domingo, 21 de noviembre de 2010

SANTORAL

Ser santo es una magnífica forma de estar vivo, que nadie piense que es imposible o como mínimo difícil llegar a ese estado venturoso de la existencia . Yo mismo, en mi permeable agnosticismo, conozco como mínimo unos cien o doscientos santos varones y una cifra similar de santificadas señoras.

Una de los motivos por los que ser santo es una magnífica forma de estar vivo es lo bien que se duerme de santo. El santo no precisa jamás de la introspección, su beatitud le llega directamente de la mano divina y, al contrario que el místico, jamás tiene la humana dificultad moral de la duda, jamás investiga las razones del otro y es incapaz de atisbar lo perverso o lo impío de su comportamiento.

El santo puede impunemente asesinar (santones tiene la iglesia) a sus semejantes pero sus armas andan siempre cargadas de coartadas morales, civilizadoras e incluso socio económicas.

El santo cuando empieza su labor de zapa en algún prójimo, no terminará hasta dejar al prójimo en las últimas. Cuando traiciona la confianza que se ha depositado en él monta su castillito de naipes con eximentes y se duerme de un tirón pensando cuánta razón tiene él siempre y cuán equivocada está el resto de la humanidad .

Para ser santo que, como digo es una forma maravillosa de estar vivo, basta con decirse a uno mismo consignas o salmos de este estilo: “Yo tengo un corazón que no me cabe en el pecho” si la salmodia de esta metáfora no resultara suficiente, el santo tiene una habilidad prestidigitadora para encontrar en el otro todas las maldades que hacen al otro merecedor de sus afrentas o sus infamias.

El santo nazi pudo llegar a serlo, pudo convertirse en un grandísimo hijo de puta sin paliativos, gracias a sentir muy, muy dentro como sólo sienten los santos que , pese a sus abominables crímenes, tenía un corazón ario que no le cabía en el pecho y tenía frente a él y a su ario corazón un pueblo enfermo y malvado, un pueblo, el judío, que merecía el exterminio para que sobre la impoluta Alemania se vertiera el dulce néctar de la santidad.

El santo no tiene porque ser un sociópata extremo, puede simplemente manifestarse en la noche, cuando uno más a gusto está oyendo el titilar de los cubitos de hielo en su vaso de güisqui y atendiendo a los efluvios de un Charlie Parquer tormentoso y bravo , puede el santo poner su mano incorrupta sobre tu hombro y decirte : “Hombre…” y a partir de ahí darte la noche. Si le reprochas algo te dirá que él, como santo que es, tiene un corazón que no le cabe en el pecho y que tú eres poco más que una mierda pinchada en un palo.

Hay santos que se cuelan en las colas, que te arruinan, que mienten , que calumnian, que delatan . Santos que torturan y luego besan mansamente las mejillas de sus vástagos al llegar a casa de vuelta del, llamémosle, trabajo. Santos que se plantean seriamente volar por los aires cúpulas, santos que pegan tiros en la nuca a concejales indefensos, santos que explotan , que violan, que pegan a sus mujeres. Ninguno es malo, ninguno. Todos tienen un motivo.

Lo malo es que la sociedad los necesita y por eso cada cuadrilla escudriña en el panorama para buscar los santos de su devoción y una vez elevados a los altares ya nunca serán malos.

El santo célebre o el santo que ostenta un gran liderazgo personifica el dogma; así la patada en los huevos de San Evo Morales a un opositor o lo que fuera que jugaba con él al fútbol, estará rodeada de toda una cochambre de justificaciones por los que han visto en Evo un santo de los gordos, como el Ché Guevara, Lennon o Bruce Lee.

El mercadeo petrolífero de San Hugo Chávez con el imperio yanqui estará santificado por los turistas ideológicos que se descojonan con los tics mussolinianos de este militar.

La política carcelaria de la Santísima Cuba forma parte ya del mismo cielo y cada carcelero cubano es un querubín que alivia con paños húmedos de ortodoxia, las fiebres reaccionarias de esos desviados a los que occidente se empeña en llamar presos políticos.

Este breviario, este santoral, no pretende cebarse con los santos de una corriente, de una ideología, ya tenemos bastantes maldiciones y flamígeras espadas justicieras atacando del otro lado.

Ellos tienen sus cárceles afganas, sus Guantánamos, su delirio bélico de Justicia infinita, sus chantajes democráticos, sus elecciones fraudulentas, sus banqueros y sus confederaciones empresariales, sus pueblos sometidos, sus policías secretas, su neoliberalismo asesino, sus ultras mediáticos. Ellos tienen las llaves del Edén del bienestar y en cuanto pueden nos expulsan para que suframos bien el pan con el sudor de nuestras frentes. Ellos nos apretarán , como Dios padre que aprieta pero no ahoga, hasta conducirnos a la mendicidad laboral o a la ruina; económica, ideológica , moral…

Lo que yo digo es que habría que hacer lo posible por no parecernos a ellos, por no tragarnos ni un sapo más venga de donde venga el puto sapo, por no dar por sentado nada y por no hacer actos de fe de las ideas. Por quitarnos de la cabeza la santidad de los nuestros y traducir bien la máxima aquella que no era “Pienso luego existo” sino; “Dudo, luego existo”. Porque quien se queda en lo que sabe no progresa, porque quien se conforma con lo que le cuentan sus santos de cabecera no sueña, zozobra. Porque quien busca lo conocido, no busca el conocimiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero es tan dificil vivir dudando de todo, lo que dicen santos y no santos. Por qué, para qué, que pretende,...

Anónimo dijo...

Pero es tan dificil vivir dudando de todo, lo que dicen santos y no santos. Por qué, para qué, que pretende,...