viernes, 6 de mayo de 2011

MANIFESTACIÓN Y GENEALOGÍA DEL INSULTO

I

Casi todos los insultos de nuestro idioma están explícitamente dedicados a la mujer, sobre esto ya he teorizado hace tiempo pero como casi todo lo que hace uno en la vida, sin mucho éxito.

Estos insultos y vilipendios aparentemente tan variados, salvan en lo que pueden la figura masculina, y en el fondo, al hombre lo convierten en víctima de la maldad o la deslealtad femenina. Además, casi todos los insultos de nuestro idioma tienen una etimología, o mejor; vienen de una genealogía de sexualidad reprimida.
En realidad el hombre al que se afrenta viene a ser inocente porque es, pobrecito mío, un hijo de puta, de lo que el hombre afrentado no puede tener culpa ninguna. Si su madre es o fue una meretriz, él nació inocente de esas actividades maternas. Lo mismo sucede si se le llama bastardo o mal nacido.

Si lo que se dice del hombre es que es un cabrón, resulta también que su desgracia o tara social le ha llegado de la infidelidad, la maldad y las traiciones de su pareja, con lo que el hombre insultado esta vez lo es por culpita de la concupiscencia de la hembra. Un cabrón es otro inocente que además carga con la vergüenza machista de haber sido sustituido en la cama, a ratos o para siempre, por otro macho. ¡El acabose!

Los sitios que carecen de rigor y en los que cada uno puede hacer lo que más o menos le plazca son como “el coño de Mariquita o de la Bernarda” en alusión a que entra y sale mucha gente. Las cosas plúmbeas y dolorosamente aburridas como un artículo de Javier Marías, son un “coñazo”.

Al hijo de puta y al cabrón, que como ha quedado teóricamente demostrado no son más que víctimas de esa perversión luciferina que es la hembra de la especie humana, se les manda por lo general a tomar por culo o a que les den por el culo, que es una actividad sexual que practican parejas tanto heterosexuales como homosexuales y que se basa en la penetración anal de uno de los dos individuos en liza erótica . Me paro aquí porque podemos constatar que quizá el único insulto, así de los gordos, que se lanza al hombre es el de maricón y dentro de los parámetros en los que se mueven los difamantes con respecto a los difamados, resulta que maricón es la pérdida de condición de hombre, queremos decir de “macho” con lo que esta figura, el macho, vuelve a salir indemne de la afrenta.

Toda esta perorata no tiene otro fin que constatar mi desacuerdo con la consigna más coreada por mis amigos del Sindicato Andaluz de Trabajadores en la manifestación celebrada el pasado uno de mayo en nuestra ciudad, ese “te va a votar tu puta madre” y sabe uno que tendría que haber dicho todo esto en una asamblea y haberlo defendido allí y no por aquí, por los países de la retórica, pero quién me dice a mí que de haber soltado este tocho en medio de una reunión operativa alguien no hubiese terminado afirmando:
Joder, con el cabrón del Gallardo, qué coñazo nos ha soltado el hijo de la gran puta, menuda mariconada ” .


II


Eran unas noventa personas, doscientas según los delirios más felices de algunos de la organización; seguramente diez según la mala leche de la policía de uniforme y de las otras policías, la policía de los que nunca hacen nada y de todo opinan .

Eran unas noventa personas contando a los niños y a algún curioso que de matute se colaba en el sarao. La manifestación la había convocado el Sindicato Andaluz de Trabajadores y festejaba o lamentaba este primero de mayo colmado de parados y de arruinados. Los oradores pudieran ser catalogados de anacrónicos por los modernos de ahora, porque ellos – los modernos de ahora- viven una existencia de diseño y de tarjetas de crédito y de viajes al norte de Europa y de becas Erasmus paras sus bienaventurados vástagos.

Pero para quiénes viven del jornal en el campo, o del subsidio de desempleo, o para los que se han arruinado pensando que ellos también tenían derecho a degustar esa ambrosía del bienestar que tanto y tan bien nos vendieron, el discurso de los oradores no era tan anacrónico.

Porque sobre la mesa estaban el hambre y la necesidad, la angustia de los embargos y los desahucios, sobre la mesa estaban a la orden del día todas esas miserias, todas esas amenazas. Los modernos de ahora no pueden entender, ni quieren, ese lenguaje de lucha ni esas diatribas revolucionarias, los modernos de ahora están apoltronados en sus consignas y han mamado otras retóricas. Los modernos de ahora no caen en la cuenta de que lo más cateto y lo que antes se vuelve vetusto son precisamente las modernuras y que por eso nos resultan prehistóricas y lejanísimas las pintas y los novísimos peinados de los modernos de los ochenta cuando miramos las fotos y sin embargo, esas personas normales de principios del siglo XX nos resultan tan cercanas, tan como nosotros.

Tampoco estaban los que han sido fagocitados por la usura del sistema, los que han puesto la mano izquierda para pedir sus derechos y la derecha para atizar al prójimo más débil.

Estaban los que han ido perdiendo casi todo con esta puta crisis, pero no han perdido la dignidad. Los que han sido golpeados por un lado y por otro y andan a veces noqueados, sí, pero sin tirar la toalla de la lucha.

Estaban los que frente al síncope burgués de la indignación contraponen el nervio revolucionario de la rebelión. Estaban los que uno terminará llamando, como hacían los antiguos, camaradas.

1 comentario:

Partido Andalucista Sanlúcar dijo...

A la salida de El Palmar se contabilizaron, uno a uno, 105 manifestantes y a pesar de los insultos a las madres de otros, creo que no quita un ápice al coraje y la perseverancia de los que nunca se rinden para mantener sus principios