domingo, 6 de mayo de 2012

LOS SALVADOS




El que habla continuamente de cómo ha salido del arroyo, de cómo consiguió liberarse de ese yugo social, circunstancial o genético, está haciendo su campaña de promoción y se postula como ejemplo a seguir.
Hace tiempo yo pensaba que lo que querían decir era; “Si yo he podido; tú puedes, compañero” porque es uno de natural afable y sólo queríamos ver el lado bueno de las personas. Con el paso de los años y la observación de algunos de estos elegidos para la gloria, me da la impresión de que al sacar pecho y recitarnos a la concurrencia estupefacta su dechado de virtudes, su rigor para la vida, el rosario de perversiones a las que dijeron “no”; las drogas, la delincuencia, el abandono de los estudios, el vagabundeo...lo que vienen a demostrarnos es que en verdad, ellos jamás pertenecieron a ese mundo, al arroyo, que su paso por la precariedad y la miseria fue sólo un accidente.

Porque luego, con los años, les viene como un rencor lejano, como si no pudieran perdonarle al buen dios que les hiciera vivir esa experiencia de las casas de vecinos, de los barrios marginales, de la pobreza. Por eso cuando un fontanero, un albañil, un jardinero, les hace un trabajo en sus casas (unifamiliares o adosados en las zonas buenas del mundo) analizan el trabajo de forma maniática, si les dejan factura la someten a un escrutinio paroxístico y siempre les parece carísimo lo que les cobran los profesionales de las artes y oficios. Ese rigor no lo aplican sin embargo al fabricante de un jersey con cocodrilos verdes que vale, el jersey, lo mismo que el día entero del trabajo del fontanero. O al maitre de un restaurante que le ha servido una croqueta surrealista con una especie de verde vómito cubriéndola y una frambuesa con pelusillas de caramelo decorando o coronando el timo, y le han cobrado por la pestilencia lo mismo que gasta el albañil en el supermercado para comer una semana él, su señora esposa y sus dos chiquillos.

El que habla continuamente de cómo ha salido del arroyo, acaso lo haga para exorcizar así a esos demonios, para apartar de sí mismos como una maldición esa posibilidad del retorno. Nadie quiere volver al arroyo si no es para hacer literatura o la letra de un rocanrol, pero tampoco quiere oír nadie las vanidades de los suertudos que se escaparon, esa patraña evolucionista con la que acusan a los que allí continúan, en el arroyo, de no haber sabido mejorar su vida. ¡Ay!.

No hay comentarios: