencia final e irreversible de ese esfuerzo, pero todo eso lo hacemos mirando ya el reloj porque tenemos citas, porque tenemos hambre y queremos ir a desayunar, porque tenemos frío y queremos ir a casa a ponernos un abrigo, porque tenemos vida y cada una de las fragancias de estar vivo nos conforma y si sale el sol se nos alegrará el rictus obligado ante esta circunstancia.

La grandeza del ser humano no tendrá pues, nada que ver ni con la muerte que es una putada biológica y hasta filosófica, ni con sus resacas quiméricas de un imposible más allá. La grandeza del ser humano estará en darse cuenta de la vida, en existir no como una vaca, no como un gorrión, sino como una especie que regenta – casi siempre con el culo, eso sí- el destino de todo un planeta.

La grandeza del ser humano será su fantasía, su evocación de los que ya no están y su poder para traerlos al presente a través de la memoria para llorarlos, festejarlos o venerarlos. Esa es la grandeza del ser humano y hasta su divinidad.

Lo demás; los marcianos y los santos, los bichos con tridente y rabo y los entes con barba blanca encima de una nube, con todos mis respetos, no se lo creen ya ni en Disneylandia,

5 comentarios:

Anónimo dijo...

arrepientete de tus pecados pecadorrrrrrrrrrrr. Gallardoski te vas quemar en el infierno, puto rojo.

Rita dijo...

Hola en cuanto a la foto tengo mucho que contaros:

Es de Kevin Carter, natural de Johannesburgo,freelance en sudáfrica, un impacto de foto, hecha en la región de Ayod (una pequeña aldea en Sudan), ganador del premio pulitzer por ella,a unque al cabo de un tiempo se suicido por ese motivo, gaseó en su coche.

Lo único que hizo por salvar a aquella niña, fue espantar al buitre, porque decía que en cada rincon había una situación parecida.

Palabras del propio Carter:

“Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla. La odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la
niña”.

Cuatro meses después, abrumado por la culpa, conducido por una fuerte dependencia a las drogas, y coincidiendo con la muerte de un buen amigo suyo. Kevin Carter se quitó la vida.

en el wikipedia pone esto de él:

Fue objeto de duras críticas por aprovechar la situación para su propia fama, llegándose a comparar al fotógrafo con el buitre.

Tras ello, pasó de reportero a fotógrafo de naturaleza. Pero poco después, por la presión de las críticas y por la muerte de un amigo, Ken Oosterbroek, asesinado durante un tiroteo que cubría en Tokoza, Johannesburgo, el 18 de abril de 1994, Kevin Carter se quitó la vida.

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Kevin_Carter"

Es muy curioso este tema, me llamó mucho la atención cuando conocí la foto e investigué el tema, así que.... por si queréis echar un vistazo.

Así que....moraleja:

"Más vale pájaro en mano que acechando..."
Espero que os haya servido de algo.


Me ha gustado Juan Antonio.

Muchos besos RITA TAYLOR.

Gallardoski dijo...

Gracias "Rita"

Javier Gallardo dijo...

las ascuas.....

Rita dijo...

Si, es cierto, estar en ascuas...
A mi la verdad que la foto me da muy mal rollo. Cuando la vi por 1º vez no pude evitar interesarme por ella.

Juan Antonio pon otra más agradable "pisha" para quitarnos este amargor.

Besos , RITA.