jueves, 10 de abril de 2008

DESACELERACIÓN

Entro en el garito. Es viernes por la tarde y mis indicadores económicos no fallan: la burbuja inmobiliaria esa, ha hecho ¡pum! A estas horas , hace solo tres meses, esto estaba hasta la bola de albañiles, escayolistas, pintores de brocha gorda (algunos abstractos y otros figurativos) y yeseros.

En el garito había un murmullo constante, como de hormigonera, sobre el que se alzaba de vez en cuando la voz segura y firme de uno de los currelas, que gritaba al camarero: “Manolo, llena aquí”. Y ese llenado, podía significar una cuenta de veinte o treinta euros, cosa que apenas importaba porque era viernes, porque se estaba ya un poco piripi y, sobre todo, porque se ganaba bastante pasta con eso de las fluctuaciones del mercado inmobiliario.

Este viernes, sin embargo, el garito está medio vacío. El murmullo es menor, como si hubieran parado la hormigonera, que de hecho, lejos de la metáfora, se ha parado ya en montones de obras, y por la barra no se ven tantos combinados de JB con Seven Up, elíxir que como todo el mundo sabe es el gran triunfador en garitos de currantes y en bodas, bautizos y comuniones.

Los pocos parroquianos que hay, están apiñados en una esquina de la barra, como combatientes vencidos. Pido yo también mi combinado. Me parece extraño que estén todos los colegas allí, en la esquina de la barra, cuando en esta parte hay tanto sitio. Pero pronto caigo en que hay en esta parte desértica, un hombre solo, joven, de unos treinta y tantos, alto y atlético, más o menos como yo, pero sin michelines.

El hombre se está mirando en el espejo que hay al fondo de la barra, como en una película de Clint Eatswood, y tiene los ojos llorosos y un poco de moco le cuelga repugnantemente de la nariz. El camarero me hace una seña, como diciendo; vente a esta parte, que ese es un majarón y te va a dar la barrila. Pero no tengo ganas de inmiscuirme en los problemas acuciantes de la construcción, ni en las desastrosas campañas futboleras que están haciendo los grandes equipos del país, ni en cómo habría que cortarle las pelotas al hijo de puta que asesinó a Mari Luz, conversaciones todas con mucho predicamento en estos días desacelerados, económicamente hablando.

Decido quedarme al lado del pringado llorica, que siendo como es, más grande que Barcelona y con esos gimoteos da, la verdad, mucha pena. El llorón me mira sorprendido y su mirada expresa un prurito de agradecimiento por mi compañía. Enseguida me ofrece un cigarrito, que saca del bolsillo de su pantalón, un paquete de Fortuna de papel que metido ahí, tan cerca de los huevos del llorón, y arrugados por las presiones genitales, da mucho asco aceptar, pero uno ha estado ya en muchos líos y sabe que despreciar el cigarrito es empezar a tener problemas. Hemos bebido hace muchos años de la misma litrona de la que bebía un yonki, por no parecer fachas ni pijos, hemos chupado la misma colilla que antes había succionado aquella amiga medio prostituta con boqueras, por amistad y por solidaridad con su pena, penita, pena. Así que tiene uno el estómago acostumbrado a estos excesos. Le acepto, pues, el cigarrito y le doy las gracias.

El llorón me mira y me dice: ¿Tú eres de los míos?. No, compadre, le contesto, yo no soy de nadie, como los piojos, que no tienen dueño. Esta gilipollez, así escrita parece eso: una gilipollez, pero dicha con la voz tan bonita que yo tengo, suena del carajo, como cuando Leonard Cohen susurra simplemente “Suzanne” y ya te están entrando ganas de llevarte al catre a esa Suzzane de la copla, a darle besos y a colmarla de cariños.

Al llorón le he provocado un risa nerviosa con mi ocurrencia, me pone su manaza en el hombro, yo doy un respingo, y él repite: “Sí, sí, tú eres de los míos: de los jodidos”. Ah, de esos, de los jodidos, pues sí compañero, de los jodidos sí creo que soy, le digo más que nada porque me aprieta el hombro con su mano titánica. Luego se para, me mira de arriba abajo y me dice: ¿Profesor?. Niego con la cabeza. ¿Poeta? Tampoco le digo. Pero a él le importa un huevo lo que yo diga. ¡Profesor o poeta! Casi ordena.

Ya puestos, mejor profesor que poeta, le aclaro al llorón que ya no llora. ¿De qué? De lenguas vivas, como Don Antonio Machado, le miento. El resto de los jodidos, los que estaban al otro lado de la barra ya no echan cuenta más que de nosotros, esperando el momento en que el grandullón me de un mamporro. Pero qué, va, el grandullón que ya va de cabeza para el paro me da un abrazo y se larga con sus penas a otra parte. Cuando se larga todos coincidimos en que la desaceleración económica traerá paro, fracaso, soledad y pena a los de siempre, a los que nuestro analista más firme ( el llorón) ha bautizado como los nuestros, los jodidos. Conclusiones que coinciden de lleno, mire usted por donde, con los más sesudos análisis del Fondo Monetario Internacional. Somos la pera.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Basado en hechos reales.

Perdón por la puntuación y las comas.

Estaba "ajumao" .

Anónimo dijo...

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Gallardo a ver si me puedes mandar el disco de los romeros de la puebla que te lo preste, no te lo di. Saludos artista. ah, el hombre ese al que haces referencia somos todos en potencia, puedes ser tu mismo mirando al espejo del tiempo, nunca se sabe como te va a tratar la vida,pues ahora si, adios salao.

Anónimo dijo...

Isidrín:

¡Lo que se da no se quita!

Esto vale pa los Romeros y pa la vida.

Tomás Rodríguez dijo...

No sé yo qué diría, ¿profesor o poeta? Apócrifo, en todo caso, como Juan de Mairena.
En cuanto a la puntuación, no te preocupes, Rimbaud era opiómano, y su puntuación era magnífica cuando fumaba. Benet puntuaba de lujo y siempre estaba bebido. Etcétera.
Saludos,
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