domingo, 19 de mayo de 2013

REITERO


Si antes lo escribe uno, antes salta la jauría a retratarse. Hablaba por aquí hace unas semanas de esa suerte de urticaria moral que les produce a algunos paisanos de la vida el hecho de que pudieran las personas del mismo sexo tener los mismos derechos para vivir en común que disfrutamos  los que gustamos de otras formas de acoplamiento carnal. Y hemos visto estos días cómo unas bestias de la gran Rusia golpeaban ferozmente a los manifestantes gays, también hemos leído por ahí que uno de cada cuatro homosexuales europeos ha sufrido agresiones homófobas  y todo eso nos produce una gran consternación.

Las agresiones se dan cuando los gays o las lesbianas levantan un poco el dedo y dicen “aquí estamos”, mientras permanezcan en la mesa camilla y hagan sus intercambios genitales en la intimidad, el bestia que pega las tortas y el cafre  que decora su ancestral repugnancia con moralinas y argumentaciones delirantes, no se meterán con ellos ni nada.  Pero, que no osen estos desviados  tomar la plaza pública con sus  mariconadas y sus exigencias intolerables porque entonces iremos a correrlos a garrotazos si fuere menester.

Por eso, cuando algún buen amigo nos recuerda que la sexualidad, es algo tan íntimo que no entienden que de ella se haga batalla política, tenemos que contestarle que es íntimo eso del sexo, pero no tanto como para que haya que mantenerlo en secreto, que es lo que les pasa a muchas personas porque temen rechazo, desprestigio y hasta puñetazos si hacen pública su condición. Luego ya con el asunto de la adopción, los argumentos son tan de tertulia de rocieros ajumados, que para qué va uno a decir nada, mejor un buen viva la blanca paloma, o un viva el rey, o un viva España, o quizás un viva la muerte.

Y, hablando de la muerte y de la vida, también nos inmiscuimos un poco en el asunto del aborto  en esa parrafada a la que quizá le estemos dando ya  demasiada importancia, y nos cuentan que, en el Salvador, una chica de veintidós años puede morirse en el parto porque está bastante hecha polvo,  padece el lupus eritematoso discoide y una insuficiencia renal grave. Lo del lupus con esos apellidos,  ya nos pone los pelos 
de punta con solo leerlo.

Resulta además, para que no le falte al caso de nada, que el feto que va a traer al mundo esa chica de nombre Beatriz, como la amada de Dante, va a morirse en cuanto nazca porque tiene el feto anencefalia, que quiere decir que  le falta una parte del cerebro y aunque conozcamos a muchos anencefálicos metafóricos por estos pagos, la enfermedad real impide que el recién nacido sobreviva poco más de un rato, a no ser que algún piadoso lumbrera científico lo enchufe a algo y se dedique a estudiarlo. Como un botánico.  
Por lo visto la iglesia católica es muy beligerante con este caso y ha optado por el rato de vida que pueda tener el recién nacido y porque Beatriz sucumba a la muerte para nada, a sus veintidós años.

Además es tan infame  la  iglesia que se dedica a difamar y calumniar a la chica, como si anduviera despechada porque haya tenido Beatriz tan mala suerte y la ponga en ciertas dificultades morales.  

Si en vez de andar, como es lógico, completamente destrozada  y aterrorizada  por esa muerte casi segura que le espera, Beatriz, abriese sus manos y mirando al cielo dijera que quiere traer al mundo el fruto de su vientre, la iglesia católica en vez de decirle a la chica que no sea gilipollas y que se deje de alardes místicos, la elevaría a los altares y la coronarían mártir del derecho a la vida de los no nacidos (que suena eso de los no nacidos a película de ciencia ficción de serie B) .

La dura realidad viene a reafirmarme en mis argumentos, ya me hubiera gustado a mí lo contrario y dejar así mis argumentos en las últimas, porque para qué queremos llevar razón en el espanto. 

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