Nuestras vacaciones, nuestras opulencias, nuestras romerías, nuestra climatología, nuestra ganas de apurar los varios tragos que será la vida, nuestro temor y nuestro saludable hedonismo espiritual frente a ese solo trago que es la muerte, que hubiera dicho Miguel Hernández de vivir en estos tiempos de la inercia.
Nuestros benditos hijos para los que queremos un futuro bueno y una infancia de disneylandia, criados entre algodones que saldrán luego al mundo, que como en el tango es sordo y es mudo, y se darán de bruces contra el relámpago hirsuto del odio social, del darwinismo profesional y del desastre académico, a pesar de nuestros profesores particulares, de nuestras clases de natación, de nuestras salidas como adictos al centro comercial.
Nuestras marcas de pantalones, nuestra condición de hombres, mujeres y niños anuncios, cargando con los costes de una publicidad masiva, jugando este juego en este perverso círculo vicioso de tontería consumista. Nuestra firme apuesta por Peter Pan y sus complejos, nuestro miedo a crecer, a envejecer, a ir poniéndonos tristemente cabizbajos de carnes, cabizbajos de tetas, de barrigas y , si el santísimo Viagra no lo remedia, cabizbajos del otrora enhiesto falo.
Nuestras calenturas para lo que hemos ido desterrando felizmente la idea del pecado y follamos como siempre se ha follado, pero sin complejo de culpa, nuestro vouyerismo virtual, para lo que tenemos Internet y somos ya los hombres y mujeres que más falos y más culos y más guarrerías han visto en la historia de la humanidad.
Nuestras declaraciones del impuesto sobre la renta y nuestras triquiñuelas para ahorrarnos unos euros, nuestros libros de reclamaciones y nuestra exigencia de servicios sociales, de hospitales, de auto pistas y de cirujanos. Nuestra cobertura de desempleo con esos millones de euros repartiéndose como la calderilla de la plusvalía con que la clase obrera ha levantado urbanizaciones de lujo, hoteles mordiendo las orillas del mar y chalés con piscina de atribulados empresarios de la construcción que claman ayuda a las administraciones públicas, aterrados frente a la posibilidad de perder un céntimo de su estatus, de no poder renovar el coche estupendo y prepotente el próximo año.
Nuestras elecciones generales en las que volvemos, otra vez, a confiar en quienes cada cuatro años más o menos, nos tratan como a una informe masa de gilipollas profundos. Nuestros ministros de economía, mirándonos con la ceja levantada, como diciendo; ¡pero bueno! ¡Es que os lo habíais creído, banda de paletos! .
Nuestras comunidades autónomas ricas diciendo que las pobres, las comunidades pobres, lo son por indolencia y lasitud genética, y buscándose las habichuelas de la financiación desde el desprecio y la insolidaridad. Nuestras cuencas y nuestros ríos agonizantes por culpita de la pertinaz sequía y su maldición franquista, que nos abisma a trasvases eufemísticos y a chantajes políticos llenos de maldad porque niegan el pan y el agua a los demás.
Nuestros inmigrantes ilegales, vomitando agua salada en las costas y tiritando helados como sus sueños, helados y sospechosos. Nuestra crisis.
Vemos tambalearse algunos de los cimientos con los que nos hemos ido conformando en una amplísima clase media, habíamos desterrado la idea del obrero y sólo la considerábamos si el obrero era negro, moro, o sudamericano.
Nuestra crisis nos pone ahora, como siempre, a los mismos, en dificultades. Y los otros, que siguen siendo también los mismos, nos pedirán moderación salarial, que es como decirnos que nos callemos si tenemos hambre o necesidad. Nos pedirán paz social, nos pedirán, en fin, que paguemos los costes de la señora crisis, conocida en los ambientes sonrientes del partido en el poder como “desaceleración” , que como sabemos todos es una forma muy cachonda de llamar a las cosas por el nombre que nos salga de los mismísimos cojones.
Nuestros benditos hijos para los que queremos un futuro bueno y una infancia de disneylandia, criados entre algodones que saldrán luego al mundo, que como en el tango es sordo y es mudo, y se darán de bruces contra el relámpago hirsuto del odio social, del darwinismo profesional y del desastre académico, a pesar de nuestros profesores particulares, de nuestras clases de natación, de nuestras salidas como adictos al centro comercial.
