martes, 14 de diciembre de 2010

HABLANDO DE TODO



Me interrogaba una amiga, amiga a su vez de mi escritura; estos alardes de juntapalabras con los que zascandileamos por la opinión, cómo era posible que anduviese uno ya, a mis años, tan descreído, tan apeado de las Arcadias del porvenir, tan levemente melancólico. Veamos:


No estuve en las trincheras defendiendo la libertad o una idea de la libertad, ciertamente no había por esta parte del mundo silbido de balas ni cañonazos , pero si me hubiesen angustiado de verdad la justicia de mis ideas, si me hubiese faltado el aire imaginando las tropelías y los asesinatos de los villanos del mundo, muy bien podría haber cogido mi hatillo, mi juventud y mis certezas de entonces y largarme a guerrear a Nicaragua o ponerme los avíos de ayudar y partir para el cuerno de África como un misionero marxista.

Pero no anduve en conspiraciones , ni corrí con mi pancarta mientras la policía repartía palos a los rezagados o a los camorristas que pretenden su revuelta por los barrios, que levantan el ascua sagrada de la lucha obrera en forma de tea y queman o destruyen lo que al día siguiente los obreros de siempre, los que no pudieron ir a la manifestación porque el lunes había que currar, tendrán que limpiar y reparar por un sueldo de miseria que bien vale una manifestación y el germinar de una lucha y vuelta a empezar si es que quieres que te cuente el cuento de Juan de la Pipa.

No arriesgué mucho, la verdad. Cuando tuve que cortarme la pelambrera para ganarme el pan lo hice, estuve a esto de cambiar el foulard palestino por una corbata estampada, menos mal que los dueños de los cortijos empezaron, ellos también, a quitarse las corbatas y a vestir informalmente sus camisas con reptiles y sus jerséis equinos y permitieron que a los jóvenes de antaño nos bastara con el aseo y la ausencia de símbolos, entiéndase pegatinas, chapas anti otan o zarcillos en las orejas, para ocupar algún puesto de responsabilidad en sus empresas.

También hice la mili mientras otros muchos compañeros se jugaban la libertad, la libertad esa de los veinte años que es cuando más se ama la libertad. Algún día contará uno cómo hizo el servicio militar, esto será cuando estemos completamente seguros de que han prescrito los delitos contra la patria que uno allí cometió.

Siendo todavía muy joven me propusieron celebrar una boda con la mujer que amaba, atendí los deseos familiares y me dejé secuestrar durante un par de horas en una iglesia, una ceremonia folclórica en la que confortaba comprobar que el opio del pueblo se había transformado en garrafón y que los feligreses del quilombo creían tanto en las poesías medio subnormales que recitaba el cura como el comité del partido en la antigua URSS en la revolución proletaria y en la filosofía de los compadres Marx y Engels.

Frente a un tipo vestido de cantante griego que me miraba a los ojos hablando de amor heterosexual, de compromisos casi de ultratumba y de vomitivos débitos conyugales, como cuando firma uno un contrato, dije públicamente sí, quiero ; y faltó la ovación de la afición que se retuvo hasta llegar a la parcelita donde tras sacrificar un cochino, pelar unos cientos de gambas y producirse la ingesta de varias cajas de vino de la tierra, se oyeron los vítores de rigor y los celebrados novios aprovecharon la confusión de la fiesta para largarse al Sur, garito inexcusable de aquellas noches, vestidos todavía de mamarrachos y terminar de ajumarse (él, ella no) con los amigos de siempre, que ni vitoreaban ni nada.

Dejé que los míos vivieran en función de sus ideas y procuré que las ideas que uno tenía no se filtraran por los sumideros de la educación. Sólo impuse el respeto y la independencia de cada uno, tuve siempre la sensación de que lo que se gana a través de la violencia; orden, autoridad, temor, no valía la pena. Nunca quise que nadie me quisiera por otra cosa que por lo que uno mismo era, la única ambición era vivir y rozar de vez en cuando esas fronteras de la felicidad y de la risa. Me gustó la canción y el poema, hice muchas canciones y montones y montones de poesías. Al principio las regalaba, cuando entendí que también el regalo era una forma de oprimir la tranquilidad de las relaciones, dejé de hacerlo, incluso dejé de leerles las poesías a los pobres incautos que todavía consideraban una cortesía muy buena animar mis ínfulas de rapsoda .

Por todo eso, querida amiga, creo en todo hasta que deja de ser creíble. Por eso ando tan cansado muchas veces y me pierdo en cierto nihilismo ilustradillo que puede parecer cargante. Por eso a veces, apenas me defiendo y me dejó llevar por este río de la vida que nos pongamos como nos pongamos, al final termina- ya Manrique lo dijo y cómo - desembocando en la mar. Que es el morir.

4 comentarios:

SANLÚCAR DE BARRAMEDA TV dijo...

Me lo llevo !!

Anónimo dijo...

Pues la verdad, estoy esperando hace mucho leerte algo que no me guste (literario quiero decir), pero me parece que va a ser que no.Precioso, como siempre.
Pepe Fernández

Anónimo dijo...

tamos de acuerdo

Anónimo dijo...

tu has visto esto?

http://elotromundodelacanalla3.blogspot.com/2010/12/teoria-de-la-conspiracion-ii-javier.html

jajajajajajajaja