domingo, 2 de octubre de 2011

EL CHISME



Las personas quieren, cuando nos cuentan algo y se sienten cargadas de razón , sentir nuestra complicidad, saberse apoyadas por nosotros e incluso que echemos, en caso de controversia, un poquito más de leña al fuego y aportemos nuevos datos sobre la maldad, la estulticia o la vileza del criticado, pero – ay, hombre confiado- lo más torpe que podemos hacer , cuando alguien nos habla mal de sus seres queridos - padre, madre, esposa, marido o hijos-es darles la razón.

Da lo mismo que nos lo vayan poniendo verdes “porque hay que ver mi niña que es una lo que sea, o mi marido que es un lo que sea (casi siempre un machista) o mi padre que no echa una mano a mi madre que también tiene lo suyo, si no fuera por mí, porque mi cuñadita sólo va por allí para hartarse de dulces los domingos por la tarde y no te digo nada de mi hermano, el calzonazos de mi hermano...

Como te animes a corroborar alguno de sus argumentos ya la has liado, amigo. Quizá de las cuñadas/os o las suegras/os , se pueda todavía maliciar un poco y darles algunos sopapos críticos, pero no le toques jamás la madre a un hijo por mucho despecho que haya vertido sobre ella, para desahogarse contigo.

No le toques el marido a una señora, por mucho que lo haya tachado de cagajón insensible y machista.

Ni se te ocurra decirle a unos padres, pues sí, me parece a mi que vuestro hijo/a es un verdadero inútil, por más que ellos mismos te hayan facilitado todos los argumentos para llamarlo así; inútil, y hasta para darle un cate en cuanto lo veas aparecer.

Porque se trata, en realidad, de un desahogo y decir al maledicente íntimo que lleva razón es hacerle daño.

Ahí debemos exasperar nuestra esgrima dialéctica y ser capaces de apoyar sin ser demasiado explícitos, de comprender pero a la vez, disculpar al afrentado para que nadie sienta que su matrimonio es una estafa, que su tutelaje sobre los hijos un fracaso, que su relación con los progénitos una hazaña bélica llena de heridos, bombas que estallaron y daños colaterales.

También se da el caso contrario, que estén sacando las tiras del pellejo (qué expresión, es como una greguería del desafecto) a un conocido y tú te niegues rotundamente a participar de la fiesta. Eso molesta muchísimo porque el que critica o calumnia siempre cree que se le va a seguir la corriente, que se le van a pedir todos los detalles, mejor cuanto más escabrosos sean éstos. Es la costumbre, casi siempre por diversión o por su contrario; el aburrimiento, cuando se pone sobre la mesa de operaciones de la infamia la vida de alguien, casi todo el mundo se apunta a esa antropofagia de comerse crudo al pobre ausente.

El que vomita su rencor o su burla soporta muy mal que uno lo corrija. En su interior sabe que su discurso es de una gran vileza y se defiende mirándote como diciendo; ¿Tú qué? ¿te crees mejor que yo porque no entras al trapo? Y lo normal es que entonces sea cuando suelta el último as de su manga infectada; ¡Pues no te puedes ni imaginar lo que fulano dice de ti cuando tú no estás presente!

Lo mejor es irse, porque digas lo que digas será mal interpretado. Lo mejor es meterse las manos en los bolsillos y silbar una melodía y dejar a la jauría ladrando y que suenen esos aullidos cada vez más lejos, mientras va uno de su corazón a sus asuntos, como el poeta. 


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