domingo, 28 de abril de 2013



Un poco de angustia, porque estoy leyendo “Los enemigos del comercio” de Antonio Escohotado  y no paran de salir referencias a otros pensadores y a gran parte de ellos no los hemos leído, o lo ha hecho uno superficialmente, frecuentadas solamente sus obras más populares, así Hayek, Schumpeter, Plutarco o el mismo Kant.  

Y viene la angustia porque seguimos pensando en clave de vida eterna, quiero decir, que seguimos suponiendo que vamos a tener ese instante continuado de paz algún día, que vamos a disfrutar, por fin, en alguna época de ese sosiego que nos permitirá inmiscuirnos en el conocimiento humano. Comprender de una vez cómo se sostienen los sistemas económicos y los satélites del cielo, cómo se desarrollan las relaciones mercantiles entre un extremo del mundo y de la idea (China) y otro (EEUU) 
Cómo,  mientras una parte nuclear de la humanidad maneja los azares del resto, va el resto vociferando algunas ideas elementales, que pretenden, la mayoría de las veces, para más escarnio, ser libres, personales, originales e independientes.

E imagina uno esos consejos de administración con enormes mesas de juntas en los que se certifica la venta de 994.000  barriles diarios de petróleo (año 2011) por la República Bolivariana de Venezuela a los Estados Unidos de América. 

No sabemos cuánto de revolucionarios tendrán los delegados comerciales a los que afectan poco o nada las turbulencias diplomáticas entre los dos supuestos antagonistas políticos. Y seguramente estará bien aplicarles a esos comerciantes la vieja máxima del pragmatismo ciudadano: “Con las cosas de comer no se juega”. Pero, eso no quita que nos rasquemos simiescamente la cabellera cuando andamos en procesión  tras una pancarta en la que pudiera leerse fuera los yanquis de América Latina y desde la extravagancia demagógica o el convencimiento ideológico, que eso no lo sé, se nos azuza para extremar ese grito y ese desafecto del yanquis go home, mientras los mismos que nos animan a  hacerlo desde sus tribunas, sancionan más tarde, en esos casi clandestinos consejos de administración de los que hablamos, la relación comercial más intensa que se recuerda entre esos dos países.

La base de los conflictos es bastante elemental, porque el conflicto llega cuando las secuencias de la negociación y del lucro se abisman. Y por ello nos vale, aquella frasecita casi infantil, creo que de Valéry,  que rezaba: “La guerra son hombres que no se conocen y se matan, para el provecho de  hombres que sí se conocen y no se matan”

No hay comentarios: