domingo, 19 de febrero de 2012

4 REFLEXIONES UNIFORMES, 4




Yo creo que el que diseñó el sombrero que se han tenido que poner los guardias civiles durante tanto tiempo, ya menos, sólo en ceremonias de grandísima solemnidad, no pudo ser otro espécimen humano que un gitano, un gitano con mucho arte.

La historia podría ser ésta: Un gitano rubio y elegante que se dedica a la confección, coincide con el duque de Ahumada en una casa de señoritas de vida licenciosa. Enseguida, el duque y el gitano rubio congenian mientras esperan en una salita de paredes tapizadas con vivos colores; rojo sangre, azul intenso... que la madame les ofrezca lo más granado de la casa por ser clientes muy preferentes, como los Vip de nuestros días. El duque le cuenta al gitano rubio, como justificándose por estar en ese lugar de perdición, que se siente inquieto y que anda preocupado porque no sabe qué poner sobre la cabeza de un nuevo cuerpo de policía muy severo que está creando para perseguir por los caminos a maleantes, prófugos y gitanos. El gitano rubio, sintiendo la fuerza de su raza, se ofrece para diseñar un sombrero que hará las delicias del duque y del general Narvaez, al que tendrá el duque que presentar el diseño en breve.
Unos días después, en la soledad de su taller, el gitano oculto decide arriesgar su vida, o como mínimo su libertad, creando un sombrero ridículo, incómodo de llevar para así putear a los guardias y encima, fabricado en un charol brillante para acentuar la fantasía y la mascarada. Un pequeño gesto heroico y humorístico con el que el gitano quiso resarcir a su estirpe de perseguidos.
Cuando un enviado del duque de Ahumada fue a recoger el prototipo de sombrero se quedó estupefacto. ¿Y cómo se llama esto? Acertó titubeante a preguntarle, el gitano, creyéndolo ya perdido todo, contestaría a la pregunta del recadero: Tricornio. Realmente no le había puesto nombre al engendro hasta ese preciso instante fue, como si dijéramos, un rapto de inspiración y una última pulla en su proyectado escarnio a los cuerpos represivos; “Tricornio” pensó para sí el gitano, con esto ya me he buscado la ruina para siempre.
Pero el recadero del duque estaba harto de la vida que llevaba, cobraba poco y llevaba un tiempo pensando en emigrar a Cuba (esta es otra novela) no dijo nada, no sacó el pistolón ni le pegó dos tiros al gitano por su irreverencia. Cogió el sombrero, el tricornio, y le dijo al gitano; Ya tendrás noticias cuando lo vea su excelencia el Duque.
Bien fuera porque ese día el duque y toda la pesca estaban borrachos o porque en realidad el tricornio terminó gustándoles, el caso es que el recién creado cuerpo terminó poniéndose ese engendro sobre la cabeza para sus patrullas y sus redadas. Y lo que nació como una broma genial e, insistimos, heroica de un gitano oculto, se convertiría con los años en un símbolo que en la oscuridad de la noche y de los caminos, provocaba el pavor de una buena parte de los ciudadanos.
Al final creemos que quien ganó la partida fue el Duque de Ahumada porque consiguió darle la vuelta por completo a la bella travesura del gitano.


Los militares, mayormente los oficiales, se cuelgan en sus trajes de gala todas las medallas que han ido consiguiendo, a saber cómo. Es como si un poeta laureado cuando va a recoger un premio en el Ateneo de Villaluenga de la Visitación se colgara en la chaqueta todos los honores, flores naturales y menciones especiales que ha ido atesorando en su paseo por la lírica patria. No les da ninguna vergüenza ese exhibicionismo tan tonto y a nosotros nos da un poco de pena imaginarlos, tan mayores, frente al espejo del cuarto de baño, clavándose un pin tras otro, como los chicos heavys hacían con sus chapas de Barón Rojo y de Obús.

Lo de la policía nacional no llevan gafas o las llevan negras como los punkis, antes de atacar se mueven muy lentamente como si fueran felinos al acecho y cuando son jóvenes suelen estar bastante musculados y da gloria verlos tan escamondados , pero hablan de una forma muy rara, le dicen a uno “caballero” y cuando pensamos que andamos en un país civilizado, llega otro y le pega al “caballero” con la porra en un costado, mientras nos repite que nos “disolvamos” como los azucarillos.
  Los de la policía local llevan un tipo característico de gafas, se diría que las regalan con el uniforme. Mire usted; aquí la porra, la pistola, las esposas, la gorra y estas gafas como de matón de Tejas que le darán a usted prestancia y donaires en su patrullar por las calles. No deberían permitirles a los de la policía local llevar esas gafas que como antifaces ocultan la mirada, porque el ciudadano tiene derecho a saber cómo lo está mirando la policía.







1 comentario:

fonfo dijo...

OLÉ!!!!