Nuestras marcas de pantalones, nuestra condición de hombres, mujeres y niños anuncios, cargando con los costes de una publicidad masiva, jugando este juego en este perverso círculo vicioso de tontería consumista. Nuestra firme apuesta por Peter Pan y sus complejos, nuestro miedo a crecer, a envejecer, a ir poniéndonos tristemente cabizbajos de carnes, cabizbajos de tetas, de barrigas y , si el santísimo Viagra no lo remedia, cabizbajos del otrora enhiesto falo.
Nuestras calenturas para lo que hemos ido desterrando felizmente la idea del pecado y follamos como siempre se ha follado, pero sin complejo de culpa, nuestro vouyerismo virtual, para lo que tenemos Internet y somos ya los hombres y mujeres que más falos y más culos y más guarrerías han visto en la historia de la humanidad.
Nuestras declaraciones del impuesto sobre la renta y nuestras triquiñuelas para ahorrarnos unos euros, nuestros libros de reclamaciones y nuestra exigencia de servicios sociales, de hospitales, de auto pistas y de cirujanos. Nuestra cobertura de desempleo con esos millones de euros repartiéndose como la calderilla de la plusvalía con que la clase obrera ha levantado urbanizaciones de lujo, hoteles mordiendo las orillas del mar y chalés con piscina de atribulados empresarios de la construcción que claman ayuda a las administraciones públicas, aterrados frente a la posibilidad de perder un céntimo de su estatus, de no poder renovar el coche estupendo y prepotente el próximo año.
Nuestras elecciones generales en las que volvemos, otra vez, a confiar en quienes cada cuatro años más o menos, nos tratan como a una informe masa de gilipollas profundos. Nuestros ministros de economía, mirándonos con la ceja levantada, como diciendo; ¡pero bueno! ¡Es que os lo habíais creído, banda de paletos! .
Nuestras comunidades autónomas ricas diciendo que las pobres, las comunidades pobres, lo son por indolencia y lasitud genética, y buscándose las habichuelas de la financiación desde el desprecio y la insolidaridad. Nuestras cuencas y nuestros ríos agonizantes por culpita de la pertinaz sequía y su maldición franquista, que nos abisma a trasvases eufemísticos y a chantajes políticos llenos de maldad porque niegan el pan y el agua a los demás.
Nuestros inmigrantes ilegales, vomitando agua salada en las costas y tiritando helados como sus sueños, helados y sospechosos. Nuestra crisis.
Vemos tambalearse algunos de los cimientos con los que nos hemos ido conformando en una amplísima clase media, habíamos desterrado la idea del obrero y sólo la considerábamos si el obrero era negro, moro, o sudamericano.
Nuestra crisis nos pone ahora, como siempre, a los mismos, en dificultades. Y los otros, que siguen siendo también los mismos, nos pedirán moderación salarial, que es como decirnos que nos callemos si tenemos hambre o necesidad. Nos pedirán paz social, nos pedirán, en fin, que paguemos los costes de la señora crisis, conocida en los ambientes sonrientes del partido en el poder como “desaceleración” , que como sabemos todos es una forma muy cachonda de llamar a las cosas por el nombre que nos salga de los mismísimos cojones.
4 comentarios:
Es demasiado temprano para esto, demasiado temprano…
No, amigo Alfredo, es demasiado tarde. Gallardoski acierta: ahora los más pobres tendremos que pagar los platos rotos de la falta de previsión de un gobierno más pendiente de la desmembración del estado, de la negociación con ETA y de la memoria histórica que de planificar la economía del país.
Hay quien lucha reclamando su diferencia, su estatus de marginal, rechazando los cánones impuestos por la sociedad. Pero hasta ellos acaban encasillados por sus propios tópicos y la gente acaba viéndolos como parte del mobiliario.
Y más si llegan a ser famosos.
…como siempre te expresas de forma brillante…quizas esto no diga mucho de mi jaja…
…verdades como templos señor Gllski, sin duda…
buena semana tengan!
Publicar un comentario